La así llamada crisis de la frontera nos está poniendo de nuevo frente a niveles de insensatez típicos en todo lo que se relaciona con inmigración, por más que ésta se encuadre en una temática de refugiados más que de inmigrantes. En ese particular, hay que recordar que todo refugiado es también un inmigrante, después de todo.

La derecha radical no desperdiciaría estos acontecimientos para golpear a una ciertamente desorientada y aturdida administración Obama. Y, sobre todo, para argumentar que esta desbandada de centroamericanos hacia Estados Unidos está originada en las pocas medidas de alivio que la Casa Blanca ha otorgado a la comunidad indocumentada, entre ellas el DACA para los Dreamers.

Todo ello encuadrado en la estrategia de siempre, esto es, machacar con una media verdad, o de plano con una mentira, y repetirla hasta que la gente la crea. Imposible que esto resista el menor análisis, ya que los tiempos entre unos y otros eventos simplemente “no cazan”. Las oportunidades para lucirse en desplantes populistas como los protagonizados por el gobernador de Texas, Rick Perry, están también abundando.

Pero por el otro lado la razón tampoco se impone del todo. A las muy legítimas demandas iniciales del movimiento proinmigrante por condiciones seguras, salubres y dignas para las familias y, sobre todo, para los niños no acompañados se han agregado ahora exigencias no sólo acerca de un debido proceso, sino que también acerca del desenlace “justo” que éste debe tener. En otras palabras, que las decenas de miles de menores deben por fuerza quedarse en Estados Unidos. Anticipar resultados es una contradicción al clamor por un debido proceso.

No sólo eso, se ha empezado a cultivar un discurso eminentemente polítco-ideológico que “culpa” a Estados Unidos por las condiciones de estas naciones centroamericanas y, por lo tanto, le exige que “se responsabilice de las consecuencias de sus políticas” hacia tales países.

Desaciertos mayores ambos. La actitud insegura y timorata por parte del gobierno y sus principales funcionarios no ayuda. Se les ha quitado bastante lo “bravos” que han sido todos estos años contra la comunidad indocumentada. Cosas de la política.

Asumir que los miles y miles de casos de toda esta pobre gente centroamericana pueden ser evaluados masivamente, y sobre todo con marcos eminentemente políticos –como se está haciendo hasta ahora-, no nos llevará muy lejos.

Personalmente, yo no tengo duda de que la mayoría de esta gente se quedará en Estados Unidos. El proceso no permite lo contrario en términos prácticos, por más que el gobierno diga que va a deportar a la mayoría.

Aquí el real problema es el mensaje para los que apenas vienen y la consecuente actuación del gobierno federal al respecto. Por ello, también creo que la actitud de éste último por fuerza se endurecerá con el pasar de los meses, ya que aparte de que la situación amenaza con volverse insostenible, la presión política para el gobierno será terrible y no necesariamente carente de legitimidad.

Una cosa es una cosa y otra es otra. La realidad ahí está, la queramos ver o no.

En cuanto a cómo va a afectar todo esto a una posible solución al problema migratorio original, o sea al real problema migratorio, las cosas no lucen nada bien. Pensamos que cualquier tipo de arreglo que se pudiera dar, así fuese sólo parcial, será grandemente afectado e incluso inhibido por el desarrollo de esta nueva crisis. Una dislocación total no sería remota.

Que nadie se llame sorprendido por ello. En el mundo en general, y en particular en este país, las soluciones políticas no son las totalmente justas sino las posibles. Si se permite al radicalismo de derecha usar este problema como excusa para que este país no haga justicia a 11 millones de inmigrantes indocumentados, la historia nos juzgará severamente.

Y la forma en que esto puede pasar es poniéndoles en bandeja de plata el argumento de que somos irracionales y, sobre todo, de que no tenemos el interés de Estados Unidos –sí señores, de Estados Unidos- antes que cualquier otra cosa en mente.

Si hemos aprendido algo en los últimos 10 años, es que no podemos olvidar que la extrema derecha es especialista en ampliar y en exagerar cualquier cosa que huela a nuestra falta de compromiso y de identidad.

Recordar lo anterior y actuar en consecuencia no es políticamente correcto, pero es la realidad, y eso es preferible. No andemos lloriqueando después.


Become a #ThisIsTucson member! Your contribution helps our team bring you stories that keep you connected to the community. Become a member today.

Contacta a Martín Mendoza en:

mfmtuc@yahoo.com.