Por Liliana López Ruelas

La Estrella De Tucsón

Durante unos años, Luz Vásquez sintió que tenía cuatro hijos. Se preocupaba por cuatro, los amaba a los cuatro. Pero este 10 de mayo, “Lucy” volverá a celebrar sólo con dos.

Los dos más pequeños, a los que cuidaba día y noche, a los que alimentaba, bañaba, abrazaba y llevaba al médico, se han ido con su otra mamá. Con su verdadera mamá.

Son un niño y una niña. El niño tiene 6 años y la nena sólo 2. A la pequeña, Lucy la cuidó desde abril de 2013, cuando tras más de un mes en la incubadora por nacimiento prematuro le pidieron que fuera por ella al hospital. Era su bebé.

El niño tenía tres años cuando lo llevaron a la casa de Lucy. Fue en el 2012, el Domingo de Pascua.

“El niño llegó llorando”, recordó Lucy. “Mi hijo Luis se fue corriendo a comprarle una canasta. Se calmó; yo le daba abrazos, lo acariciaba, le dije que iba a vivir con nosotros”.

En 2013, desde la oficina de Servicios de Protección al Menor (CPS) le informaron a Lucy que la mamá del niño estaba embarazada y no podría hacerse cargo del bebé; le preguntaron si ella estaría dispuesta a recibirlo en su casa.

Para Lucy, ahora de 50 años de edad, la encomienda de atender a un recién nacido parecía difícil. Casi imposible. En el 2006 había abierto el centro de cuidado infantil Tuty’s Daycare and Preschool, en Broadway y Highland, y estrenaba una sucursal dentro del fraccionamiento Valle del Sur, en el 251 W. 38th Street.

Pero hubo algo que la hizo cambiar de opinión. La mamá de los niños había pedido que los hermanitos estuvieran juntos; si ella no recibía al nuevo bebé, buscarían otro hogar para los dos.

Con eso se reducían las posibilidades de la adopción que Lucy había solicitado y se suspenderían los intentos por descubrir qué tipo de necesidades especiales tenía el niño, quien pasados los tres años no hablaba, no podía controlar sus emociones, se golpeaba continuamente y “sólo comía fresas, bananas y pan”. Además, “ya estaba encariñada”, confió Lucy.

Padres Temporales

De acuerdo al Departamento de Seguridad Económica de Arizona (DES), cuando los niños no pueden vivir en condiciones seguras con sus padres biológicos, el Departamento de Seguridad Infantil (DCS) pone a esos niños bajo el cuidado temporal de un tercero, a lo que se llama en inglés foster care. La separación muchas veces se da bajo una situación de emergencia.

Una vez que los niños están instalados, se crea un plan de reunificación en el que los padres deben remediar las condiciones de inseguridad que los separaron de sus hijos. De los contrario, los niños quedan libres para ser adoptados.

Michaela Luna, supervisora del departamento de Servicios de Familia en la agencia RISE, quien trabajó con Lucy en este caso, dijo que en el Condado Pima hay más de 4 mil niños bajo cuidados temporales. En el estado son más de 17 mil.

Las causas más comunes de separación de sus padres, mencionó Luna, son el abuso físico, negligencia y uso o venta de drogas por parte de los papás. En Tucsón, lo relacionado con drogas es uno de los problemas principales.

La primera vez que Lucy se involucró con el cuidado temporal fue hace una década. Cuidaba niños en su casa, y un día “una mamá llegó destrozada porque le habían quitado al niño que ella tenía (foster)”, dijo.

Lucy planeaba adoptar a otro niño y le sugirió que mejor lo hiciera ella. Hace poco, esta feliz mamá le envió a Lucy una foto de “Baby T”, ahora de 10 años de edad.

Decir adiós

Cuando el pasado viernes 1 de mayo Lucy entregó a los dos niños a su madre biológica -con la consigna de no tener ningún tipo de contacto con ellos durante seis meses, para que los niños se adapten a su mamá-, no era la primera vez que Lucy sufría un desprendimiento doloroso.

Viviendo en Santa Ana, Sonora, el padre de sus dos hijos -Germán, ahora de 31 años, y Luis, de 25- falleció repentinamente.

Los padres de Lucy la cobijaron a ella y a sus pequeños hijos, pero no estaba satisfecha. Era ella quien debía esforzarse para dar a sus hijos lo necesario. Decidida a trabajar por primera vez en la vida, más aún, a comenzar de nuevo, se instaló en Tucsón con la ayuda de su padre.

Al poco tiempo, el papá de Lucy también falleció.

“Ahora sé que mi lindo padre estaría orgulloso de mí”, dijo, profundamente conmovida.

Cuando Lucy llegó a Tucsón no hablaba inglés. Inscribió a sus hijos en un Head Start y ahí conoció a quien considera uno de sus ángeles, Esther Leyva Mcgee, una consejera familiar que le recomendó trabajar en Head Start.

De ahí se fue a Ocotillo Special Education y luego a Craycroft Elementary School. También se convirtió en asistente de enfermera; en ciertos periodos del año trabajaba de día y de noche.

Ingresó al Central Arizona College y, tras cuatro años de combinar estudio y trabajo, se certificó en Educación Temprana Infantil.

“Yo me esforcé porque a mis hijos nunca les faltara nada”, dijo Lucy, “como cuando estaba su padre o cuando estaba su ‘panino’”.

Ellos estarán bien

Hace más de un año, la posibilidad de adopción se esfumó.

La mamá de los niños se esforzaba por recuperarlos y el plan latente era la reunificación.

“Ella quiere ser una buena madre”, dijo Lucy. “No hay mejor lugar para los niños que al lado de su madre. Eso yo lo sé perfectamente y lo apoyo”.

Luna, la supervisora de la agencia, dijo que Lucy hizo un esfuerzo especial no sólo por los niños, sino también por la mamá. Lucy abrazaba a la señora frente a la niña para ayudarla a ganarse la confianza de la bebé.

“Luchó mucho por ellos”, dijo Luna, quien varias veces acompañó a Lucy a la escuela del niño para exigir a las maestras que le dieran la atención especial que necesitaba. “Hizo muy buen trabajo”.

Pero eso no elimina la tristeza de Lucy ante la separación.

“El niño está listo, está feliz porque se va con su mami. Duerme con ella los fines de semana y regresa feliz; eso me hace feliz a mí”, subrayó Lucy, satisfecha por haber contribuido a que al niño le diagnosticaran y trataran el síndrome de déficit de atención e hiperactividad que sufre.

“Pero la niña no. La niña llora y patalea cuando la llevan a visita. Tiene varias semanas pegada a mí, como si presintiera algo. ¿De verdad le va hacer bien a la niña no vernos en seis meses?”, cuestionó Lucy unas horas antes de despedirse de ellos.

“Le he dicho a la niña que se va a ir con mami, que mami la quiere mucho, y que Lucy la va a amar siempre. Ella me limpia las lágrimas con sus manitas”.

Lucy dijo que caminar y confiar en que los niños van a estar bien la reconforta.

Recomienda “a quienes tengan un campito” y el interés de hacerlo que se conviertan en padres temporales. “Estos niños son unos angelitos, tiene que haber gente que pueda ayudarlos”, dijo Lucy.

En el Condado Pima, dijo Michaela Luna, hay sólo 750 hogares que lo hacen. Muchos niños viven en albergues o casas de grupo, donde hay personal para cuidarlos.

En el caso de Lucy, aún no está lista para repetir la experiencia.

Llegó a pensar en entregar la licencia y volver a concentrarse al 100 por ciento en Tuty’s Daycare y en los casi 30 niños que actualmente acuden al centro, donde además trabajan otras cuatro maestras. Pero la va a conservar, por lo pronto.

“Yo no puedo doblarme”, dijo Lucy. “Sí he llorado, sí ha sido duro, pero estoy contenta porque hice todo lo que pude por ellos. Y ellos me ayudaron mucho a mí. Esos niños alegraron mi casa”.


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