Agencia De La Asociación Norteamericana Del Corazón

María Hernández se desconsoló cuando le diagnosticaron diabetes tipo 2. No entendía cómo controlar la enfermedad y pensaba que se le había condenado a la muerte. Su frustración motivó a su hija, Rosalba, quien en ese momento hacía una maestría en salud pública, a estudiar cómo la enfermedad afecta la salud emocional.

Pero después de varios años de investigar los efectos de la depresión y la ansiedad, Rosalba Hernández, quien ya tiene un doctorado, está encontrando que hay un factor positivo con sus propios resultados tangibles en la salud: El optimismo.

Hernández es una de varios investigadores estadounidenses que estudian cómo el optimismo –el tener una actitud positiva sobre el futuro— puede conllevar a un corazón saludable en los latinos.

Los hallazgos de su estudio más reciente no se han concretado, pero hasta el momento los datos sugieren que tener un mejor panorama de la vida conlleva a una mejor salud cardiovascular.

Su interés en el optimismo se originó hace unos seis años, después de un viaje con su iglesia para servir como voluntaria con grupos de asistencia a inmigrantes en la frontera de Arizona con México. Hernández, quien nació en Chicago, dijo que quería ver con sus propios ojos qué vivieron sus padres —inmigrantes mexicanos— décadas atrás cuando vinieron a este país.

“Cuando regresé, pensé, si hay gente que es optimista y fuerte, esos son muchos de los inmigrantes”, dijo Hernández, profesora agregada en la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Chicago en Urbana-Champaign. “Lo dejan todo atrás. No saben a qué vienen”.

Quizás las sospechas de Hernández son acertadas.

Los resultados de encuestas nacionales de los últimos 10 años muestran que los hispanos y latinos en Estados Unidos tienen un panorama positivo de su vida y futuro –y en algunas encuestas expresaban más optimismo sobre el futuro que los estadounidenses negros y blancos. Además, según estadísticas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, los hispanos y latinos tienen un índice más bajo de enfermedad cardiaca que los negros y blancos.

En su nuevo estudio, Hernández y sus coinvestigadores analizan la puntuación de medidas de salud cardiovascular y optimismo de casi cinco mil adultos hispanos y latinos. Algunos de los participantes ya tenían una enfermedad cardiaca. Ella espera que los hallazgos se publiquen en los meses que vienen.

Hasta ahora, los estudios que han vinculado el optimismo con un corazón más saludable se han hecho en su mayoría en muestras de personas de raza blanca, dijo John M. Ruiz, profesor agregado de psicología clínica en la Universidad de Arizona y uno de los colaboradores de Hernández.

Los resultados, dijo Ruiz, podrían aclarar cómo el optimismo en los hispanos y latinos cambia su riesgo de enfermedad cardiaca y, para aquellos que ya la tienen, cómo se recuperan de una cirugía del corazón. “Esto es sólo el comienzo”.

Pero, ¿cómo aprovechan los médicos el optimismo de una persona para animarla a que haga más ejercicio o coma más saludable? ¿Se puede usar la actitud jovial de una persona para prevenir y tratar la enfermedad cardiaca en grupos de personas?

Héctor González, con doctorado de la Universidad Estatal de Michigan, es escéptico de su utilidad.

“¿Cómo hago que una persona sea más optimista?” dijo González, psicólogo clínico que ha investigado la depresión y demencia en latinos. “¿Cómo hago que una población entera sea más optimista? No sé cómo hacer eso”.

Sin embargo, piensa que la investigación de Hernández es interesante.

Hernández espera que los médicos usen una estrategia de tratamiento más holística para sus pacientes. También tiene la esperanza de motivar al gobierno a dedicar más fondos a servicios de salud mental.

Lo que se necesita ahora, dijo, son estudios de largo plazo para determinar si las personas de cualquier raza que no tienen enfermedad cardiaca son optimistas porque sus corazones están saludables o si sus corazones están saludables porque ven la vida color de rosa.

“Eso nos da una mejor pista en cuanto a causalidad”, dijo. “¿Qué vino primero: la gallina o el huevo?”.

Ahora, la inspiración de su investigación va más allá de su mamá –se extiende a los 53 millones de hispanos y latinos que viven en EU.

“Soy la comunidad que estudio, y por eso es importante para mí”, dijo Hernández.

Hoy en día, su madre, de 68 años de edad, tiene controlada su diabetes –en parte porque se siente a gusto con su médico, quien habla español. Él celebra el éxito que ha tenido en controlar su condición y le interesa su bienestar emocional.

“Parece que tiene un futuro más feliz y optimista, como que, ‘esta enfermedad no acapara mi vida. Soy más que esta enfermedad, y tengo a gente que me ama’”, dijo Hernández.


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