Pablo Lechuga es reconocido en Nogales, Sonora, por tres décadas de periodismo de nota roja. Ahora escribe un libro.

“Había veces que hasta pasaba los balazos en vivo en la radio mientras me escondía atrás de un carro o un arbusto”, expresa Pablo Lechuga Bórquez, sonriendo. “A la gente le encantaba eso”.

Lechuga, un reconocido presentador de radio y periodista de la nota roja, un hombre que tiene mucho entusiasmo por la vida, originario de Nogales, Sonora, recuerda con energía en el restaurante La Posada, mientras toma un café, lo que fue su niñez y su trayectoria como uno de los primeros locutores en Radio XENY.

“Había un eslogan que grabó don Ramón Guzmán, ya fallecido”, expresa Lechuga. “Me lo hicieron a mí, y decía:‘ Mientras la prensa imprime y las cámaras filman, Radio XENY ya lo dijo’”.

Muchas personas en el restaurante lo saludan mientras él platica sentado en la mesa de la esquina sobre lo que fue su vida.

“Mira, ¿ves ese señor que está ahí? Es electricista”, dice Lechuga. “Ese señor que está allá es boxeador; él repara refrigeraciones; él tiene una agencia de edecanes; este otro es periodista; aquel es peluquero”.

Mientras platica de sus anécdotas golpea la mesa, se levanta con fervor, alza su voz y relata las historias de lo que para él era una vida cotidiana pero para otras personas resulta algo fascinante de escuchar.

“Ay, qué bonito, me encanta cómo cuenta las historias,” dice una señora que pasando por la mesa lo escucha platicar.

El mediano de 14 hermanos, hijo de Tirzo Lechuga Gámez, defensor laboral autodidacta, y de María Bórquez Zamudio, explica que siempre le apasionó reportear la nota policiaca.

En muchas ocasiones los mismos habitantes de Nogales le marcaban y le avisaban de sucesos importantes, a donde él acudía de inmediato, dejando a su familia hasta en fechas importantes, como Nochebuena y Año Nuevo.

“Los días 25 de diciembre y 1 de enero, yo tenía que estar en la radio a las 8 a.m. informándole al público lo que había sucedido la noche anterior, la gente estaba ansiosa”, expresa Lechuga. “Mi esposa siempre fue muy comprensiva conmigo, por eso la adoro”.

“Había veces que hasta dejaba la comida a medias porque me hablaban que había una balacera y corría para ser el primero en llegar”, dice Lechuga, padre de cuatro hijos y casado con Luz María Hernández.

“También acostumbré a mi esposa a dormir con el radio prendido, para en cuanto escuchara un suceso importante salir corriendo a las tres o cuatro de la mañana”, dice, y con sus brazos hace como si se estuviera cambiando para ir a trabajar.

Vena de reportero

Sus inicios en la radio fueron algo inesperado, pero “lo traía en la sangre”, describe Lechuga.

El locutor Marco Antonio Guevara García, tío de la ex velocista y política nogalense Ana Gabriela Guevara, en una ocasión le pidió los detalles de un incendio ocurrido donde hoy se encuentra el Hotel Caribbean, por la calle Belisario Domínguez.

Lechuga recuerda haber visto a la señora afectada llorar, y él lloró junto con ella. Grabó el suceso y Guevara lo transmitió al aire, acto que le gustó al público, por lo que fue invitado a participar en la radio con el llamado Flashazo Informativo a mediados de 1970.

Desde entonces dedicó su vida a informar al público sobre la nota roja de Nogales.

Recordó que durante esa época el periodismo era muy distinto. “Tenía que pedir prestado un teléfono en la casa o farmacia más cercana al suceso”. Cuando lograba llamar a la radio, inmediatamente lo ponían al aire para que diera el “flashazo”.

El mayor orgullo de Lechuga era ser el primero en llegar y dar primero la noticia. “Me acabé dos carros, porque siempre andaba bien rápido para llegar”.

Y reflexiona que el periodista debe tener cierto espíritu social, de ayuda a la comunidad, “de informarle y de hablar con las autoridades para ayudar a una familia: que no hay luz, que no hay agua, que no hay drenaje. Tú informas que no hay”.

Lechuga sabe que dejó huella en la gente de Nogales, porque cuando lo ven no sólo lo saludan sino que le preguntan cuándo volverá a la radio.

Maestro

César Barrón, radiolocutor de XENY, tomó el lugar de Lechuga y dice conocerlo desde hace ocho años, no sólo en el ámbito profesional sino también en el personal.

“En una ocasión, por allá en el 2009 más o menos, nos tocaron unas balaceras y de tanto trabajo que había llegamos a un abarrotes, pedimos pan birote, queso y jamón e hicimos una torta”, dice Barrón. “Eso comimos y seguimos trabajando, no había tiempo de nada”.

Lechuga fue maestro de ciencias sociales e historia en secundaria, al mismo tiempo que se dedicaba a la radio.

Era un hombre muy ocupado, dice, “hasta que un día abrí los ojos y me di cuenta que mis hijos ya estaban grandes, entrando a la preparatoria. Me hubiera gustado llevarlos al Kínder, a la primaria, no a la prepa o a la universidad”.

Pero su dedicación dejó frutos. “De él he aprendido sobre cómo era el trabajo antes, que no todo es trabajo, que también hay que atender a la familia”, dice Barrón.

Lechuga ha dejado huella en Nogales no sólo por su pasión por el periodismo sino también por su famosa frase de “Al parecer, dijo Pablo Lechuga”.

Barrón dice que sumaestro tenía sus propias características que “lo hacían único en comparación con los demás”.

Una familia muy mexicana

Lechuga dice que creció dentro de “una típica familia mexicana; comíamos frijoles con queso. Tuve una infancia muy feliz”.

Recuerda que tenía alrededor de 12 años la primera vez que fue al cine.

“Le dije a mi mamá que me diera dinero para ir al cine, que en ese entonces costaba un peso”, narra Lechuga. “Al tener 14 hijos que mantener, mi madre me dijo que no tenía dinero para darnos a todos para ir al cine. Entonces salió el miércoles de 2 x 1, y me colaba con los que iban solos al cine, y me gustó”.

Vió las películas de El Santo, Tarzán, El Llanero Solitario. “Yo ni tenía televisión”, anota Lechuga. “Me la pasé jugando a las canicas, al papalote, al trompo, al chapote, al balero, a las encantadas, etc., etc.”.

Empezó a ganarse la vida desde pequeño vendiendo chicles, dando bola a los zapatos y vendiendo periódicos como El Noroeste, donde le daban la mitad del precio del periódico como comisión, en ese entonces 15 centavos.

Actualmente está jubilado, disfrutando y descansando como nunca antes lo hizo, tomando siestas por todas aquellas noches en vela.

Pero tampoco se ha quedado completamente quieto. Al sentir el peso de la rutina, decidió escribir un libro: un capítulo por mes.

Le gustaría que fuera publicado cuando él muera.

El libro trata de todo lo que hizo, de las noticias que cubrió.

“Voy a poner todas las maldades que hice y todas las bondades que hice”, añade Lechuga.


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Silvia Sánchez es estudiante de periodismo de la Universidad de Arizona y aprendiz en el Arizona Daily Star. Contáctala en starapprentice@tucson.com.