Por muchos años, Andrés Ruiz fue uno más entre un montón de “gente buena tomando decisiones incorrectas”.
Vicios, mala alimentación, un trabajo que “odiaba”, falta de compromiso y de energía. “No me quería a mí mismo”, dice el tucsonense de 35 años nacido en Nogales, Sonora, y criado de este lado de la frontera. “Hasta dejé de verme en el espejo”.
Y no era sólo por las 270 libras que llegó a pesar, dice Andrés, sino por el vacío en su vida. "No tenía con quién hablar, porque mis amigos nomás eran compañeros de vicio”.
Hasta que alguien le recomendó escuchar videos de motivación en YouTube. Uno lo llevó a otro, “y ahora mi adicción eran los videos de Les Brown”. Empezó a hacer pequeños cambios en su rutina. Saber que iba a ser papá también ayudó.
Andrés es ahora guía personal (life coach), propietario de su negocio llamado I Beleive in Myself y comediante.
“Lo que quieres hacer, lo tienes que hacer, o te mueres con arrepentimientos”, dice. “Y yo quería hacer comedia, pero antes no me atrevía. Así que un día fui a Laff’s y lo hice. Me fue muy mal, nomás se rió creo que una persona, y era el amigo que llevé conmigo. Le dije que le iba a comprar la cerveza si me acompañaba”.
Aun así, Andrés decidió seguir.
Además de la comedia, empezó a devorar libros, se capacitó como asesor personal en Lucrative Coaching Academy y como orador en Toastmasters. Empezó a dar pláticas a estudiantes, y “cuando los niños se acercaban al final a decirme ‘estoy pasando por algo similar’, ‘gracias’ o incluso ‘yo me quería morir’, supe que no iba a parar en esto”, dice Andrés.
Pero la experiencia que lo hizo dar el paso para crear su propia marca sucedió en un albergue para niños migrantes. “Ha sido una de las experiencias más bonitas de mi vida", dice. "Esos niños y niñas me dieron tanto amor”.
Recuerda en especial a dos jóvenes centroamericanos, Luis Miguel y Ariel. “Querían aprender inglés y yo los hacía repetir la frase ‘I believe in myself’. Una vez hice el ejercicio de afirmación con 70 niños. Empezaron a emocionarse, empezó a fluir tanto la energía”, narra Andrés, conmovido. “Al poco tiempo nos recortaron, y la despedida fue dolorosa. Yo iba saliendo cuando el Ariel me gritó: ‘No te vayas’. Y ahí nació la idea del negocio”.
Además de sus clientes particulares, Andrés ofrece servicios voluntarios en Veteran Rescue Mission, en la Alianza Nacional de Salud Mental (NAMI) y a un grupo de mujeres latinas que se reúne en el Centro de Recursos Familiares Wakefield.
“Lo más importante es que sepan que todos podemos programar nuestra mente y dar micro pasos en el cambio de hábitos”, afirma. “Si puedo ayudar a cambiar una vida, esa es mi pasión, es lo que me mueve”.