Celebramos el Día Internacional de la Mujer a través de las historias de nuestras vecinas, madres, hijas y amigas resilientes al asociarnos con This Is Tucson para esta serie bilingüe especial, Las Mujeres de la Pandemia. Busca las versiones en inglés de este especial en This Is Tucson.
Si bien la pandemia ha cambiado la vida de casi todos en el transcurso del último año, tal vez ningún grupo de mujeres se haya visto más afectado que las mamás.
Son quienes mantienen unidas a las familias, a menudo realizando la peor parte del trabajo para que los hogares funcionen sin problemas. Para muchas mamás, la pandemia ha significado la responsabilidad adicional de ayudar a sus hijos a tomar clases desde casa y al mismo tiempo manejar sus propias responsabilidades laborales.
En todo el país, durante el último año, millones de madres trabajadoras de niños en edad escolar tomaron licencias pagadas o sin goce de sueldo o dejaron sus trabajos por completo para ayudar con la escuela en línea o porque el cuidado de niños ya no estaba disponible o no era seguro, según datos de la Oficina del Censo de Estados Unidos.
Al compartir cómo ha sido vivir, trabajar y criar niños durante la pandemia del coronavirus por casi un año, cinco mamás de Tucsón describieron sus experiencias como desafiantes, abrumadoras y aterradoras. Pero también se han sentido resistentes, creativas, seguras, bendecidas y con los pies en la tierra. Varias de ellas también compartieron lo agradecidas que están por otras mujeres en sus vidas, sus mamás, tías y primas que han ayudado a cuidar a sus hijos mientras trabajan.
Hoy rendimos homenaje a las muchas mamás que han tenido su mundo patas arriba, que hacen malabarismos con el trabajo, la maternidad, la educación en el hogar o las clases virtuales, a veces siendo ellas mismas estudiantes y participando en su comunidad.
Cinco mujeres reflexionan sobre cómo ha sido ser mamá durante el año más inédito de nuestras vidas.
“Fue un gran cambio en poco tiempo”
Como epidemióloga, Anissa Taylor ha pasado por años de entrenamiento y ejercicios para prepararse para estar en la primera línea de una pandemia. Hace un año, cuando el coronavirus comenzaba a afianzarse en el Condado Pima, se sentía lista para lo que le esperaba en el trabajo. Pero, como futura madre primeriza que estaba a la mitad de su embarazo, había mucha incertidumbre.
“Fue casi contradictorio”, dice. “Por un lado, me sentí muy motivada en el trabajo y lista para saltar, y luego, estar embarazada, ser una mamá nueva fue realmente aterrador, ¿qué voy a hacer? No voy a ver a familiares y amigos, no voy a tener un baby shower regular, todas estas cosas que había planeado estaban un poco ... desviadas”.
Para Taylor, cuya hija Aurora nació a fines de julio, casi todas las partes del embarazo típico y la experiencia de una nueva mamá se vieron trastocadas por la pandemia. Las precauciones de seguridad significaron clases de parto en línea, un baby shower con desfile de carros, menos visitas al médico y una cuarentena de dos semanas antes de la fecha de parto para asegurarse de que no daría positivo por COVID-19 cuando llegara al hospital y que no se arriesgara a la posibilidad de ser separada de su recién nacido.
Su novio planeaba ser la única persona de apoyo que le permitieran en el hospital cuando naciera su hija. Pero él contrajo el COVID mientras estaba en una base militar fuera del estado y su periodo de cuarentena no terminó a tiempo para llegar al nacimiento de la bebé, así es que una amiga cercana a Taylor estuvo con ella. Y cuando el médico le preguntó a Tylor quién quería que cortara el cordón umbilical, lo hizo ella misma.
Después de llevar a Aurora a casa, los amigos y la familia de Taylor llamaban y enviaban mensajes, pero tuvo muy pocas visitas y pasó un tiempo antes de que alguien de su familia pudiera cargar a la bebé. No tener ese apoyo social al principio fue difícil, dice Taylor.
“En cierto sentido, eso me ayudó a construir un vínculo más fuerte con ella, porque solo éramos nosotras por un tiempo”, dice. “Ahora que ella crece y casi no la veo porque estoy trabajando de tiempo completo, es como si lo hermoso hubiera sido que hayamos tenido ese tiempo de unión”.
Sin embargo, la alegría de la nueva maternidad estuvo marcada por tremendas pérdidas: la mamá de Taylor falleció solo un par de semanas después del nacimiento de Aurora y su hermano menor murió poco antes de que terminara su licencia de maternidad.
“Probablemente ha sido el año más difícil”, dice Taylor. “Con la nueva bebé, ha sido una bendición, pero debido a todo lo demás, fue mucho ... fue un gran cambio en poco tiempo”.
Cuando regresó a su trabajo en la investigación de enfermedades transmisibles a fines de 2020, que consiste en entrevistar a personas que están enfermas o que han perdido a seres queridos por una enfermedad, Taylor dice que todo lo que ella misma había atravesado ayudó a traer más compasión y empatía a su trabajo.
“Estar en el trabajo me ha hecho ver que no soy la única que pasa por esto. Entrevisto a personas todo el tiempo, y antes de tener a la bebé comenzamos a entrevistar sobre esas primeras muertes que tuvimos por COVID en marzo y abril y realmente me dio la perspectiva de que hay mucha gente en este momento pasando por muchos cambios, la gente ha perdido su trabajo y ha perdido a miembros de su familia, así que en ese sentido supe que está bien, no soy la única que está pasando por esto”, dice.
“En medio de esto encontré mi base, mi centro”
Los dos negocios de Glenda Aguirre se vieron afectados por la pandemia.
Con la cancelación de las ceremonias y celebraciones de graduación, las ventas se desaceleraron en su tienda de Etsy, donde vende parches personalizados para birretes de graduación y no ha podido organizar un evento de coworking para padres que trabajan a través de su negocio Raise a Village desde principios de 2020.
Todavía está “reimaginando” cómo será Raise a Village, pero mientras tanto, además de ayudar a su esposo con las tareas administrativas de su negocio de plomería y ser ama de casa, también ha adquirido un nuevo y papel que la aterrorizó al principio: maestra en casa.
Su hija de 5 años estaba programada para comenzar el kínder en línea en el otoño, pero dos semanas antes de que comenzaran las clases, Aguirre se dio cuenta de que el aprendizaje virtual no funcionaría para su familia. También tiene un hijo de casi 2 años que todavía requiere mucha atención, y durante una sesión de práctica en línea organizada por la escuela de su hija, se hizo evidente que no podría hacer malabarismos con el cuidado de su enérgico hijo menor mientras ayudaba a su hija a mantenerse concentrada en línea.
“En ese momento, ya tenía mucha ansiedad al respecto y dije, ‘mira, eres una madre que se queda en casa, básicamente puedes educar en casa’, aunque en ese momento me aterrorizaba ser su maestra, pero simplemente sabía que iba a ser demasiado para mí y si tuviera la oportunidad de quitarme un poco de esa ansiedad, me arriesgaría”.
La educación en el hogar significa que Aguirre puede adaptar las lecciones de su hija al horario de la familia, generalmente cuando su hijo está tomando una siesta.
Aguirre dice que al principio la pandemia le trajo mucha ansiedad y que pasaba mucho tiempo buscando información sobre todos los posibles problemas y formas en que el virus afectaría la salud de su familia si se contagiaban.
“En medio de eso, encontré mi base, mi centro, no es que no me preocupe por esas cosas, pero he estado trabajando mucho en mi base emocional y creo que necesitaba eso antes de la pandemia”, dice.
“En un momento decidí que tenía que estar bien para mis hijos, para mi esposo y para mí. Estaba de mal humor, lloraba y mis hijos no ven a nadie en todo el día, todo lo que ven es a mí y no pueden vivir con esto, no es saludable para ellos ya encima de todo lo demás, y comencé a trabajar en mí misma y sigo trabajando en mí misma, pero la mayor bendición para mí ha sido obligarme a trabajar en mi bienestar emocional”.
Responsable de la seguridad familiar
Gina Santos ha tenido que ser la encargada de hacer cumplir los límites en su hogar y ha tenido que decir “no” a muchas cosas este año en aras de proteger la salud de su familia.
“Yo soy quien en la casa tenía que asegurarse de que todos siguiéramos el protocolo”, dice Santos, quien es madre de un hijo de 7 años, una hija de 14 años y un hijo de 17 años.
Esto significaba no a los lugares de reunión, no a los deportes de club, no a las carnes asadas y recordarles a todos, incluido su esposo, quien trabaja fuera de casa, que siempre usen sus cubrebocas cuando salen.
“Cuando hablé de ser mamá y tratar de descubrir cómo maniobrar a través de todas las decisiones que tienes que tomar, mi amiga del trabajo dijo ‘tienes que establecer los límites, ellos solo tienen que saber cuál es el límite’, dice Santos.
Quería mantener segura su propia casa, y cuando comenzó a visitar a sus padres, quienes la ayudan a cuidar a su hijo de 7 años unos días a la semana cuando ella va a trabajar en persona como terapista del habla para el Distrito Escolar Unificado de Tucsón, también tenía que asegurarse de que ellos estuvieran seguros.
“Era solo esta pequeña burbuja que tenía, tenía que asegurarme de mantenerla, porque a nuestro alrededor la gente se estaba muriendo”, dice. “Todavía me siento así a pesar de que todos estamos vacunados, excepto mis hijos, creo que siento que realmente tuve este miedo durante todo este año de que podría morir, mis hijos tienen hipertensión ... mi esposo tiene algunos problemas ... creo que de ahí es de donde viene”.
Trabajando desde casa todo “encaja” dice Santos, quien también tuvo que establecer algunos límites en torno a su trabajo y su vida personal.
“Cuando comenzó el COVID, era como si el trabajo nunca terminara, era tan abrumador, porque solo estás tratando de entender cómo hacer todo. Así que las horas se sentían realmente largas”, dice. “Pero luego me metí en eso y me di cuenta de que ‘no, ya no estoy trabajando, la computadora se ha ido”.
Y debido a que pasa tanto tiempo trabajando en una computadora todo el día, es difícil permanecer tan involucrada como le gustaría con su trabajo voluntario en participación cívica y la organización sin fines de lucro Female Storytellers, porque ahora todo es completamente en línea.
“Si me involucrara tanto como quisiera, estaría en la computadora durante 12 horas al día”, dice.
Santos dice que no siempre es fácil estar en casa todo el tiempo, todos están ahí y quieren hacer preguntas durante las reuniones, o sentarse a su lado mientras trabaja y no hay muchas oportunidades para pasar tiempo a solas, pero está orgullosa de cómo su familia se ha adaptado a todos los cambios de los últimos años.
“Creo que mis hijos han prosperado con esto ... están sanos y les está yendo muy bien ... en general, siento que estoy muy orgullosa de que estemos viviendo una pandemia global y que les vaya bien”, dice. “Creo que también mi esposo y yo ... hemos aprendido a ser mejores comunicadores, lo que en realidad no éramos antes de la pandemia. Creo que nuestra relación es mejor, porque nos vemos obligados a estar juntos todo el tiempo”.
”Y luego a las cinco de la mañana del día siguiente, aquí vamos de nuevo”
Dorely Valdez se ha vuelto bastante disciplinada sobre cómo pasa su tiempo este año. Ha tenido que hacerlo, porque en un día cualquiera equilibra su trabajo con el cuidado de su hija de 2 años hasta que su esposo llega a casa, además de sus tareas para la maestría y su negocio de fotografía.
Valdez pasa las primeras horas de su jornada laboral, que comienza a las 5:30 a.m., tratando de hacer todo lo posible por su trabajo en la Universidad de Arizona, el cual ha estado realizando desde casa durante casi un año.
“Cuando (mi hija) se despierta, no es como si se pudiera quedar quieta o yo pudiera simplemente encender YouTube y ella se pondría bien. No, tengo que darle el desayuno, tengo que cambiarla, tengo que ser mamá también”, dice. “Entonces, entre las 9 y las 2:30, cuando duerme la siesta, soy mamá y soy una profesional que voy y vengo entre mi computadora, entre ella, entre reuniones, porque mi trabajo implica muchas juntas en Zoom”.
El trabajo termina a las 3:30 p.m. y desde el momento en que su hija se despierta de la siesta hasta que su esposo llega a casa, alrededor de las 6, Valdez se concentra en su tiempo a solas con su hija. Luego pasa el resto de la tarde estudiando, reuniéndose en línea con sus compañeros de clase y haciendo la tarea como estudiante de una maestría en el Colegio de Administración Eller de la UA.
“Y luego a las cinco de la mañana siguiente, aquí vamos de nuevo con todo”, dice.
Los días de la semana pueden estar abarrotados, pero Valdez considera que el tiempo que tiene para estar en casa con su hija es una bendición.
Descubrir cómo hacer que todo funcionara no fue fácil al principio.
“Cuando comencé a trabajar y ella estaba en casa, no podía concentrarme, no podía desempeñarme de la misma manera. No podía ser una buena madre, no estaba siendo una buena esposa. Quería hacer todo, pero al mismo tiempo fallaba en todo solo porque no sabía cómo hacer todo a la vez”, dice. “Gracias a mi terapeuta, siento que finalmente entendí que solo haga una cosa a la vez y bloquee mi tiempo para ciertas cosas ... esa fue la forma en que pude hacer frente a lo que estamos pasando como sociedad con la mayoría de nosotros todavía trabajando desde casa”.
Valdez también sabe lo importante que es priorizar sus propias necesidades además de satisfacer las necesidades de su familia. Los fines de semana, se dedica a concentrarse en su negocio de fotografía, que comenzó debido a la alegría que le brinda.
“Tienes que cuidarte a ti mismo, nunca te olvides de ti mismo, porque tendemos a hacer eso todo el tiempo, ponemos a todos los demás antes que nosotros”, dice. “Aprendí que si no estamos bien interna y externamente, no podemos ser una buena madre, no podemos ser buenos en cualquiera que sea el caso, una esposa, un estudiante o lo que sea”.
El valor de conectar con los demás
Para Renee Quihuis, el último año se ha tratado de ser creativa en cómo pasa el tiempo junto con sus dos hijos y en cómo se relaciona con su clase de estudiantes de 3er grado.
“Antes de esto viajábamos mucho, llevé a mis hijos a Nueva York, íbamos mucho a California, Texas, Nuevo México y Colorado, y cuando todo esto empezó era como ‘uh oh, estamos atrapados en casa”, dice.
Ahora, Quihuis y su hijo de 8 años y su hija de 7 han pasado tiempo explorando lugares más cercanos a casa donde pueden distanciarse socialmente, como Sabino Canyon, Bisbee y Pinetop. Y han jugado mucho más a Animal Crossing de lo que ella quiere pensar.
Aunque extraña viajar y hacer las cosas que solían hacer en familia, Quihuis dice que pasar el último año principalmente en casa ha ayudado al vínculo familiar y a sentirse más conectados.
“Al principio me volví un poco loca de estar atrapada en casa, pero ahora los voy a extrañar una vez que regresemos a clase, porque no los veré tanto”, dice.
Quihuis da clases en la primaria Elvira, la misma escuela a la que asisten sus hijos, y por primera vez ha podido verlos interactuar como estudiantes mientras aprenden en línea y ella enseña desde casa.
Está orgullosa de cómo sus propios hijos se han adaptado al aprendizaje remoto y a la vida en general durante la pandemia y busca constantemente nuevas formas de animar las largas horas de aprendizaje en línea de su clase de tercer grado.
“Hemos tratado de hacerlo divertido, juego muchos juegos con los niños, leemos muchos libros. He buscado en TikToks ideas divertidas que están haciendo otros profesores. Soy demasiado mayor para TikTok, pero a los niños les gusta y encontré algunos experimentos científicos para hacer con ellos”, dice Quihuis. “Solo trato de hacerlo atractivo, si somos aburridos, si solo nos enfocamos en el trabajo escolar y no hacemos conexiones con ellos, el día es más largo para ellos y más largo para nosotros”.
Quihuis da clases en línea de 8:30 a.m. a 3:10 p.m. y termina su noche dedicándose a dos o tres horas trabajando en sus tareas escolares para su programa de maestría, de modo que sabe lo difícil que es pasar tanto tiempo en una computadora.
Ella sabe que sus estudiantes extrañan verse en persona, por lo que con frecuencia les permite colaborar en el trabajo o tener discusiones en grupos para mantener algunos de los elementos sociales de la experiencia escolar típica. Durante las vacaciones, Quihuis y un compañero de trabajo incluso se disfrazaron de Santa y un elfo y pasaron casi dos días entregando kits de arte, papel y marcadores a la casa de cada estudiante para que tuvieran la oportunidad de verlos en persona.
Si bien algunos niños han prosperado mientras aprenden en línea y sus estudiantes llegan a clase todas las mañanas emocionados y felices de aprender, Quihuis sabe que no siempre es fácil para sus alumnos y es difícil para ella no poder ayudarlos en persona si batallan. Algunos estudiantes están estresados por tomar el examen AzMERIT por primera vez este año y su prioridad es evitar que se sientan abrumados.
“Sigo diciéndoles que todos estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo y que no debemos preocuparnos por las cosas que están fuera de nuestro control”, dice. “Sé que tengo que trabajar en eso, pero les digo lo mismo a mis hijos, solo hagan lo que puedan y si es difícil, lo intentaremos de nuevo mañana”.