“Si quieres hacer cine, sólo hazlo”, aconseja Quentin Tarantino a todos aquellos jóvenes que sueñan con convertirse algún día en cineastas.

Una explicación ampliada del director de Pulp Fiction, Kill Bill e Inglorious Basterds al respecto, añade que el hacer cola para recibir apoyos económicos, buscar un padrinazgo o esperar a graduarse de la carrera de cine para empezar a filmar puede hacer que el aspirante se frustre y desista de su sueño.

Afortunadamente, el consejo de Tarantino ha funcionado muy bien para algunos directores noveles que han tomado al pie de la letra sus palabras, levantando como han podido algún proyecto personal, ya sea buscando apoyos oficiales o recurriendo, incluso, a la ayuda desinteresada de conocidos, amigos y familiares.

Historias de directores famosos que dieron sus primeros pasos de esta manera abundan, ahí están los ejemplos de M. Night Shyamalan y sus videos caseros, Brett Ratner y su petición directa de ayuda a Spielberg o el mismo Tarantino, quien realizó su primera película con sus amigos y utilizando una cámara de video casera.

También están los casos de Andrés Muschietti, que llamó la atención de Guillermo del Toro con su corto Mamá, mismo que convirtió en largometraje gracias al padrinazgo del tapatío; está también el mexicano (oriundo de Guadalajara) Celso García, quien luego de realizar varios cortos de buen nivel pudo hacer realidad su premiada ópera prima La delgada línea amarilla.

Por su parte, el uruguayo Fede Álvarez, director de la cinta de la que hablaremos esta semana, Don’t Breathe (2016), llamó la atención del medio cinematográfico con Ataque de pánico! (2009), un cortometraje de cinco minutos en donde puede verse una invasión masiva de robots gigantes a Montevideo, impresionante trabajo lleno de efectos especiales que realizó en su computadora y con recursos propios.

Muy pronto y con la ayuda de YouTube el video se convirtió en todo un fenómeno en internet (actualmente cuenta con más de siete millones y medio de vistas), lo que le abrió las puertas de Hollywood para realizar en 2013 su primer trabajo, un remake más que digno de la obra de culto de terror hecha por Sam Raimi en 1981: Evil Dead.

Para Don’t Breathe, su segundo trabajo, Álvarez regresa al género de terror, sólo que esta vez el uruguayo no lo hace en la línea del gore más explícito (como lo hizo en Evil Dead), sino más bien recurriendo al thriller, en donde serán el suspenso y los giros de tuerca su herramienta más efectiva.

El filme gira alrededor de Rocky (Jane Levy), Alex (Dylan Minnette) y Money (Daniel Zovatto), un grupo de jóvenes amigos que elaboran un plan para robar la casa de un adinerado hombre ciego (Stephen Lang) que vive solo, el cual les parece el blanco perfecto para su propósito.

Sin embargo, la situación da un vuelco inesperado cuando poco a poco descubren, para su desconcierto, que su víctima está muy lejos de ser la presa indefensa que se imaginaron en un inicio.

Resulta que el sujeto invidente (Lang) es un asesino en serie que guarda oscuros secretos en el interior de la casa y que, por lo tanto, hará todo lo necesario para evitar que los antes asaltantes y ahora víctimas puedan escapar.

Lo malo es que el misterioso hombre conoce a la perfección su territorio (las habitaciones de su casa) y puede desplazarse libremente, así que los jóvenes, convertidos ahora en su presa, deberán arreglárselas para superar esta desventaja de condiciones, si es que pretenden salir vivos del lugar.

En cines desde el 26 de agosto. Hasta la próxima.


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