Aunque ya había dirigido un par de cintas medianamente aceptables (“Spanking the Monkey”, 1994, y “Flirting with Disaster”, 1996), no fue sino hasta “Three Kings” (1999) que David O. Russell se ganó el respeto de la crítica, además de un prestigio que ya no ha soltado, lo que en Hollywood le ha permitido seguir utilizando a los mejores actores (o los de moda, por lo menos) para protagonizar sus cintas, cuyos guiones también escribe.

De la mencionada Three Kings, protagonizada por George Clooney y Mark Wahlberg, en donde con una crítica punzante y un humor ácido abordaba el asunto de la intervención norteamericana en el Golfo Pérsico, pasó a dirigir una comedia/drama de tintes existencialistas titulada “I Heart Huckabees” (2004), que también contó con un elenco de lujo: Jude Law, Jason Schwartzman, Naomi Watts, Dustin Hoffman y otros pesos pesados en papeles poco comunes en ellos.

Con su siguiente paso, “The Fighter” (2010), se internó en el drama deportivo histórico, narrando el difícil camino al campeonato que tuvo que recorrer Micky Ward, recurriendo nuevamente a Wahlberg para encarnar al campeón y regalándole a Christian Bale un Oscar en el renglón de Mejor Actor Secundario al encarnar a Dicky Eklund, el adicto hermano del púgil.

“Silver Linings Playbook” (2012), su siguiente proyecto, fue sin duda no sólo su mejor trabajo hasta la fecha sino una de las mejores cintas del año, haciendo lucir como nunca a sus protagonistas: Bradley Cooper, en su mejor papel hasta el momento, y a Jennifer Lawrence, en un rol que la colocó a miles de kilómetros de distancia entre su papel de Katniss Everdeen de “The Hunger Games” y el de la desequilibrada Tiffany, con el cual le llenó al ojo a la Academia, otorgándole su segunda nominación y su primer estatuilla.

Al parecer la inspiración regresó muy rápido a Russell, pues un año fue suficiente para volver con una nueva obra, en este caso “American Hustle” (2013), con la cual recurrió a actores con los que, a excepción de Amy Adams, ya había trabajado en el pasado: Lawrence, Cooper y Bale, en papeles que fácilmente podrían merecer una nominación para cualquiera de ellos.

La cinta, por cierto, presume estar inspirada, aunque de una manera muy libre, en un fiasco protagonizado por el FBI, el cual escandalizó a Estados Unidos.

La trama involucra a un excéntrico artista del fraude llamado Irving Rosenfeld (Christian Bale) y a su atractiva cómplice de nombre Sydney Prosser (Amy Adams), quienes son obligados a trabajar bajo las órdenes de Richie Damasso (Bradley Cooper), un estrafalario agente del FBI que los introduce al mundo de la mafia y los manipuladores del voto en las elecciones.

En medio de los federales y los defraudadores está Carmine Polito (Jeremy Renner), un político apasionado que está lejos de sospechar el papel que jugará en el dichoso operativo. Además de lo anterior está también Rosalyn (Jennifer Lawrence), la rebelde y problemática esposa de Richie, mujer que bien podría convertirse en la razón por la que todo el asunto se convierte en un caos fuera de control.

La verdad es que se pueden contar con los dedos de una mano los directores/escritores capaces de hacer hablar sin parar a sus personajes sin que la credibilidad se caiga o sin que todo suene a verborrea sin sentido. Muy al contrario, Russell tiene tiempo demostrando que es un maestro del diálogo y de las emociones (casi al nivel de David Mamet), doblando al máximo a sus personajes sin que éstos se quiebren.

Hasta la próxima.


Become a #ThisIsTucson member! Your contribution helps our team bring you stories that keep you connected to the community. Become a member today.