A man wearing a shirt depicting the late Mexican Mario Moreno known as "Cantinflas," attends a ceremony marking the legendary comic's 100th birthday at the cemetery where he is buried, in Mexico City, Friday Aug. 12 2011. Considered by some as the Charlie Chaplin of Mexico, Moreno starred in 51 films and shorts, winning a Golden Globe for best comedy actor for his role in "Around the World in 80 Days," in 1957. 

Esa versión que dice que el primer apodo del famosísimo Mario Moreno no fue Cantinflas sino Chupamirto, dizque porque le gustaba mucho “chupar” (beber) es falsa y ha sido desmentida por estudiosos y familiares del cómico, quienes lo describen como una persona recta y ejemplar.

La realidad sobre esta teoría es aún más reveladora, pues sólo hay que rastrear un poco a este personaje (Chupamirto), creado en 1934 por el caricaturista Jesús Acosta Cabrera, para darse cuenta de la gran influencia que tuvo sobre muchos otros de la época y, sobre todo, en el que popularizara el inmortal Mario Moreno Reyes.

Además de ésta, existen otras teorías más, ubicadas todas en los inicios del popular actor, mismas que intentan desentrañar tanto el origen de su famoso alias (Cantinflas), como aquello que inspiró su peculiar estilo.

El vocablo Cantinflas, según algunos estudiosos, refiere directamente a las palabras “cantina” e “inflas”, que remiten a su vez al mismo asunto del primer párrafo: “inflar en la cantina” o, lo que es lo mismo, tomar y hablar como borracho, utilizando frases entrecortadas, vagas y sin sentido; finalmente, la verdadera explicación se la llevó a la tumba el actor.

Ésta y otras cuestiones no tan conocidas sobre esta figura máxima del cine mexicano es lo que podremos ver en “Cantinflas” (Sebastián del Amo, 2014), una bien confeccionada producción mexicana que consigue estar a la altura del personaje que aborda.

Fue el español Óscar Jaenada, ganador del Goya en 2005, el elegido para dar vida al personaje, situación que hizo que se acusara de malinchista al director y despertara la desconfianza de quienes tenemos al cómico en un pedestal; en mi caso, fue suficiente ver un par de trailers promocionales para cerrar la boca y reconocer el trabajo de caracterización realizado por el ibérico.

La cinta tiene dos líneas argumentales importantes que convergen en un momento determinado; por un lado se toca el origen humilde del protagonista y su accidentado inicio en las carpas (semillero de talentos en la comedia) y, por el otro, la aparición de Mike Todd (Michael Imperioli), un importante y reconocido productor de Broadway que busca sacudir a Hollywood con un proyecto que en esa época sonaba descabellado: llevar a la pantalla grande la novela de Julio Verne “Around the World in Eighty days” (Michael Anderson, 1956).

La película, además, muestra algunos de los numerosos momentos claves en la carrera del actor: sus fallidos intentos por ser boxeador, los éxitos indiscutibles de sus actuaciones en vivo, su primer triunfo en el cine con “Ahí está el detalle” (Juan Bustillo Oro, 1940), las mujeres conquistadas y las imposibles, su truncada obsesión porque su personaje de “peladito” conquistara Francia con “Los Tres Mosqueteros” (1942), Inglaterra con “Romeo y Julieta” (1943) y E.U. con “El Circo” (1943, obras, las tres, de Miguel M. Delgado), su fracaso en una costosa producción teatral con bailarinas importadas de Francia, sus frecuentes roces con directores que trataron de moldear su peculiar estilo, entre otras cosas.

Pensar que el mérito de Cantinflas radica en su aspecto (atuendo y bigote) y en las frases que suelen repetir sus imitadores, es muy simplista, juicio que en mi opinión sí merecerían, por ejemplo, Resortes, Clavillazo o Capulina. Y es que Cantinflas, como creación artística en sí, es un ejemplo de talento genuino en el arte de la improvisación.

A raíz del par de columnas que escribí sobre el Mimo de México, me di cuenta de una cosa: quienes dijeron no gustar del comediante, curiosamente, no habían visto (la mayoría) una cinta completa suya. “En cuanto lo veo en la tele, le cambio” o “Me enfadaba que mis papás (o tíos o abuelos) siempre lo veían”… fueron sus argumentos. Eso lo explica todo, o como decía ese famoso peladito que tan poco valoran: “Ahí está el detalle, chato”.


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