Fernando Burruel vino de otro tiempo, de otro lugar.

Nació en Sur Tucsón, pero pasó gran parte de su juventud yendo y viniendo entre el rancho de la familia en Sahuarita y su casa en West 29th Street, al lado del Valencia Market. Esa era la casa de la familia y punto de reunión para los primos, tíos, tías y amigos. Su familia era pobre y muy trabajadora.

Dejó la escuela después de 6to grado para trabajar. Trabajó en el rancho. Vendió tamales de puerta en puerta. Cosechó algodón y lechuga. En un tiempo pegó ladrillos y por más de 30 años fue carnicero en Fry’s.

A Burruel le fascinaba cantar y aprendió a tocar la guitarra. Tocaba en un mariachi y con dos amigos, los tres llevaban serenata a sus mamás y a otras mujeres en el Día de las Madres. Se casó, y él y su esposa, Cecilia León Burruel, del Barrio Hollywood, criaron a dos hijas.

“Nando”, como era conocido, representaba las vidas y experiencias de muchas familias del Sur de Arizona cuyas raíces se extienden por ranchos y barrios. Nando murió el 30 de noviembre a los 80 años y su familia celebró su vida el pasado martes en la Iglesia Católica San Pio Decimo.

El jueves 13 de diciembre conocí la vida de Burruel, su familia y su modo de vivir. Me senté en la pequeña mesa en la cocina de la casa que la familia de Burruel construyó hace unos 75 años, con sus dos hijas, Elvira León Burruel e Isabel Burruel Smutzer, y su hermana, Rosario Burruel Mendibles, quien vive en la casa de West 29th Street, la cual sigue siendo el punto de encuentro para reuniones y celebraciones familiares.

Recuerdos y lágrimas fluyeron sobre el café y el pan dulce.

“Para mi papá todo era familia y música”, dijo Smutzer, quien trabaja en la Oficina del Fiscal del Condado como supervisora de personal y asistente de la fiscal Barbara LaWall.

Para Elvira, sargento mayor en el Ala 162 de la Guardia Nacional Aérea, su papá era reflejo de las costumbres más simples y honorables. “Era del tiempo en que un apretón de manos era un apretón de manos”.

Y para Mendibles, tía Chayo para sus sobrinas y sobrinos, su hermano era un hombre alegre, generoso, amigable, solidario, entretenido y encantador, pero sobre todo “era un gran hermano”. Le confiaba todo a su hermana menor, “como si se estuviera confesando”, y nada le gustaba más que llevar algo dulce a la casa.

Para la familia, Burruel era un hombre sencillo de Sur Tucsón que “conocía la importancia de la familia, la tradición y el trabajo duro, y lo inculcó en su familia”.

Burruel era un hombre genial y feliz. Sin embargo, sus hijas sabían que su papá enfrentó duras batallas al crecer en el Sur de Arizona de la post recesión que llevó a la Segunda Guerra Mundial.

Sus padres fueron Antonia Gallego Bernal y Manuel Burruel, segundo esposo de ella y originario de Ures, Sonora. Su mamá era parte del gran clan de los Gallego que habitaban en El Bajío, área ganadera de Sahuarita. Cuando Burruel tenía 3 años, su papá murió. Su tío Casimiro Gallego, “Tío Milo”, se convirtió en su figura paterna en el rancho.

Cuando estaba en el rancho, Burruel atendía el ganado, a las gallinas, recogía algodón y asistía a la vieja escuela de Sahuarita. Iba y venía entre el rancho y la casa de la familia de Sur Tucsón, de manera que también asistió a las escuelas Ochoa y Carrillo.

El su andar, Burruel aprendió de joven a tocar la guitarra y memorizó las viejas canciones que cantaba la familia o que escuchaba en el programa de radio de Jacinto Orozco, “La Hora Mexicana”, en KVOA.

A Burruel le gustaban la guitarra y las canciones. Años después, él y sus mejores amigos de la infancia, Conrad Mendoza y Oscar Islas, se volvieron famosos por sus serenatas del Día de las Madres. Cuando era joven, Burruel también formó parte del Mariachi Cuervo.

“Era el alma de la fiesta”, dijeron sus hijas.

Y fue en una fiesta donde conoció a su futura esposa. Por supuesto, fue en la casa de West 29th Street en una boda familiar. Después de que su papá conoció a su mamá, él quedó flechado, dijeron las hijas de Burruel.

“Nunca la soltó”, dijeron. Y era en serio. Burruel, quien no tenía carro, caminaba de su casa en Sur Tucsón hacia el oeste, o conseguía un raite, para ver a Cecilia. Se casaron en septiembre de 1962 en la Iglesia de Santa María Margarita en North Grande Avenue y empezaron su vida juntos y su familia.

Era una vida sencilla y vivida con orgullo para la joven pareja que se mantuvo casada por 55 años. Durante un periodo breve, él pegó ladrillos construyendo el edificio Home Federal Savings, en North Stone Avenue en el centro, ahora conocido como Legal Services Building, donde trabaja su hija Isabel.

Él trabajó como carnicero y ella limpiaba casas. Apoyaban a sus hijas y les infundieron el amor por la familia y los valores de respeto, amistad y trabajo arduo. Y Burruel siempre le recordó a la familia que debía mantener sus valores, como él lo hacía.

Al final, Nando tocó su guitarra cada día hasta su última mañana, cuando fue llevado al hospital.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.

Traducido por Liliana López Ruelas.