CHABÁS, Argentina (AP) — A sus siete años Candelaria Cabrera disputa la pelota con determinación. Va al cruce de sus rivales sin temor a lastimarse y sale jugando por abajo pese a las imperfecciones de la cancha de tierra.

Viste una holgada camiseta blanca de club Huracán de Chabás, su pueblo natal situado a 370 kilómetros al norte de Buenos Aires. Tiene grabado el 4 en la espalda y en el pantalón corto rojo. Calza botines blancos y usa canilleras para protegerse las tibias. El cabello largo cobrizo atado en una cola es lo único que la distingue de sus compañeros de equipo y rivales.

Candelaria es la única niña que juega al futbol en la liga infantil Casildense que disputan equipos del sur de la provincia de Santa Fe, tierra natal del astro Lionel Messi. También son de allí los ex técnicos de Argentina Marcelo Bielsa, Gerardo Martino y Jorge Sampaoli.

Pero una normativa regional que prohíbe formaciones mixtas en categorías infantiles amenaza con sacarla de la cancha.

Su caso expone algunos de los prejuicios y dificultades que enfrenta el futbol femenino en Argentina, país que alumbró recientemente a un poderoso movimiento feminista contra la violencia machista.

“Me tuve que sentar con ella y decirle que hay unas personas que tienen que hacer las leyes dentro del futbol y que había leyes que no estaban de acuerdo con lo que uno quería”, relató Rosana Noriega, mamá de Candelaria. “Y bueno, lloramos las dos y me dijo ‘la gente que hace las leyes es mala’”.

Candelaria tenía tres años cuando sus padres le regalaron la primera pelota. Entendieron que insistir con muñecas no tenía sentido pese “a los comentarios de otras mamás, que no debía darle juguetes de varón porque fomentaba que fuera lesbiana”, recordó Noriega.

A Candelaria también le gusta vestirse como futbolista, preferentemente con camisetas de Huracán y Boca Juniors, del cual es fanática, que renueva en cada cumpleaños.

La mamá de Candelaria admite que aceptó la preferencia deportiva de su hija no hace mucho. Un día la llevó a la plaza del pueblo y en un descuido la perdió de vista. La encontró jugando “un picadito” (partido de fútbol informal) entre varones. “En ese momento pensé que había algo más que un capricho. Realmente es lo que le gusta y apasiona”, enfatizó. Tras ese episodio, le pidió a Huracán que la aceptara en el equipo infantil.

“El primer día que la llevé a entrenar cuando salió vi a otra Candelaria”, rememoró emocionada.

“Cande” es de pocas palabras y con tono apenas audible cuenta que juega de lateral por la izquierda, aunque preferiría hacerlo en el ataque; que Cristiano Ronaldo le gusta más que Messi y que su ídolo es Carlos Tevez, la figura de Boca.

Recuerda cuando anotó su primer gol, no por la jugada sino por las burlas de los niños rivales. “Las nenas no pueden jugar al fútbol”, le dijeron con sorna.

Hace dos meses las autoridades del futbol regional notificaron a Huracán que ya no podría alistar a Candelaria por una resolución interna que prohíbe formaciones mixtas. Para seguir jugando debe hacerlo en un equipo de mujeres que no existe donde ella vive.

Apenas difundió el caso de su hija por redes sociales, Noriega se sorprendió al comprobar que no era la única. Desde pueblos cercanos hasta provincias más lejanas le escribieron niñas con la misma dificultad.

De las 230 ligas regionales reconocidas por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), solo 68 tienen futbol femenino. Esta es apenas una de las muchas diferencias con el fútbol masculino. La más notable es económica: el mejor contrato en primera división ronda los tres millones de dólares al año. Las mujeres que juegan en la máxima categoría apenas reciben un viático de 44 dólares.

Las jugadoras de Argentina, que disputará en noviembre un repechaje con un rival de la Concacaf para el mundial de 2019, estuvieron en conflicto tras un atraso en los pagos. Tampoco ocultaron su disgusto cuando Adidas, marca que viste a los seleccionados albicelestes de ambos sexos, presentó la camiseta para la Copa América de Chile este año con modelos y no futbolistas.

“El mayor déficit es que no tiene juveniles. La actividad empieza los 16, 17 años y se perdieron un montón de cuestiones que tienen que ver con entender el juego”, reconoció Ricardo Pinela, presidente Comisión de Fútbol Femenino de la AFA.

“Lo importante es que cada club de cada rincón del país le dé la posibilidad a una niña de integrar un equipo de futbol femenino para jugar entre ellas, aunque sea por diversión, y a partir de ahí se va a generar toda la estructura que se necesita para que desde el punto de vista organizativo sea igual al masculino”, explicó el dirigente.

Gracias a la trascendencia que tomó el caso de Candelaria la liga Casildense se comprometió a revisar la norma en una asamblea de clubes a fin de año.

Termina el partido que Huracán de Chabás le ganó 7-0 a Alumni de Casilda. Los niños se refrescan y se sacan la camiseta antes de meterse en el vestuario. Candelaria los imita sin pudor.

“Nadie debe decir que una nena no puede jugar al futbol”, sostiene decidida.


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