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Los Chasers eran una banda de 12 muchachos en la Tucson High a fines de la década de 1950. Once eran mexicoamericanos y uno era judío. Todos eran varones, deportistas, y algunos decían que acabarían mal.

Llevaban sus chaquetas grises con diseño personalizado. En la parte posterior con letras rojas se leía: “Chasers” (cazadores), con una copa de martini llena de champán (sí, champán) y una aceituna, y la palabra “Tucson” en la parte inferior de la chamarra.

Estos jóvenes perseguían a las chicas, pero eso no era todo, explicó Renato Rosaldo, de 78 años, uno de los Chasers y quien recibió una beca para Harvard. “El significado no era fijo”, dijo Rosaldo, desde Brooklyn, Nueva York, durante una entrevista telefónica reciente.

Una chamarra diseñada por Dickie Cota-Robles y usada por los 12 Chasers en la década de 1950. Aunque la copa es de martini y lleva una aceituna, en el dibujo Cota-Robles puso champán, porque no sabía con qué licor se hacían los martinis.

Los jóvenes también perseguían cervezas, verdades y sueños.

Rosaldo, profesor emérito de Antropología Cultural en la Universidad de Stanford y la Universidad de Nueva York, entrevistó a sus amigos de la preparatoria en los últimos años y escribió una colección de poesía en prosa, “The Chasers”, que fue publicada este año por Duke University Press.

“Volver a trabajar las entrevistas en poesía en prosa, trabajar para lograr la armonía y asegurarse de que lo que quedaba era fiel a lo que tenían que decir fue desafiante”, dijo Rosaldo. “Llegar a la forma en que formateé los poemas fue lo más difícil al escribir el libro”.

fotos por Rebecca Sasnett / La Estrella de Tucsón

Foto de 8 de los Chasers en una mesita en la casa de Frank Howe el 17 de october de 2019. Conocidos por bandidos, los Chasers crearon una palomilla que perseguía a las chicas, las bebidas, las fiestas, pero también la verdad y los sueños.

El proceso, que incluyó la grabación en video y la transcripción de las entrevistas, tomó alrededor de seis años. El libro incluye experiencias infantiles, historias sobre racismo institucional en el sistema educativo, pobreza, trabajo duro, valores familiares y amistades entre adolescentes en desarrollo.

Cuando Rosaldo recibió copias avanzadas, autografió y leyó el libro a los Chasers. Fue la lectura “más significativa”, porque era el “momento de la verdad, mirar a los ojos del toro”. Los hombres aceptaron su trabajo como fiel a lo que dijeron.

“Lloré cuando fui a casa y le conté a mi esposa lo que pasó”, dijo Rosaldo con una sonrisa. “Lloro mucho ahora que soy viejo”.

REENCUENTROS

La mayoría de los Chasers se graduaron en 1959 y nunca más se reunieron hasta su 50ª reunión de Tucson High en 2009. Se encontraron en el patio de The Shanty, un bar irlandés en la parte norte del centro de Tucsón. Es un punto de reunión para muchos trabajadores y graduados de la UA, profesores, periodistas y políticos.

Una foto enmarcada de los 12 Chasers, tomada en la reunión de los 50 años de su generación de la preparatoria, en el 2009. Los Chasers estudiaron en Tucson High en los años 50’s. Sus historias están en un libro de poemas en prosa escrito por Renato Rosaldo y publicado este año.

Esa reunión inundó a los hombres de recuerdos de camaradería, personas y lugares que nunca olvidarán, y de la importancia de ser un salvavidas para los adolescentes. Las reuniones de la prepa han continuado para estos jubilados y una más se realizó el 24 de octubre en el Viscount Suite Hotel, en 4855 E. Broadway.

Dos Chasers, Andy Contreras, gerente de producción de supermercados en Los Ángeles, y Richard Rocha, abogado de Riverside, California, han muerto. Además de Rosaldo, los Chasers restantes incluyen a Frank Howe, director en el Distrito Escolar Unificado de Tucsón. Originalmente era de Pirtleville, en el sureste de Arizona, y de niño era campesino, trabajando junto a su familia mientras seguían los cultivos hasta los campos y huertos de California. El libro comienza con su historia, “Walnuts” (Nueces), y cuenta el trabajo agotador, la vida en un campo de trabajos forzados y cómo era seguir las cosechas hasta que estuvo en sexto grado y se mudó con su familia a Tucsón.

Una foto vieja de cuando Frank Howe, uno de los Chasers, cuando estaba en la preparatoria.

También está Dickie Delahanty, un bombero y paramédico de Tucsón que ayudó a combatir el histórico incendio del Hotel Pioneer en 1970, y Dickie Cota-Robles, un inspector de campo del sur de Arizona para un contratista mecánico. Cota-Robles diseñó las chaquetas de los Chasers, diciendo que puso champán en la copa de martini porque no sabía nada sobre bebidas. Él y su primo, Bobby Shoumaker, neurólogo en San Antonio, Texas, fundaron el club social Tucson High en 1956-1957.

Los Chasers restantes son Louie Dancil, quien dejó Tucson High y se graduó de Pueblo en 1959. Se convirtió en un hombre de negocios y comparte historias de contrabando de marihuana desde México y Jamaica hacia Arizona mientras pilotaba una Cessna, y finalmente cumplió tres sentencias en prisión. “Me metí en el tráfico por la adrenalina y la avaricia”, dijo Dancil.

Luego está Ray Escalante, un artista y cantante Tex-Mex que se presentaba regularmente en Nogales, Río Rico y Patagonia; Ralph “Ginger” Estrada, un abogado de Phoenix; Dr. Richard Koenig, psiquiatra en East Quogue, un pueblo en Long Island, Nueva York; y Freddie Ochoa, un estimador en mudanzas y almacenamiento que ahora vive en Pinetop.

HISTORIAS

Una amiga íntima del grupo es Angie López, quien era la novia de la prepa del capitán del equipo de natación, Rosaldo. López se convirtió en maestra bilingüe en el Distrito Escolar Unificado de Sunnyside y dueña de una tienda religiosa.

López describió a los Chasers como inteligentes, pero dijo que se mantenían en secreto porque no querían parecer nerds o sentirse avergonzados como “niños estudiosos”. Los que se burlaron de ellos lo hicieron por celos, dijo.

Renato Rosaldo

Rosaldo explicó que Estrada le enseñó a tener dos juegos de libros, uno para la escuela y otro para la casa. Devoraba los libros en casa, estudiando, aprendiendo llas materias y memorizando datos. En la escuela no cargaba los libros, los dejaba en el casillero, y así nadie se burlaba de él.

Los cazadores eran jugadores de futbol americano, beisbol y basquetbol y atraían a las chicas americnas. Otro estudiante de la Tucson High, Tom King, “decía que ‘los chicos americanos se sentían celosos, se preguntaban por qué llegaban a sus fiestas, no sabían que las chicas los habían invitado’”, recordó López. Ella dijo que había lealtad entre los Chasers, se respaldaban mutuamente. “No fue algo que se hablara, simplemente era así”.

Estos hombres ahora miran hacia atrás a su adolescencia y pueden reír a carcajadas. Entre los recuerdos están los años en que merodeaban casas en el barrio rico El Encanto, justo al oeste de lo que ahora es El Con Mall. Una vez que descubrieran quién estaba de vacaciones, se iban a nadar a su alberca por la noche. Una vez, Escalante olvidó su traje de baño y saltó desnudo a la piscina. Alguien llamó a la policía. Cuando llegaron los policías, los Chasers corrieron y la gran luz iluminó a Escalante que iba “corriendo por la calle desnudo”.

Dickie Delahanty, izq., Frank Howe, Angie López, Louie Dancil y Dickie Cota-Robles posan para una foto en la casa de Frank Howe el 17 de octubre de 2019. En la mesa tienen una foto de Richard Rocha, otro de los Chasers..

Finalmente, los cazadores alquilaron habitaciones y fueron a nadar a un hotel en el extremo noroeste de Tucsón, y una vez fueron invitados por Dancil para ir a nadar a la casa de su tío en Casas Adobes. Cinco Chasers endaban en carro, tres tenían Chevrolets, uno un Mercury y otro un Dodge convertible, lo que hacía que los adolescentes anduvieran por toda la ciudad.

Otra historia divertida llevó a los Chasers a la cárcel de la ciudad antes de que fueran transferidos a “Madre Higgins”, como se conocía el centro de detención juvenil. Tomaron un desafío de los estudiantes “gringos” de Tucson High para una guerra de naranjas en la escuela. Era el último día de clases de su tercer año. El grupo se fue al barrio de Sam Hughes a recoger naranjas de los árboles o en las banquetas. Llenaron el asiento trasero y la cajuela de un Chevy y regresaron a la escuela. Las naranjas salieron volando por todo el campus y los pasillos. Pero, los Chasers terminaron siendo los únicos detenidos. Se los entregaron a sus padres, y las autoridades dejaron que los papás determinaran los castigos. Algunos tuvieron castigo, otros no.

Rosaldo recordó partes de su infancia. La familia de su padre se mudó de Minatitlán, Veracruz, a la Ciudad de México cuando era niño. Después de un año de universidad, su papá, también llamado Renato Rosaldo, emigró a Chicago, recibió su doctorado en la Universidad de Illinois y se casó con Betty Potter, una mujer norteamericana. Más tarde, dio clases literatura mexicana en el Departamento de Español de la Universidad de Wisconsin. A Rosaldo le gustaba crecer en Madison con sus amigos y la nieve, practicar deportes y ser un buen estudiante. También sintió dolor cuando comenzó a olvidar el español, explicando que una parte de él murió entonces.

Luego, en la década de 1950, se mudó a Tucsón con su familia cuando su padre fue contratado como jefe de lenguas romances en la Universidad de Arizona. Rosaldo hizo un nuevo amigo, y un día escuchó al amigo decir “cochinos mexicanos”. El amigo miró a Rosaldo y le dijo que no se refería a él.

Pero las palabras tocaron una fibra sensible y Rosaldo se dijo a sí mismo que tenía que volver a aprender español y convertirse en mexicoamericano. Recordaba conversaciones con su abuela, Mamá Emilia, mientras ella cocinaba chilaquiles y arroz con pollo. Tomó tiempo, pero su español finalmente volvió a fluir.

Después se unió a los Chasers, que se convirtieron en sus protectores y amigos de toda la vida.


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Contacta a la reportera Carmen Duarte en cduarte@tucson.com o al 573-4104. En Twitter: @cduartestar