Esta vez, I.K. Bruto no me llamó, como acostumbra. Ahora tocó a la puerta de mi casa en el oeste de la ciudad y se metió antes de que lo invitara a pasar.

“Y entonces, ¿qué impresión te dejó el foro?”, me preguntó Bruto, mi viejo amigo imaginario, sobre una sesión sobre la gentrificación abierta al público hace poco en El Rio Neighborhood Center, en West Speedway.

Le dije que estuvo bien, pero que no lo vi entre los más de 100 asistentes de varios vecindarios del oeste y centro de la ciudad, así como del área de la universidad. “¿Fuiste?”, le pregunté.

“Amigo, claro que fui, y puedo decirte que la gente está muy molesta”, dijo, acentuando la palabra muy. Entonces, para explicarse mejor, en lugar de molesta usó otra palabra que no puedo repetir aquí.

En efecto, fluyeron muchas emociones reprimidas en el foro organizado por Barrio-Neighborhood Coalition of Tucson, un comité de residentes locales.

Hay enojo por el alza de los alquileres de vivienda en los barrios y vecindarios cercanos al centro de la ciudad, por el creciente miedo de viejos habitantes de la zona a ser desplazados, un continuo enfado por la construcción de edificios de vivienda para estudiantes universitarios alrededor de la universidad, por el tráfico cada vez peor, los conflictos de peatones y ciclistas y preocupación por que la verdadera cultura de Tucsón esté desapareciendo y siendo remplazada por una versión homogénea de lo que podría ser “cualquier lugar de Estados Unidos”.

Tucsón no está sola haciendo frente a la gentrificación. Muchas ciudades están teniendo debates similares sobre el impacto en los barrios más viejos y con creciente valor, muchos de ellos donde ha crecido la gente de color. Hablar de raza y clases no puede quedar fuera de la discusión sobre la gentrificación.

Karen Greene, una de las principales organizadoras de la reunión comunitaria, dijo que esta discusión tenía que darse hace mucho, conforme la presión se ha elevado en los últimos años. No la tuvimos antes porque la recesión económica del 2008 detuvo la conversación sobre gentrificación cuando la economía estalló, dijo el arquitecto Corky Poster, quien vive en Miles Neighborhood, al este del centro de la ciudad.

Para Rebecca Rentería, quien creció en el oeste de la ciudad y que tiene muchos familiares con raíces en Menlo Park y Kroger Lane, la gentrificación significa que ella no puede mudarse más cerca de su papá viudo, quien vive cerca de West Grant y North Silverbell.

“Siempre hemos estado aquí. No podemos decir desde qué generación, porque siempre hemos estado aquí”, dijo Rentería, quien recientemente se graduó de la maestría en Antropología de la Universidad de Arizona. La separación la afecta profundamente y la deja sintiéndose desconectada de su comunidad. Esa tierra y esos barrios son su identidad, dijo Rentería, quien trabaja para el Programa de Jardines Escolares y Comunitarios de la UA.

El hecho de que el incremento en los precios de las casas les impida a ella y a otras personas regresar a esos barrios representa una forma de desplazamiento, dijo.

“Estoy con ella”, dijo Bruto.

Igual que muchos más, le dije, pero agregué que la gentrificación es un asunto de varias capas y muy emocional para todos. Aunque algunos preferirían ver muy poco o nulo desarrollo, éste continuará mientras la economía siga fuerte, y más gente querrá venir al centro y sus vecindarios y estar cerca de una variedad de atractivos culturales y de entretenimiento.

“Eso es a lo que me refiero”, dijo Bruto, impulsado por una taza de fuerte café mexicano. “La gentrificación es real, está sucediendo y está afectando a mucha gente”.

Así es, coincidí, la renovación de los barrios del centro está teniendo un efecto en mucha gente. Eso fue una parte nuclear. Pero también resultó evidente que hay una amplia gama de perspectivas sobre lo que significa la gentrificación, incluyendo la creencia de que el desarrollo no es necesariamente malo.

El hecho de que ahora lo estemos discutiendo es una buena señal, dijo Randi Dorman, desarrolladora en el área central de Tucsón y habitante del barrio Millville, al sureste de Park Avenue y los rieles del tren.

“Me da gusto que se haya dado. Siento que fue una buena forma de abordar un tema muy complejo”, dijo Dorman, quien lleva 16 años viviendo en Tucsón, en una entrevista telefónica.

Dijo que desde el 2002, cuando ella y su esposo arquitecto, Rob Paulus, empezaron a hacer desarrollos, ha tomado consciencia de los “pros y contras de la gentrificación”.

Los desarrollos en las áreas del centro de la ciudad y sus vecindarios requieren de sensibilidad hacia el pasado y a la gente que actualmente vive ahí, dijo Dorman.

Dorman dijo que la gentrificación se dará, pero la clave estará en cómo “proteger el tejido de los vecindarios” y balancear eso con un centro en crecimiento. “Es un reto, pero no es imposible”, dijo.

Bruto se acabó su segunda taza de café y se puso de pie para irse.

“Mira, entiendo que el desarrollo va a seguir. Entiendo que la gente quiera vivir en barrios que antes estaban olvidados a un lado del centro y en vecindarios cercanos a la UA. Entiendo que la economía se está activando.

“Pero lo que también entiendo es que gobernantes locales y estatales están atrayendo a compañías al centro de la ciudad con incentivos financieros y exenciones fiscales, como a Caterpillar.

“Y también comprendo que la gente que ha tenido su casa ahí por muchos años tiene dificultades para adquirir créditos comerciales para arreglar sus casas en los barrios. ¿Qué políticas y programas existen para proteger a los propietarios e inquilinos? ¿Qué tal si hablamos de eso?”, dijo Bruto mientras se alejaba.

Estoy seguro de que lo haremos, le respondí. La conversación apenas comenzó.


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Ernesto Portillo Jr. es editor de la Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.

Traducción por Liliana López Ruelas.