Universal Pictures

Matt Damon en “The Great Wall”, es un arquero infalible, que se aventura en China para buscar un mítico polvo negro.

Quien tenga planeado ir a ver la reciente “The Great Wall” (2017) y haya visto cualquier otra cinta de su respetadísimo director, el enorme Zhang Yimou, seguramente se va a quedar en espera de algo que, siento mucho adelantárselo, nunca va a llegar.

Por ejemplo, si usted pensaba experimentar esa delicada sensibilidad capaz de arrancarle las lágrimas al rostro más fiero, tal y como ocurrió en “Not One Less” (1999), “The Road Home” (1999), “Riding Alone for Thousands of Miles” (2005) o “Coming Home” (2014), siento decirle que en The Great Wall esos momentos emotivos tan bien logrados brillarán por su ausencia.

Por otro lado (y lamentablemente), también va a echar de menos los impresionantes banquetes visuales (que ya son el sello Zhang) compuestos por escenografías espectaculares y coloridos vestuarios, así como los vio en “Hero” (2002), “The House of Flying Daggers” (2004) o “Curse of the Golden Flower” (2006).

Lo mismo va para las coreografías de combate que deslumbraron a las audiencias en Hero y The House of…, tanto por su estilizada presentación como por sus habilidosos ejecutantes y la ingeniosa utilización de armas y entorno.

Y que quede claro que no estoy diciendo que The Great Wall carece de todo lo anterior, porque si uno pone atención será fácil identificar los episodios en donde el respetado cineasta chino intentó imprimir su estilo, lo malo fue que todo quedó opacado por su intentona de realizar un blockbuster internacional estilo Hollywood.

Basta con ver que es Matt Damon (sigue el whitewashing dando de qué hablar) quien carga con el protagónico de una trama que toma lugar en el símbolo nacional por excelencia de China (su Gran Muralla) para darse cuenta de que todo el proyecto está contaminado por un afán de internacionalización.

Fíjese usted: la historia sigue las peripecias de William, un arquero infalible que, acompañado de Tovar (Pedro Pascal), su fiel seguidor español, se aventura en oriente para buscar un mítico polvo negro capaz de fabricar explosivos, con el cual (y debido a su aplicación para la guerra) piensan hacerse ricos al vendérselo al mejor postor.

Muy pronto los dos oportunistas comprometerán sus verdaderos motivos al ser tomados prisioneros por el ejército encargado de resguardar la seguridad de la famosa muralla; será ahí donde ambos conocerán al enemigo para el cual fue construida esta legendaria maravilla del mundo antiguo: unas criaturas monstruosas que cada cierto tiempo salen de una montaña para destruir todo a su paso.

El dilema de quedarse a luchar con el ejército chino o de continuar con el plan de robarse la pólvora es asumido por el par de mercenarios de manera distinta: mientras uno desea unirse a la lucha, el otro lo único que quiere es alejarse lo antes posible del conflicto con las manos llenas.

Como le mencioné antes, los episodios emotivos (la lealtad, la amistad…) están ahí, pero a medias; las secuencias de combate también están presentes, pero quedan en segundo plano debido a que resulta obvio que se realizaron en una pantalla verde para luego añadir a las criaturas.

Lo más lamentable de todo es que la escenografía y el vestuario es el único momento en donde sí puede exclamar: “¡Ése es Yimou!”, sin embargo, mientras antes éste era un elemento estelar, en esta ocasión se pierde irremediablemente entre tanta animación digital.

La cinta es entretenida en su mayor parte; sin embargo, para un proyecto de este tipo no era necesaria la presencia de un director como Yimou y, por otro lado, para una historia así sobraba la presencia de un actor como Damon.

Completan el elenco la hermosa Tian Jing como la comandante Lin Mae, el desperdiciado Andy Lau (Wang) y William Dafoe como Ballard.

Hasta la próxima.


Become a #ThisIsTucson member! Your contribution helps our team bring you stories that keep you connected to the community. Become a member today.