No tengo un talento natural para las plantas, pero soy un orgulloso jardinero. No sé gran cosa sobre cómo plantar cosas verdes, pero en nuestro jardín tenemos col rizada, betabel, nabos, varios tipos de lechugas, cilantro, chícharos y otras hierbas de temporada.

No sabía que la jardinería podía ser así de fácil en el desierto.

Desde el verano pasado, mi esposa, conocedora de las plantas, y yo hemos estado yendo a una pequeña parcela que compartimos con una amiga en Las Milpitas de Cottonwood Community Farm, un jardín comunitario de 2.4 hectáreas (6 acres) en la ribera oeste del Río Santa Cruz, al sur de West Silverlake Road. El jardín es un proyecto del Banco Comunitario de Alimentos del Sur de Arizona.

Es un oasis. Es un lugar en donde no sólo crecen verduras y otras plantas sino también la comunidad. Es donde la gente comparte su conocimiento, donde aprende otras habilidades relacionadas con la jardinería y donde se encuentra la tranquilidad a lo largo de las hileras del plantío.

Ser parte de Las Milpitas exige muy poco de los jardineros. El lugar ofrece riego, herramientas, plantas y semillas, además de clases y orientación gratuita en jardinería. Los jardineros plantan y mantienen sus pedazos de tierra, y también ayudan como voluntarios en otras áreas del jardín.

“Es una situación en la que no se puede perder”, dijo el también jardinero Mark Albrecht, quien se unió a Milpitas en el otoño.

Como muchos tucsonenses, Albrecht trató de sembrar en su patio. Pero sus siembras, que iban y venían en fases, en realidad nunca se dieron, dijo.

La siembra en los patios desérticos toma tiempo, trabajo y muchos intentos. Aunque algunas personas tienen éxito con sus jardines en Tucsón, llenos de hojas de lechugas, tomates, pimientos y otras hierbas, hay más gente que, como Albrecht, encuentra difícil la jardinería en el desierto.

Vayan a Las Milpitas.

El jardín se llama así por las milpas que usaban los primeros tucsonenses a lo largo del Río Santa Cruz para sembrar frijol, calabaza y otros vegetales. Incluso antes de la colonización europea, los indígenas tenían sus cultivos en el lugar donde ahora se ubica Las Milpitas.

En 2006, City High School, una escuela tipo chárter en el centro de la ciudad, contrató con el Condado una parte del terreno a lo largo de Cottonwood Lane para empezar un proyecto de jardinería. Maestros y alumnos empezaron a cultivar plantas y verduras y aprendieron sobre las cosechas de agua. En el 2011, la escuela y el Banco de Alimentos se unieron, lo que propició la expansión de la jardinería.

El principal objetivo es hacer la jardinería accesible para todos, dijo Elena Ortiz, coordinadora de acercamiento a la comunidad del Banco de Alimentos. Otro objetivo importante es enseñar sobre jardinería a personas que después puedan compartir esos conocimientos con familiares y amigos.

La jardinería también te lleva a hacer preguntas sobre temas más importantes, como la conservación del agua, el calentamiento global y la vida sustentable.

El jardín tiene actualmente unas 80 parcelas, pero máximo 60 están siendo utilizadas en diferentes niveles, dijo Ortiz. Añadió que los estudiantes de City High School siguen yendo a sus parcelas y otros estudiantes de lugares más lejanos, como Sahuarita, trabajan regularmente en el jardín.

La mayoría de la gente que va al jardín son mujeres y cada vez hay más jóvenes empezando a sembrar sus verduras, dijo. Hay clases y orientación disponibles en español para las muchas familias latinas que son parte de la comunidad de Las Milpitas.

Rosalva Romero Miranda, empleada del Banco de Alimentos, trabaja con un pequeño círculo de latinas que utilizan la jardinería como terapia. Ellas cultivan hierbas medicinales. Se llaman a sí mismas Mujeres Triunfadoras.

“Usamos técnicas innovadoras y también métodos tradicionales”, dijo Romero Miranda sobre la terapia curativa del grupo.

Además de los pedazos de tierra en el jardín, Las Milpitas dedica algunas secciones a la composta, la cría de gallinas, un invernadero, un cobertizo para herramientas, un área de juegos para niños y áreas para la producción de vegetales que son vendidos en el mercado de granjeros del Banco de Alimentos o utilizados en su cocina comunitaria Caridad, donde se preparan comidas para las personas sin hogar.

Las Milpitas ofrece clases para todas las facetas de la jardinería: plantación, composta, irrigación y cosecha. Los jardineros pueden aprender por qué es tan importante cortar la lechuga a tiempo y pueden tomar recetas para cocinar la col rizada, kale en inglés. También hay eventos no relacionados con la jardinería, como clases matutinas de yoga.

El jardín es también un lugar para la sanación personal y la introspección.

Hacer jardinería en Las Milpitas le brinda un respiro a mi generalmente apurada rutina. Es un lugar al que mi esposa Linda puede llevar a sus nietos, Miguelito y Elián, para que jueguen en la tierra y aprendan que las frutas y verduras no provienen de un Food City.

Es un lugar en donde puedo aprender y crecer junto con las verduras.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.