Foto de Archivo, Greg Bryan / LA estrella de Tucsón 2007

Nancy Gallen, cruzada de brazos en la imagen, encontró la forma de involucrar a la gente de Tucsón en causas sociales y políticas por más de 40 años. En esta foto del 2007, presencia un debate del TUSD sobre la deportación de un alumno.

No logro recordar exactamente cuándo y dónde conocí a Nancy Gallen, pero fue a finales de los setentas en una manifestación, probablemente afuera de un Safeway aquí en la ciudad. Yo era estudiante de la Universidad de Arizona y ella era organizadora local del boicot a la uva del Sindicato de Trabajadores Agrícolas.

La última vez que vi a Gallen fue en un mitin en la campaña de 2012 del congresista demócrata Raúl Grijalva. Quien alguna vez fue maestra, estaba emocionada por el libro infantil bilingüe para colorear que promovía la figura del diputado y que ella había estado distribuyendo en el distrito.

De una u otra forma, durante 40 años, Gallen encontró la manera de involucrar a la gente en causas sociales y campañas políticas.

Le apasionaba, como a las buenas maestras, el enseñar a otros sobre César Chávez y los trabajadores agrícolas que trabajaban por tan poco en condiciones adversas. Era determinada, como sólo una ex monja puede serlo, al predicar sobre los méritos de su causa. Y era divertida, gracias a su humor irlandés, para ganar adeptos.

Gallen murió el mes pasado. Tenía 77 años.

“Hasta el final, cuando sus fuerzas flaqueaban, con una voluntad de hierro, se mantuvo firme a la causa de la justicia, manteniendo su estandarte en alto”, decía el obituario del Arizona Daily Star el día de Navidad.

Gallen era uno de esos raros especímenes que, sin importar sus preferencias o su posición política, no claudicaba en su lucha. Y aunque se metió en los pies de otras personas, incluyendo los de otros activistas progresistas, Gallen se mantenía enfocada en su asuntos, de los derechos de los trabajadores agrícolas a los de los inmigrantes indocumentados y de otras minorías.

“Era una persona de ideas fijas. No retrocedía por nadie”, dijo John Miles, ex líder sindical de la Unión de Trabajadores del Acero y minero de San Manuel. “Nada iba a disuadirla de organizar a la gente en los campos”.

Miles conoció a Gallen a principios de los setentas, cuando ella llegó a Tucsón para trabajar en el boicot nacional a la uva del Sindicato de Trabajadores Agrícolas. En ese tiempo él trabajaba con John Mackoviak, otro minero y líder sindical, quien después se convertiría en el compañero de vida de Gallen.

Miles estaba impresionado por su fervor. Con los años se convirtieron en aliados, marchando, protestando, organizando. Y así como Gallen tomaba en serio sus causas liberales, de la misma forma se reía de la vida que la rodeaba, dijo Miles.

“Era irlandesa hasta la médula”, dijo. A Gallen le encantaba contar historias y era una fanática ferviente de los Fighting Irish de la Universidad de Notre Dame.

Para Pancho Medina, Gallen era más que una activista. Ella era alguien que cambió vidas. La de él.

“Ella me transformó en una nueva persona. Yo no hubiera estado en mi mundo político si no hubiera sido por Nancy”, dijo Medina, voluntario en el Comedor Gratuito Casa María, al sur del Parque Santa Rita, en West 22nd Street.

A principios de la década de los setentas, su mundo político era muy reducido, dijo Medina. Gallen entró en su mundo y modificó sus perspectivas. Ella amplió su visión de la política y la organización. Le pareció innovador que hablara abiertamente de los limitantes efectos del racismo y la discriminación en los latinos y los negros.

Gallen adoptó sus causas mediante su comprensión del nacionalismo irlandés y la lucha de ese país por la independencia. También llegó a conocer la difícil situación de las comunidades minoritarias en las grandes ciudades cuando fue monja católica en la Ciudad de Nueva York.

“Era muy buena para escuchar. Era una persona de rango y archivo. Tenía un gran amor para pelear contra las injusticias”, dijo Medina.

Gallen llevó sus experiencias de vida y sus pasiones al aula.

Cuando dio clases en la Escuela Católica San Juan Evangelista, en el sur de Tucsón, Cecelia “Cece” Aguilar Ortiz estaba en octavo grado. Gallen les había leído “Black Boy”, la autobiografía de Richard Wright sobre su crianza en el segregado Sur; “Hiroshima”, el recuento de John Hersey del lanzamiento de la primera bomba atómica en Japón; y “Grapes of Wrath”, de John Steinbeck, la historia de la migración de los agricultores pobres durante la Gran Depresión. Las alumnos aprendieron sobre el Sindicato y Chávez y sobre los problemas políticos y sociales de Latinoamérica.

“Mi conciencia de los problemas sociales y la conexión de mi sentido de espacio y justicia vino de ella”, dijo Aguilar Ortiz, directora regional del Cuerpo de Jesuitas Voluntarios, un grupo de fe que trabaja en el país y fuera de él.

Aguilar Ortiz habló en la misa fúnebre de Gallen que se celebró en la Iglesia Católica San Juan el mes pasado. Su ex alumna, quien conserva una pequeña bolsa llena de tarjetas con oraciones que Gallen le obsequió, necesitaba decir adiós y gracias.

“Ella fue inspiración. Fue valentía”, dijo Aguilar Ortiz.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La

Estrella de Tucsón. Contáctalo al 573-4187

o en netopjr@azstarnet.com.