LE Martin Mendoza

Angela Pittenger

Todo parece indicar que los tan “cacaraqueados” programas, DACA (ampliado) y DAPA tendrán en realidad ya muy poco valor práctico como paliativos –jamás soluciones- al problema migratorio.

La resolución de la corte federal de apelaciones del Quinto Circuito hace unos días, en donde niega levantar la suspensión que con anterioridad había impuesto el juez federal Andrew Hanen a los programas lanzados por el gobierno federal el pasado 20 de noviembre, es por desgracia un fuerte golpe al inmigrante. Técnicamente, dicha corte tiene aún que rendir un veredicto, ya que la negativa de hace unos días es sólo a dejar que el programa arranque en tanto tal decisión es tomada.

Se puede entonces pensar que aún quedan oportunidades tanto en dicha decisión como eventualmente en el siguiente nivel de apelación, la Suprema Corte de Justicia. Sin embargo, en la práctica lo que todo eso significa es que –como lo han calculado algunos expertos- una resolución final podría consumir no sólo todo este año sino también el siguiente, o sea el último del presidente Obama, que termina su mandato en enero de 2017.

Si el gobierno termina perdiendo en el Quinto circuito dentro de unos meses (la decisión preliminar de hace unos días nos indica que esto es ahora más factible), habría que iniciar la apelación ante la Suprema Corte buscando tal vez una suspensión de las decisiones anteriores antes de una resolución final. Ello nos lleva bien dentro ya del 2016 o más allá. Si ganara en el 5to circuito de apelaciones podría echar a andar los programas de inmediato, pero aun estaría pendiente la resolución de la Suprema Corte, a la cual seguramente apelarían entonces los 26 estados que iniciaron la acción legal. Eso significaría de cualquier modo una tremenda incertidumbre para quien se acogiera al programa en 2016.

Si consideramos que es bien sabido que una vez que la administración Obama termine la gente inscrita a los programas no tendría ninguna seguridad de que éstos continuarán y bajo qué condiciones, entonces tenemos que admitir por fuerza que el hecho de que todavía se estén litigando bien entrado el 2016, o incluso que se tenga una decisión final ya tarde en ese año, los vuelve más bien irrelevantes e incluso inviables.

Es mucho lo que puede pasar, positivo y negativo, cuando se acerque la elección presidencial de noviembre de 2016 y más aun cuando haya nuevo gobierno en enero de 2017.

¿Tendría sentido el que para entonces –en el mejor de los casos- fueran apenas iniciándose los registros para los programas DACA ampliado y DAPA? De entrada no mucho, ya que para entonces un nuevo gobierno, del partido que sea, seguramente tomará una de dos actitudes en contra de ellos: o los repudia e intenta disminuirlos o cancelarlos sin solución alterna, o intenta una reforma legislativa para reemplazarlos.

En todo caso, la presión para eliminarlos sería muchísimo mayor si los programas no hubiesen iniciado o recién acabaran de hacerlo que si ya tuvieran digamos un año o año y medio de vigencia y ya los beneficiados se contaran por cientos de miles.

Si somos sinceros, hay que admitir que estamos hablando de esa “pasta de dientes que una vez que sale del tubo es muy difícil de volver a meter”. Si la pasta dentífrica no ha salido, entonces es más fácil asegurar el tubo sin que nada pase.

Si los programas no inician el registro de inmigrantes antes de que termine este 2015, y nada indica que así será, estarán liquidados para todo efecto práctico aunque técnicamente sobrevivan.

No pocos observadores hablan de una manera de hacer las cosas por parte de la administración Obama en la cual eso es exactamente lo que se buscaba: aparentar que se intentó algo con toda la fuerza y formalidad requeridas para ganarse de nuevo a la comunidad hispana y proinmigrante, pero con los suficientes cabos sueltos como para que nunca se materialice y no pagar así los costos políticos por el otro lado. Es muy difícil pensar que el gobierno no sabía en lo que se metía desde el punto de vista político y legal.

Con todo, es temerario afirmarlo así. De lo que no cabe duda es que es el mejor escenario para la administración. Una sofisticada manera de “patear la lata por el camino” para en realidad dejarle una eventual solución a un futuro gobierno. ¿Inmoral? ¿Y debe sorprendernos acaso?

La ampliación de DACA y el DAPA agonizan, están a unas pulgadas de volverse totalmente inviables en independencia de lo que digan las cortes de aquí en adelante. No se puede seguir fingiendo que no lo entendemos.


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