Maze Runner: The Death Cure (2018) es de los últimos remanentes (a menos que se destapen próximamente otros más) de una tendencia que imperó en las dos primeras décadas del presente siglo: la indiscriminada adaptación a cine de exitosas sagas literarias infantiles o juveniles.

Lo que tomó forma con la serie Harry Potter (posiblemente la más exitosa de todas), se consolidó con Twilight o Hunger Games y alcanzó su punto más alto en cuestión de calidad cinematográfica con la obra magna del inglés Peter Jackson: The Lord of the Rings.

Las anteriores fueron las franquicias más favorecidas por las audiencias (léase: “que recaudaron más en taquilla”), razones suficientes para que surgieran, por todos lados y sin mucha preparación. Otras que intentaron aprovechar la moda pero que, como era de esperarse, encontraron un público harto de lo mismo y no tuvieron la misma fortuna que el resto; me refiero a The Chronicles of Narnia, The Mortal Instruments, Divergent, The Golden Compass, The Dark Tower (la peor de las peores), entre otras.

La tercera y última entrega de la serie, The Death Cure, llega a las pantallas de cine luego del escándalo que arrastró el grave accidente que sufrió su protagonista (Dylan O’Brien) en pleno rodaje, hecho que no sólo pospuso por mucho tiempo el estreno, sino que también provocó que O’Brien protagonizara el thriller de acción American Assasin (Michael Cuesta, 2017), como una extraña forma de indemnización de la industria.

La trama es la siguiente: ya afuera del primer laberinto y luego de haberse enfrentado en el exterior a nuevos peligros, Thomas (O’Brien), junto a su grupo de aliados, deberá asumir una última prueba si es que quiere liberar al resto de sus compañeros, los cuales permanecen atrapados en una ciudad fortaleza tan complicada que bien podría tratarse del laberinto más difícil de todos.

Si en la primera parte la misión era escapar de uno tan peligroso que podía destrozarlos con cualquier movimiento en falso, en el capítulo final el objetivo será todo lo contrario, ya que para rescatar a sus amigos deberán emplear todas sus facultades y esquivar cada peligro que aparezca en su intento por introducirse a la hermética ciudad.

Además de esta línea argumental, la trama incluye la posible aparición de una cura que resuelva el problema que impregna el exterior. Recordemos que Maze Runner tiene lugar en un mundo apocalíptico en donde una erupción solar provocó una catástrofe mundial que destruyó países enteros, lo que trajo hambre y destrucción en todos lados.

Por si esto no fuera poco, un arma biológica logra filtrarse al exterior, infectando a la mayor parte de los sobrevivientes. Es por eso que lo que ocurra con el grupo de Thomas es tan importante, pues en el interior de este laberinto/ciudad podría encontrarse la única solución posible para sanar a la humanidad.

La cinta se da el tiempo de presentar algunos dilemas morales presentes desde el capítulo inicial, como la lealtad entre amigos, el trabajo solidario y los líderes que oscilan entre el bien y el mal; además, hay un par de preguntas interesantes que quedan en el aire: ¿es válido experimentar con pequeños grupos si con ello se busca hacer un bien mayor?, o ¿es moral que, para proteger a los aún sanos, se elimine a los infectados (por ser un riesgo) en lugar de curarlos?

Completan el elenco Patricia Clarckson como la malvada Ava Paige, Giancarlo Esposito como Jorge, Thomas Brodie-Sangster encarnando a Newt, Kaya Scodelario como la temeraria Teresa y Rosa Salazar dándole vida a la temeraria Brenda.


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