Kelly Presnell / Arizona Daily Star

Por casi 20 años, Noel Floresca ha vivido con SIDA.

En esas dos décadas estuvo muy enfermo y creyó que moriría. Ha luchado contra la depresión. En un momento, necesitó de una caminadora para ayudarse a andar. Y aún sigue lidiando con los efectos físicos secundarios ocasionados por los medicamentos que han prolongado su vida.

A pesar de todo eso, Floresca, de 51 años de edad, enfrentó su condición médica con resolución. No estaba dispuesto a morir.

“Tienes que encontrar algo por qué sonreír”, dijo.

En los años que ha tenido que sobrellevar estos problemas, Floresca ha ayudado a otros a confrontar la enfermedad. Ha sido voluntario por mucho tiempo de TIHAN, la Tucson Interfaith HIV/AIDS Network (Red Interreligiosa de VIH/SIDA de Tucsón).

Trabaja en la oficina y ofrece consultoría, con un equipo de cuidadores físicos, a gente que enfrenta un camino similar al que él ha transitado. También trabaja en TIHAN’s Poz Café, una reunión social que se realiza cada mes con personas que son VIH positivas en St. Francis de la Iglesia Unida Metodista de Foothills, en la esquina de Swan y River.

“TIHAN es un pequeño santuario con un gran corazón”, dijo Floresca el viernes 4 de septiembre por la mañana en la oficina de TIHAN en North First Avenue, al norte de East Grand Road. Dice que se debe a que las comunidades de fe de Tucsón ponen su fe para trabajar, en lugar de limitarse a hablar de compasión y entrega.

Aunque en los medios de comunicación pocas veces aparecen notas sobre gente que vive con VIH o que ha sido diagnosticada con SIDA, las condiciones médicas siguen afectando a la gente, modificando su vida y la de sus cercanos.

“Recordamos los primeros días, cuando la gente sentía que no había mucho que se pudiera hacer. Pero eso era antes”, me escribió el director ejecutivo de TIHAN, Scott Blades.

“Ahora hay una nueva realidad en Estados Unidos. Ahora hay esperanza. Ahora hay tratamientos. Ahora hay apoyo. Pero eso nos involucra a nosotros haciendo que se hagan la prueba, que reciban cuidados y se suprima su carga viral, haciendo que se sientan apoyados y ayudándolos a enfocarse en vivir bien en lugar de enfrentar el VIH en depresión y soledad -esa es nuestra mayor esperanza para detener esto: hacer la prueba, dar atención y apoyo”, agregó.

Según el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades, unas 50 mil personas al año son infectadas con VIH. La agencia federal estima que 1.2 millones de personas en Estados Unidos viven con VIH, de las cuales el 14 por ciento no sabe que lo tiene.

Sin embargo, la mayoría de la gente que es diagnosticada con VIH toma precauciones para no infectar a otros y se somete a tratamiento, escribió Blades.

Dos grupos demográficos que son propensos a contraer el VIH son los jóvenes y los adultos mayores.

Floresca, originario de Filipinas, estaba a la mitad de sus veintes viviendo en Los Ángeles cuando se enteró de que era VIH positivo. Unos años después se mudó a Tempe, pero cuando se enfermó gravemente, sin empleo y muy poca esperanza, se mudó a Sierra Vista, donde vivía su hermana. Se fue a vivir con ella y sus dos niños a una casa móvil de dos recámaras.

Para 1998, Floresca se había mudado a Tucsón e iniciado su recuperación con la ayuda médica del Centro de Salud Comunitario El Rio y el Hospital St. Mary’s. Floresca dijo que se estaba preparando para la muerte, pero no quería que llegara.

“Aún no estaba listo”, dijo.

El apoyo emocional y libre de prejuicios que le brindó su familia fue clave en su recuperación, dijo. Su conservador padre y un hermano al que no era muy apegado le demostraron su amor.

El otro punto de inflexión provino de la Fundación del SIDA en el Sur de Arizona, que le encontró vivienda en un complejo de departamentos con otras personas que viven con VIH.

Entonces se dio cuenta de que no estaba solo.

La salud general de Floresca ha mejorado, aunque ha desarrollado problemas auditivos, de riñones y de pulmones. Pero se aferra a su papel de cuidador físico. Disfruta conocer gente y ayudar a los que lo necesitan.

Las personas con VIH/SIDA están viviendo más tiempo gracias a la medicina y al apoyo, pero Floresca pide que no nos volvamos complacientes. Aún no hay cura y permanece la necesidad de seguir educando a la gente, dijo.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.