Durante los últimos 10 años, Vera Bowlby ha sido consejera de personas VIH positivas o que viven con SIDA.

Bowlby, quien trabaja para la Fundación del SIDA del Sur de Arizona (SAAF, por sus siglas en inglés), habla con sus clientes. Muchas veces lloran juntos. Algunas veces oran.

A pesar de la incertidumbre que agobia a sus clientes, su mensaje es consistente y claro: Pueden vivir una vida normal, sin el miedo ni la vergüenza que muchas veces va unida al VIH/SIDA.

Bowlby sabe. Durante 22 años, esta nativa de Brasil ha sido VIH positiva. Está casada, tiene una hija y dos nietos, todos ellos son VIH negativos.

“Es posible tener una vida”, dijo Bowlby, de 59 años de edad.

Recientemente, escuché a Bowlby contar su historia. Fue una de las oradoras en la cena anual por el Día Nacional de la Concientización Latina sobre el SIDA, realizada el 15 de octubre en El Casino Ballroom. Aunque esa noche el foco estaba en los latinos y las latinas que viven con VIH y SIDA, la infección no discrimina.

Según los Centros para la Prevención y Control de Enfermedades (CDC, en inglés), “más de 1.1 millones de personas viven en Estados Unidos con la infección del VIH, y casi 1 de cada 6 desconoce que la tiene”.

Los hombres jóvenes de raza negra son los más seriamente afectados por el VIH, reporta el CDC. Los latinos representaron el 21 por ciento de las nuevas infecciones de VIH en el año 2010. En proporción, los hombres latinos se infectan casi tres veces más que los hombres de raza blanca, y el índice en las mujeres latinas es 4.2 veces más que las mujeres blancas.

Entre mujeres, el 84 por ciento de las infecciones de VIH se origina en el contacto heterosexual (con varones) y 16 por ciento por el consumo de drogas.

Las estadísticas hablan, pero las mejores historias son las de personas como Bowlby. A mí su historia me cautivó, y la semana pasada estuve con ella en la SAAF, ubicada en el 375 S. Euclid Ave.

Bowlby tuvo una llamativa carrera como diseñadora de vestuario para la cadena de televisión más grande de Brasil. Diseñaba y seleccionaba la ropa para actores y actrices de series de comedia, telenovelas y videos musicales. Era una vida glamorosa, en la cual conoció a actores y cantantes famosos de Brasil, Estados Unidos, Europa y Latinoamérica.

Pero el brillo se apagó cuando amigos y compañeros de trabajo empezaron a morir de SIDA en los años ochentas y noventas. Había incertidumbre a su alrededor, y no había educación ni información.

Bowlby no creía que ella pudiera haberse contagiado. Pero así fue.

Contrajo la infección en Brasil de una relación con un hombre, quien llevaba una vida bisexual oculta. Por muchos años, ella no supo que vivía con VIH, lo descubrió después de que emigró a Estados Unidos. Solicitó la residencia y se sometió a la prueba de sangre requerida.

El médico le dio la noticia y se marchó. Pero antes de salir de su despacho, el doctor le dijo a Bowlby, quien entonces vivía en Atlanta, que le quedaban dos años de vida.

“No había nadie ahí para hablar conmigo de eso”, dijo ella. “Me dejaron sola”.

También la dejaron avergonzada y con miedo de contárselo a su esposo, con quien se había casado tres meses antes, a su hija o a cualquier persona.

Sin embargo, cuando se lo dijo a su esposo, Craig, gran parte de su miedo desapareció. Él la abrazó y le dijo: “Si Dios nos puso juntos es porque él tiene un propósito, y yo estaré aquí contigo hasta el final”. De la misma forma la aceptó su iglesia, dijo.

Bowlby sabe que la aceptación que ella tuvo es extraña y que, aún ahora, la respuesta más común hacia individuos que revelan que son VIH positivos es el rechazo de parte de su familia y amigos.

El estigma de ser afectado se mantiene muy fuerte. Se sienten avergonzados. Temen al rechazo, dijo Bowlby.

En la Fundación, los clientes de Bowlby le confían sus sentimientos y sus historias. Tienen pocas opciones de apoyo.

Eso es lo que Bowlby descubrió después de que ella y su esposo se mudaran a Tucsón en el año 2000 por motivos del trabajo de él. Ella buscó un lugar a dónde ir y poder hablar, donde hubiera gente que pudiera entender a lo que ella se enfrenta.

Encontró un lugar seguro, primero como voluntaria y ahora como coordinadora de consejería personal.

Bowlby les recomienda a sus clientes superar su miedo y trabajar por lograr una vida normal. Los medicamentos para contrarrestar la infección han evolucionado desde que ella se enteró de que es VIH positiva. Les dice que hay esperanza.

Les cuenta su historia.




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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@azstarnet.com o al 573-4187.