Para Bobby, su hermana es su “mejor, mejor, mejor, mejor amiga”.

“Me hace reír cuando estoy triste”, dice Bobby. “Me abraza cuando tengo miedo y me enseña a no tener miedo”.

A sus 10 años de edad, Bobby ha pasado demasiado tiempo triste y asustado en los últimos seis años, tiempo en el que ha estado entre dos países y dos hogares. Durante los fines de semana, cuando él y Naomi visitan el departamento de su mamá en Nogales, Sonora, Gloria -la mamá- a menudo los encuentra abrazados y agarrados de la mano mientras duermen.

En el 2011, cuando su padre estaba en el hospital a causa de un pulmón colapsado y su madre no podía visitarlo, Naomi trabajó duro para mantener el ánimo de Bobby.

“Me dijo que si voy a llorar que me haga reír, que piense en algo chistoso”, dice. “O ella me hacía reír enseñándome videos o contando chistes”.

Una vez hasta lo llevó a una reunión de padres y maestros.

“Vine a representar al padre”, dijo Naomi cuando los maestros le preguntaron quién era. Entonces ella tenía 11 años.

De muchas formas, Naomi es parte hermana, parte amiga y parte madre para Bobby.

El día en que todo cambió, Bobby -de menos de 4 años- había acompañado a sus padres a Juárez sin saber qué estaba pasando. Recuerda regresar a Tucsón después de visitar a su abuela María en Zacatecas, ignorando que su madre se quedaría en México hasta que Bobby tuviera 14 años debido a un castigo de 10 años por vivir en Estados Unidos sin documentos.

Al principio vivió con su padre en Tucsón, pero cuando Arsenio sufrió un derrame cerebral, Gloria decidió que sería mejor que Bobby se fuera a Sonora con ella para empezar la primaria.

Cuando estaba en Nogales extrañaba a su hermana, a sus hermanos, a su papá. Pero cuando estaba en Tucsón extrañaba a su mamá y a sus amigos.

“Era confuso”, dice.

Después de un año, la familia decidió que debía regresar a Tucsón.

No podía ser egoísta, le dijeron Bill y Jim a su madre. Bobby debía de tener las mismas oportunidades que ellos. Además, siendo un ciudadano estadounidense, ¿de qué le iba a servir una educación mexicana?

Así que lo dejó ir.

La situación está llena de retos. Bobby se siente triste porque no ve a su mamá cuando llega de la escuela. Ha tenido problemas en clases. La escuela le ha hablado varias veces a Bill o a Lety Rodríguez, la amiga familiar, para decirles que Bobby va atrasado en su lectura. Rodríguez piensa que todo es parte de tener una familia dividida.

“Cuando su papá estaba en el baño o en la recámara, yo le preguntaba, ‘Mijo, ¿qué está pasando? Tienes que ponerte listo para que leas por lo menos 20 minutos al día’ y se quedaba callado y veía la foto de su mamá”, comenta Rodríguez.

Un día, su maestra estaba leyendo una historia sobre un huérfano y Bobby empezó a llorar. Su madre estaba lejos en México y su padre, quien estaba en mal estado de salud, podía morir.

Pensó que se quedaría sin padres. Esa idea le sigue asustando Poco a poco ha ido entendiendo sobre la inmigración y por qué su familia está separada.

El año escolar pasado, el Congresista Raúl Grijalva visitó la primaria Mission View para platicar con los estudiantes. Cuando hablaba de sus raíces y su apoyo a la comunidad, Bobby levantó la mano.

“¿Cómo ayuda a personas al otro lado de la frontera, como mi mamá, que están separadas de su familia?”, preguntó en voz tan baja que alguien tuvo que repetirle la pregunta al legislador de Arizona.

Unas semanas después, como invitado de Grijalva, Bobby compartió la historia de su familia ante 200 personas, incluyendo diputados federales, durante un foro sobre inmigración en el Colegio Comunitario Pima. Bobby rambién dio un discurso el pasado 9 de octubre en el mitin del precandidayo demócrata Bernie Sanders en Tucsón.

“Trato de no estar triste sabiendo que tengo que irme sin mi mamá de regreso a Estados Unidos, donde vivimos sus sueños de una buena educación”, leyó de un discurso que ensayó varias tardes a lado de su consejera, Liz Hoover.

“Las leyes de inmigración han mantenido alejada a mi madre pero no su espíritu ni sus palabras ni su esperanza que motiva a sus hijos”, dijo. Naomi grabó el discurso con su teléfono desde su asiento de primera fila mientras lo apoyaba con una sonrisa. Varias personas en el público tenían lágrimas en sus ojos.

Lo que Bobby quería que la gente entendiera, dice, es que “no es justo que los niños sólo estén con un padre y que los niños tengan que ir a ver a la mamá y que la mamá no pueda ir con ellos. Es difícil vivir así”.

Muchas cosas de esta situación son difíciles. Cada año, desde que empezó la escuela, Bobby había recibido ayuda adicional de un programa extraescolar. Pero este año ha tenido que irse directo a casa después de clases para estar con su papá en lo que Naomi sale de la escuela.

“Necesito ayudarle a levantarse para que empiece a caminar”, dice, y empieza a llorar. “Lo que me preocupa es si se cae y se pega en la cabeza o algo, porque Jim va a empezar a ir a la escuela a las 2:15 y yo llego a la casa a las 2:40”.

Esas son las cosas que más le preocupan.

“Pienso en mi papá y en como está su salud, y en mi mamá y lo lejos que está de él”, dice. “Y Naomi va ir a la universidad y no voy a estar cerca de ella, y Bill no siempre va a estar aquí. Jim podría ser el único con el que voy a poder hablar, o con mis amigos”.

Cuando piensa cosas que lo asustan, Bobby trata de jugar videojuegos para dejar de pensar en eso.

Pero a veces le ayuda pensar en su hermano Jim, quien regresó a casa y juega con él y lo hace reír.

Para Bobby, Jim se ha convertido en su mejor, mejor, mejor amigo.


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La historia concluirá en la próxima edición.

Contacta a Perla Trevizo en ptrevizo@tucson.com o al (520) 573-4213.

Fernanda Echavarri es ex reportera del Arizona Public Media, ahora reportera de Latino USA en Nueva York.