Hace alrededor de 14 años, cuando vivía en Phoenix, Arizona, comencé a escribir la columna de cine Palomeando para La Estrella de Tucsón. Desde entonces nació mi relación con esta ciudad de Arizona, a la que siempre pensé visitar, pero por angas o mangas nunca me había sido posible.
Mis ganas crecieron cuando escribí la reseña del cortometraje El otro Tucsón (Favio Winehouse, 2019), que habla sobre la gastronomía de la ciudad, y cuando hice la entrevista a la tucsonense Mika Boorem con pretexto de su película Hollywood.Con (Mika Boorem, 2019), en la que habla de algunos de sus sitios emblemáticos y sus muy particulares tradiciones.
Fueron estos dos trabajos (y la oportunidad de ir a realizar algunos trámites) los que me decidieron a comprar el boleto, reservar hotel y hacer maletas.
ESCALA EN HERMOSILLO Y NOGALES
Antes de llegar a mi destino hice parada en Hermosillo, Sonora, encontrándome una ciudad limpia, más grande de lo que pensaba y nada caótica, si la comparamos con Guadalajara, la ciudad donde resido actualmente. Pude también sufrir en carne propia el frío terrible que hace en ambos Nogales, lo que me hizo arrepentirme de no haber llevado gorro y guantes (“¡Qué exagerado!”, ha de pensar usted).
Por fin llegué a Tucsón, y fue como a eso de las 9:30 que mi editora, Liliana López, pasó a recogerme a un supermercado llamado Cardenas, en donde tuve tiempo de matar el hambre que me cargaba luego de haber pasado 6 horas en el autobús.
De ahí nos fuimos a las oficinas del Arizona Daily Star, el diario al que pertenece La Estrella de Tucsón, en donde tuve la oportunidad de conocer en persona al diseñador Felipe Lucero (luego de 14 años de haber intercambiado emails de vez en cuando) y a quienes laboran en el periódico, cuyas instalaciones me dejaron muy buena impresión.
Como todo ese primer día fue para hacer trámites (oficinas del periódico, Consulado, banco, oficinas del periódico...), era necesario cerrar bien la jornada con una buena comida.
¡LA SAZÓN DE TUCSÓN!
El lugar elegido fue Boca: Tacos y Tequila, en donde su servidor y Liliana (quien dividió su día entre sus pendientes y yo) satisficimos nuestro apetito con los exóticos tacos del establecimiento. La elección llenó mis expectativas debido a los buenos ingredientes y la variedad de salsas.
Lo que más llamó mi atención de la ciudad fue su paisaje plano y extendido, gracias a lo cual se puede apreciar, en todo momento, un cielo en toda su amplitud, algo que en una ciudad como Guadalajara resulta prácticamente imposible, a menos que se busque un lugar alto para hacerlo.
El primer día había resultado un éxito en eso de los trámites, así que pude emplear el segundo en conocer un poco la ciudad. Aunque debo confesar que buena parte del mismo la pasé en las tiendas, haciendo las compras casi obligadas de una visita relámpago como la mía.
Para cerrar ese día, Liliana y su familia (su esposo Wander y su muy platicador hijo Ian) me invitaron a cenar a BK Carne Asada & Hot Dogs, en donde ordené su famoso Hot dog estilo Sonora y un taco de asada, los cuales no me decepcionaron ni tantito. Debo decir que el lugar estaba casi a reventar en pleno jueves, lo cual habla mucho de su popularidad.
UN CAFÉ Y UN “HASTA LUEGO”
El tercer (y último) día fue para preparar la maleta y despedirme de la ciudad, no sin antes pasar a El Barista del Barrio para degustar de un buen café y tener una última charla con mi editora, en donde intercambiamos puntos de vista sobre lo complicado que es educar a los hijos. Bueno, la de los hijos es ella, pero yo tengo un montón de alumnos en mi haber.
Eso sí, en todo mi viaje de regreso no podía dejar de pensar en que me habría gustado conocer Tucsón un poco más, que un par de días más habrían sido ideales, lo cual es verdad; sin embargo, eso mismo dejó abierta, sin duda, la posibilidad para una segunda visita.