Anna Brinkley no tiene mucho. Tiene una hija y un nieto en Virginia. Y unas cuantas cosas en una bodega.

Por el momento, no tiene un lugar dónde descansar su cabeza por las noches. Duerme en un pedazo de pasto en el centro de Tucsón.

Pero en la mayoría de las mañanas, Brinkley se dirige a una pequeña casa blanca por West 18th Street, cerca de la intersección entre las avenidas South Sixth y Stone. Dentro de esas paredes, Brinkley encuentra refugio y respiro.

La casa es el Albergue para Mujeres Hermana José (Sister Jose Women’s Shelter).

“Me permite seguir”, dijo Brinkley, de 45 años de edad. “Puedo venir aquí, darme un baño y oler bien”.

E, igual de importante, Brinkley y otras mujeres encuentran ahí cosas que para algunos afuera pudieran parecer insignificantes y que las ayudan a sostenerse en sus días difíciles: abrazos, respeto y un lugar donde no son juzgadas.

“Simplemente, una sonrisa me hace el día”, dijo Brinkley.

Desde que abrió sus puertas hace tres años, el albergue les ha dado a las mujeres –adultas solteras y sin hijos- un lugar donde pueden encontrar compañía y algo qué comer. El albergue surgió de un programa de mujeres sin hogar de la Asamblea de la Iglesia del Centro de la Ciudad (Center City Assembly Church), organizada por mujeres de la parroquia católica de Nuestra Señora de los Dolores, en el este de la ciudad, y de su pastor, monseñor Thomas Cahalane. El programa se reubicó en 18th Street porque necesitaba más espacio.

Sister Jose ocupa una casa de renta de aproximadamente 65 metros cuadrados. Puede alojar a 12 mujeres por noche, quienes duermen en catres. Durante el día, seis días a la semana, entre 25 y 30 mujeres llegan cada día para comer y darse un baño entre las 9 a.m. y las 2 p.m. Pueden utilizar las dos lavadoras de ropa y colgar su ropa en ganchos afuera para que se seque.

También pueden desayunar cereal, café y pan. La regulación del condado prohíbe cocinar en el albergue. Las mujeres ven televisión y usan el teléfono, leen o toman clases semanales de bordado. Se van con una bolsa de almuerzo provista por el Comedor de la Comunidad de la Caridad (Caridad Community Kitchen), perteneciente al Banco Comunitario de Alimentos del Sur de Arizona.

Sin embargo, el albergue debe reubicarse. El contrato vence en mayo y no será renovado. El grupo que apoya al albergue, Sisters Helping Sisters, encontró un lugar más grande para seguir con el refugio y para ofrecer más servicios a más mujeres sin hogar de todas las razas, niveles educativos y tiempo viviendo en la calle. La mayoría recibe asistencia social y algunas reciben ingreso por incapacidad; todas están desempleadas.

“Es duro vivir en la calle” dijo Maria Brewton, de 53 años, quien lleva mucho tiempo usando el albergue. “Pero es aun más duro ser una mujer que vive en la calle”.

Existen sólo unas cuantas camas para mujeres solteras sin hogar en Tucsón, quienes frecuentemente son víctimas de abuso y de robo en las calles. La Fundación Primavera, que administra varios albergues y servicios, tiene un lugar con nueve camas para mujeres solteras, dijo Peggy Hutchison, directora ejecutiva de Primavera. El Salvation Army cuenta con 20 camas.

La necesidad de un albergue para emergencias, sin embargo, supera el número de camas para todos los grupos de personas viviendo en la calle.

Los organizadores de Sister Jose –nombrado así por Jose Hobday, espiritualista y monja franciscana nativoamericana que murió en Tucsón en el 2009- intentan reunir 300 mil dólares para comprar y renovar un edificio de 232 metros cuadrados (2,500 pies cuadrados) ubicado en North Main Avenue, frente a la Iglesia Cátolica de la Sagrada Familia, al norte del centro de la ciudad.

En el nuevo espacio podrán pasar la noche 20 mujeres, mientras que durante el día habrá cupo para 65. Eso en la primera fase. Las dos siguientes fases requerirán otros 200 mil dólares para programas y servicios, además de mantenimiento, jardinería y futuras expansiones.

Han llegado poco a poco promesas y donativos reales, pero el albergue, que se costea totalmente por donaciones, tiene una fecha límite.

El refugio ha hecho un poco más fácil la vida para Theresa Encinas, quien vive con un cheque mensual por incapacidad. Ir al albergue le permite llevar una vida sobria. Ahí aprendió a coser y aprendió a leer a través de Literacy Connects.

Encinas ha dejado la vida en las calles y durante los últimos cinco meses ha vivido en un departamento. “Esta pequeña casa es un milagro”, dijo Encinas.

Aunque algunas mujeres experimentan transformaciones en su estilo de vida, la mayoría de las veces es en su interacción diaria que ellas ven hacia delante. Dependen de Sister Jose para la camaradería, para compartir historias e información. Disfrutan platicar con las demás y con las voluntarias que están todo el tiempo en el centro.

“Quiero devolver un poco de las bendiciones que mi esposo (ya fallecido) y yo recibimos”, dijo Jackie Kemp, feligrés de Nuestra Señora de los Dolores que ha sido voluntaria en el albergue dos o tres días a la semana en el último año.

Las voluntarias, mujeres que van desde estudiantes de la Universidad de Arizona hasta mujeres jubiladas, dan la bienvenida a las clientas. Les ofrecen ayuda y conversan.

“Las conexiones que creamos son poderosas”, dijo Evie LaPointe, voluntaria de 25 años de edad de Madison, Wisconsin, quien llegó hace dos semanas. “Le hemos entrado con todo”.

Ese es el espíritu en Sister Jose, entrarle con todo.

Ahora, las mujeres del albergue esperan que el resto de Tucsón también le entre.

Para ayudar contacta el albergue al (520) 909-3905.


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Ernesto Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.