LIONSGATE

Gregory Nava, director de El Norte, una cinta sobre los sueños de los inmigrantes de América Central y la promesa de Estados Unidos filmada hace 35 años y nominada al Oscar como Mejor Guion Original. El Norte será proyectada en algunos cines de Estados Unidos el 15 de septiembre.

Lo primero que advertí fue la voz amigable al otro lado de la línea: “¿José María? Buenos días, soy Greg Nava, el director de El Norte”, escuché en un perfecto español. La llamada me tomó un poco por sorpresa porque había dado por hecho que un asistente haría el contacto.

La entrevista se debía a la proyección a gran escala que tendría El Norte (1983), su obra maestra, este 15 de septiembre a las 2:00 P. M., en más de 200 salas de USA. El motivo del evento era el 35 aniversario de la cinta, la más representativa, en mi opinión, de la temática de la migración. Sería casi imposible reproducir aquí la entrevista en su totalidad, por lo que incluyo aquí un extracto:

Chema: ¿Qué te inspiró a hacer El Norte?

Greg: Mira, yo soy de los dos lados; nací en San Diego pero bebí de ambas culturas desde pequeño (mi abuelo y tíos me llamaban “Goyo” o “Goyito”, acotó). Mi intención era darle alma y corazón al migrante, esas personas que en ocasiones sólo son sombras, que limpian casas, preparan o sirven tu comida, construyen casas, etc. En ese momento nadie hablaba de que en Centroamérica estaba ocurriendo un genocidio que estaba provocando esta migración masiva. Yo quería contar esa historia, por eso mis protagonistas son centroamericanos; quería que el mundo se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo allá.

Ch: Lo primero que me asombró en tu película fue su veracidad, a pesar de las sutiles secuencias donde se puede ver algo de fantasía.

Greg: Sí, en un principio me era difícil entender todo: el origen, las causas, el proceso y las consecuencias de la migración. Lo que yo deseaba era que el espectador caminara en los zapatos de los protagonistas, estos dos hermanos (Rosa y Enrique) que se ven orillados a dejar atrás todo: país, familia y raíces.

Ch: Precisamente fue eso me sorprendió en el filme, que abarcara tanto y de manera tan real.

Greg: Esa era mi intención, por eso la dividí en tres partes; en la primera para contar las causas por las que Rosa y Enrique dejan su comunidad. En la segunda los vemos atravesar México para llegan a la frontera; ahí me importaba mucho que se viera lo del coyote y las ciudades olvidadas que la gente construye para malvivir mientras encuentran un coyote que los cruce. Si se observa bien, se pueden distinguir dos tipos de pobreza: la de su comunidad en Guatemala y la de la frontera; son diferentes, aunque miseria al fin. La tercera parte está dedicada a la vida que tienen en USA, escondiéndose de la migra, bebiendo de la nueva cultura y añorando a su pueblo mientras viven rodeados de desconocidos en un lugar que sienten ajeno. En el filme, por ejemplo, la suerte es un elemento muy importante: o encuentras a alguien que te ayuda o de repente te sacan del país.

Ch: Cuéntanos algo que hayas pasado durante la filmación. ¿Tienes alguna anécdota?

Greg: ¡Uy!, de eso hay mucho. ¡Imagínate!, cuando dirigí Selena (1997) tuve un equipo de más de 150 personas. El norte, en cambio, la hicimos un crew de sólo cinco; todos muy profesionales y enamorados del proyecto. Obviamente no estábamos conscientes de que la cinta tendría el eco que tuvo, pero cada uno estábamos entregados a la historia. Pero sí, anécdotas hay muchas, como el que hayamos tenido que pasar de contrabando los huipiles (trajes típicos) de los personajes, porque en ese entonces estaban muy relacionados con la guerrilla o que en Tijuana hayamos filmado todo a escondidas debido a que la policía nos había prohibido mostrar las ciudades olvidadas.

Ch: Por último, ¿qué te gustaría que pasara con esta proyección de El Norte un solo día y en un solo horario en los cines de EE.UU.

Greg: Ojalá ocurra lo mismo que sucedió hace 35 años. En ese entonces el gobierno escuchó y atendió el problema. Se hicieron leyes y se sensibilizó a la gente sobre esta problemática. Por eso quería que mi película fuera universal, que en todas partes del mundo, tanto los migrantes como quien tiene contacto con ellos, se identificaran con los personajes. Ojalá mi película contribuya a cambiar esta política actual de odio por una de compasión.

La conversación se desvió en muchas direcciones: fuimos de la mitología del Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas, al realismo mágico de García Márquez y Miguel Ángel Asturias. Coincidimos en el deseo de que la cinta convocara a la mayor cantidad de espectadores y que el evento sirviera de plataforma para un cambio profundo en este poderoso país del Norte. Esperemos que así suceda.


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José María Rodríguez es crítico de cine y tv radicado en Guadalajara, Jalisco, México. Contáctalo en chema16sep@hotmail.com