Foto Cortesía de Casino del Sol

Desde la izquierda, Eva Fraijo, Julie Figueroa, Anna María Salazar y Elías Salazar en el Festival del Tamal del 2016.

Los tamales han estado presentes en la familia Salazar al menos por cinco generaciones.

Cada generación le ha puesto su toque; una pizca de esto, un poquito de aquello. Los cambios han sido sutiles, nada tan dramático que cambie la magia que durante la década pasada llevó a la familia a la gloria de los tamales en el Festival Anual del Tamal y la Herencia de Tucsón que se lleva a cabo el sábado 5, de 10 a.m a 5 p.m. en el Casino del Sol.

Durante los últimos 10 años, el equipo de madre e hijo que conforman Anna María y Elías Salazar ha puesto a competir sus tamales de elote con chile verde, de carne con chile y de dulce contra decenas de creadores de otros tamales. Han salido con 11 trofeos, la mayoría por su tradicional tamal con chile verde.

“Nos gusta compartir nuestros tamales con la comunidad”, dijo Elías Salazar, de 42 años, quien comentó que siguen usando la receta de su abuela Rita Villa, la cual ella utilizó varias décadas atrás cuando vendía tamales a sus vecinos.

La familia Salazar volverá a competir este sábado 5 de diciembre, cuando se celebre el 11avo Festival Anual del Tamal y la Herencia en el Casino del Sol.

La familia se ha estado preparando para la competencia del sábado desde principios de noviembre. Salazar dijo que quieren llevar al menos 100 docenas de tamales.

Los Salazar le compran el elote fresco de Elfrida al Señor Chema, un vendedor que estaciona su camioneta en South 12th Avenue e Irvington Road. Ahí mismo compran los chiles verdes tatemados.

Salazar dijo que él limpia los elotes y pone las hojas en el congelador para que se conserven verdes, después desgrana los elotes y regresa con Chema para que los muela y los convierta en masa.

Hacer los tamales toma horas, así es que para romper el silencio la familia prende el radio –en esta época del año con villancicos todo el tiempo. O se ponen a contar historias viejas.

“Mi mamá cuenta historias de cuando era niña”, dijo Salazar, y se rió como quien recuerda algo entrañable. “Escuchamos cosas que nunca antes habíamos oído”.

Él tiene sus propias historias que contar, dijo, como aquella de cuando era niño y su abuela los envió a él y a sus primos por todo el vecindario en el sur de Tucsón para vender de casa en casa tamales y tortillas recién hechecitos.

“Yo debí tener como 8 años… hicimos letreros y me acuerdo que el mío tenía un dibujo de una cuchara y un tenedor en medio y decía ‘Se rentan tamales’”, contó.

Salazar dijo que él pertenece a la quinta generación que ha seguido la tradición. Y después de varios años de considerar la idea, él y su mamá, de 65 años de edad, decidieron que van a abrir un restaurante de tamales.


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