Kelly Presnell / La estrella de Tucsón

La pastora Alison Harrington estuvo atenta al discurso de noviembre pasado del presidente Obama con relación a la acción ejecutiva en inmigración, tema trascendente para la Iglesia Presbiteriana del Sur que ella lidera.

La reverenda Alison Harrington recuerda cuando dio su primer sermón.

Seis estudiantes en la Universidad de California en Berkeley habían acampado, en una manifestación pacífica, frente a la oficina del presidente. Estaban en huelga de hambre, pidiendo que la universidad estableciera un programa de estudios étnicos.

En lugar de reunirse con los estudiantes, la universidad envió a la policía, vestida con uniformes antidisturbios. Harrington era una de los seis estudiantes.

Antes de que los estudiantes fueran retirados, le pidieron a ella que dijera algo. Harrington, quien ese día había estado leyendo las escrituras, accedió.

“Hablé sobre lo que era correcto y justo”, dijo. “Ahora lo veo como mi primer sermón”.

En medio de la batalla social junto con otras personas, buscando justicia mediante acciones pacíficas en representación de los demás, guiada por la brújula moral de las escrituras, Harrington había descubierto su llamado espiritual.

“Podía hablar de forma clara y apasionada sobre cuestiones de la fe”, dijo Harrington.

Tras varios años trabajando como organizadora comunitaria, Harrington, hija de dos predicadores, ingresó al Seminario Teológico de San Francisco y se convirtió en ministra presbiteriana. En el 2009, la reverenda Harrington llegó a Tucsón para ser pastora de la Iglesia Presbiteriana del Sur (Southside Presbyterian Church), la cual había sido encabezada durante 35 años por el reverendo John Fife y había tenido impacto local y nacional en su compromiso con la justicia social.

Harrington no se sintió intimidada por el reto. Disfrutó la oportunidad de dirigir una congregación activa y comprometida. “Incluso en los días difíciles es una bendición”, dijo.

Superó las expectativas de todos.

El mes pasado, el Centro para el Progreso Norteamericano nombró a Harrington como una de las 15 líderes de fe del país para ser observadas. La organización no partidista y progresista mencionó a Harrington por su trabajo de revivir el movimiento nacional santuario y por su “importante testimonio contra la indiferencia”.

Harrington consideró el reconocimiento público como aleccionador y abrumador.

“Es más un reconocimiento del ministerio y del trabajo compartido. No lo hago sola”, dijo Harrington. Platicamos dentro de la icónica kiva (un espacio ceremonial circular) de la iglesia ubicada en South 10th Avenue y West 23rd Street, en el barrio fuertemente chicano y nativoamericano al sur de Santa Rosa Park.

Harrington y la congregación practican lo que ella llama una “hospitalidad radical”.

Un claro ejemplo es la acogida que la iglesia dio a dos inmigrantes indocumentados mexicanos en busca de santuario –Daniel Neyoy Ruiz y Rosa Robles Loreto-, para evitar la deportación y la separación de sus familias. La orden de deportación de Neyoy fue cancelada, pero Robles permanece en santuario a seis meses de haber ingresado a la Iglesia Presbiteriana del Sur.

“Ella es muy fuerte y comprometida”, dijo Harrington en relación a Robles, quien está casada y tiene dos hijos.

Harrington, también casada y madre de dos hijos, podría describirse a sí misma de la misma forma. Además de ayudar a ampliar el movimiento santuario, Harrington ha respaldado el programa de jornaleros en Southside y se ha involucrado con organizaciones comunitarias de la ciudad y del estado en busca de políticas migratorias humanistas.

Fife dijo que Harrington trajo excelentes habilidades de organización, energía joven y una predicación “sobresaliente”.

“Está haciendo un trabajo magnífico y ha superado mis expectativas”, dijo Fife, quien permanece activo en la comunidad y en la iglesia de Southside.

El reverendo Randy Mayer, líder ministerial de la Iglesia Unida de Cristo el Buen Pastor (The Good Shepherd United Church of Christ) en Sahuarita, dijo que una de las fortalezas de Harrington es “escuchar las voces que a menudo son ignoradas y elevarlas”.

Harrington, agregó, puede articular claramente la desesperación y los sueños de su congregación y de la comunidad en general. De este modo, ella ha generado mucha confianza.

A diferencia de otros pastores y ministros, dijo Harrington, ella puede predicar sobre justicia, o la falta de ella, en términos fuertes y coherentes.

“Puedo hablar sobre Michael Brown y Eric Garner”, dijo de los dos hombres negros que fueron matados por policías blancos. A diferencia de la gran mayoría de las congregaciones presbiterianas, que son blancas y de clase media o alta, Southside no lo es, y sus feligreses son más propensos a tener conexiones personales con los actos de injusticia.

La gente de fe necesita poner su fe en acción, dijo. Eso es lo que motiva a Southside y su ministerio, añadió.

“No nos veo como una iglesia política”, dijo Harrington. “Nos veo a nosotros mismos como una iglesia pastoral. Hablamos sobre la justicia social.

“Esa lucha por la justicia es larga”, dijo, “y necesitamos de la fe para sostenernos”.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en

netopjr@tucson.com o al 573-4187.