Por Liliana López Ruelas
La Estrella de Tucsón
Douglas, Arizona.- Con apenas algo más de 18 mil habitantes y una vida económica y social decaída, Douglas no figura entre los destinos probables de los caribeños que emigran a Estados Unidos.
Robert Yaffet Uribe tampoco imaginó llegar aquí.
Contra toda probabilidad, aparentemente movido por los hilos del destino -o por los planes de Dios, como confía él-, este 8 de junio, el mismo día en que cumplió 32 años de edad, Uribe rindió protesta como alcalde de Douglas.
“Lo menos que yo me esperaba era que me iba a mudar a Douglas e iba a ser el próximo alcalde de la ciudad”, dijo Uribe, emocionado, en el restaurante dentro del emblemático Hotel Gadsden.
“Tengo 31 años, seré el alcalde número 31 de Douglas, AZ. El 8 de junio es mi cumpleaños y es también el día en que tome posesión del cargo. Hacerme el alcalde más joven de Douglas y el primer afro-latino en servirle. Wow!!! Dios definitivamente tenía un plan!”, escribió Uribe en inglés en su cuenta de Facebook el 4 de junio.
Pero postularse y ganar la elección sin experiencia política previa no fue su primer desafío a las probabilidades. Lo hizo también cuando junto con su esposa, Jenea Sánchez, abrió Galianos Café & Smoothies en una cuadra semiabandonada de la antes boyante Avenida G.
“La gente nos decía que no iba a funcionar. Que aquí la gente toma café en su casa”, dijo Uribe. Después de varios intentos fallidos, consiguieron el préstamo que les permitió abrir en el 2013 un café en el que se respira arte y se sirven el chiapaneco Café Justo y bebidas y sándwiches con productos saludables y poco vistos en la ciudad.
“Se nos ocurrió cuando llegué a Douglas y le pregunté a Jenea, ‘¿Y aquí dónde se reúnen los jóvenes? ¿Dónde platican de arte o leen?’”.
Uribe y su esposa se conocieron cuando ella, originaria de Douglas, estudiaba la maestría en Bellas Artes en la Universidad Estatal de Arizona (ASU) y él visitaba la escuela en busca de información. Recién se había mudado con su mamá, su padrastro y sus hermanos, Kendal y Jacob, desde Nueva York a Arizona.
“Alone in NYC”
Robert Uribe tenía 6 años cuando salió de República Dominicana con su mamá y su hermano menor. El impacto fue grande.
“Vinimos de los mangos y las frutas a algo muy diferente”, contó. “Mi papá no estuvo mucho presente en el comienzo de nosotros. Mi mamá tuvo que hacer el trabajo de papá y mamá, y creo que hizo un trabajo perfecto. Yo, como quien dice, soy su discípulo”.
Lo que su mamá hizo fue trabajar día y noche -cosiendo perlas en una fábrica de vestidos de novia, cuidando niños, limpiando casas- y asegurarse de que sus hijos supieran que existía un mundo más grande que Dyckman, el vecindario donde vivían en Manhattan.
“Llena de dominicanos que trabajan duro, la zona cuenta con restaurantes latinos, salones de belleza, discotecas y largas calles con mucho movimiento y comercios con letreros de luces de neón. La música fluye desde las ventanas de los departamentos”, describe una nota del Daily News de Nueva York, fechada en noviembre del 2007 y firmada por Jason Sheftell.
La mamá de Robert, Elsa Uribe, montaba a sus dos hijos pequeños en el tren y los llevaba a caminar por el corazón de Manhattan.
“Ella andaba muy depresiva por la relación con mi papá, y su forma de sacar su dolor era llevarnos a caminar, sin guía, sin ningún plan”, recordó Uribe. “Ahí fui reconociendo la cultura neoyorquina, la arquitectura, el arte, la música, el fashion. Nos llevaba a la Quinta Avenida nomás para que viéramos las tiendas caras”.
Uribe recordó que eran días de limitaciones, de asistencia social, “de andar a la defensiva, porque si no te pasan”.
En esos días se forjó su admiración inquebrantable por su mamá: “Ella construyó este valor, nos dio la fuerza y nos enseñó que sí se pueden hacer las cosas que uno quiere hacer”, dijo.
“Yo sólo hice lo que toda mamá”, añadió en entrevista telefónica Elsa Uribe. “Siempre les dije que tenemos que trabajar mucho”.
Elsa, ahora de 51 años de edad y líder de las mujeres en su iglesia cristiana en Casa Grande, narró que aunque Robert siempre mostró “una visión increíble”, a veces llegaba de la escuela frustrado. “Yo le decía, ‘mijo, no te canses’”.
Aprender el idioma y entender que la calle en su nuevo país no era como la de Santo Domingo, con los vecinos y esas alegres tienditas llamadas colmados, le tomó tiempo.
En sus primeros días en la primaria, Uribe estuvo ausente. En su casa lo llamaban por su segundo nombre, Yaffet. Cuando la maestra pasaba lista y nombraba a “Robert”, Uribe no entendía que le hablaban a él. A la tercera “falta” llamaron a su mamá.
Aquel Yaffet que no hablaba ni una pizca de inglés era muy distinto al Robert Uribe que hace un año volvió a su vieja escuela llevando consigo una pintura que creó inspirado en su infancia en Manhattan, visiblemente influenciado por el neoyorquino Jean-Michel Basquiat, uno de sus artistas favoritos junto con Andy Warhol y Keith Haring.
Y si la primaria fue difícil, la preparatoria fue peligrosa.
“Yo tenía muchos sentimientos encerrados. Con el tiempo uno va entendiendo cómo la vida funciona”, dijo con su acento dominicano intacto.
“La calle es algo muy peligroso. Pero, afortunadamente, cada vez que yo quería hacer algo malo pensaba en mi mamá; tenía la imagen de ella y de su sufrimiento”, agregó.
Después estudió arte liberal durante dos años en el Colegio Comunitario Borough de Manhattan.
ARTISTA Y MEXICANO
Delgado, de estatura baja, siempre con un toque fashionista en su vestimenta -heredado de su mamá-, la personalidad de Uribe dista mucho de la mayoría de los dominicanos que radican en Arizona.
Aunque creció más cerca del basquetbol, la pelota le gusta, dijo, pero le conflictúa pensar en que se ha vuelto casi el único motor social y económico de su país.
“No nos van a respetar si no tenemos escuela. Quiero que sepan que también tenemos la opción de ser artistas, ingenieros, doctores, abogados”, agregó. “Yo abrazo mi cultura dominicana, pero también tuve que abrazar mi cultura neoyorquina para poder sobrevivir”.
La vida le tendría reservada una tercera cultura, la mexicana, que ha conocido y abrazado de la mano de su esposa Jenea. “Ella ha sido otra guía para mí. Me ha abierto el otro lado de la frontera”.
Al terminar su maestría, Jenea regresó a Douglas para trabajar en el Colegio Comunitario Cochise. Uribe trabajaba en una empresa que da servicio de transporte médico en Scottsdale, hasta que decidió que no quería seguir lejos de ella y de sus hijos Madison, de 8 años, y Galiano, de 5. Harper, la más pequeña, nació hace dos años.
Ver de cerca el movimiento de la migración ha impactado a Uribe.
“Cuando uno viene de fuera, uno no entiende bien el fenómeno de las personas honradas que vienen tratando de trabajar”, dijo. El muro es una tragedia, pero existe la oportunidad de que eduquemos a los que confunden a Juan el trabajador con Juan el narcotraficante”.
Pero también le impactó el afecto de los mexicanos y su familiaridad.
Empezaron a conocerlo y a darse cuenta de que hablaba español, y como tenía el pelo un poco más largo, lo llamaban Kalimba. A sus hijos les dicen “los pelochino”.
“Yo me siento que soy mitad mexicano, así, ya, de volada”, dijo entre risas, y enfatizó el valor de la colaboración que han forjado el alcalde saliente, Danny Ortega Jr., y el Consulado de México en Douglas, así como los lazos con el actual gobierno de Agua Prieta.
ORGULLO POR DOUGLAS
“La política es algo que yo nunca había hecho en mi vida”, confió Uribe. “Lo que pasa es que en Douglas yo veo un potencial enorme, y lo veo desde una perspectiva diferente”.
Al ver que el café Galianos y los eventos culturales en los que Uribe y su esposa participaban tenían éxito, la gente empezó a proponerle que se postulara, contó.
Empezó prácticamente solo, utilizando el Internet. Su esposa le mostró apoyo total, pero su tiempo libre era limitado entre su empleo en Douglas High School, los niños y el negocio.
Entonces, un joven al que Uribe le concede crédito en el triunfo electoral, Alan Manquero, se acercó. “Ya éramos un equipo. Creamos un movimiento grande”. Un movimiento que alcanzó para vencer con apenas 24 votos de diferencia a Luis Greer, reconocido líder republicano en la comunidad.
Sin perder de vista que no creció en la ciudad que gobernará durante al menos cuatro años, Uribe dijo que lo que menos pretendió como candidato fue hablar de un cambio automático. “Yo respeto la cultura y a la gente de aquí”.
Sus primeros planes son conocer el trabajo de cada empleado de la ciudad, y sólo entonces hablarles de sus ideas.
Pero tiene claro es que entre esas ideas predomina el trabajo político para hacer que en Douglas vuelva a haber un hospital –“y si no lo hay, tenemos que tener un plan B, traer el mayor número de servicios posibles”.
Otro de sus grandes objetivos es la revitalización de la Avenida G, algo que él empezó a hacer como empresario.
Hace dos años, él y su esposa adquirieron el viejo edificio donde se ubica el café Galianos, en 1113 N. G Avenue. Un pequeño local contiguo ya ha sido acondicionado como tienda de artesanías.
Rubén Cadena, el dueño de la nueva Galería Jalisco, trabajaba en el call center de Douglas y cuando iba al café platicaba con Uribe, hasta que éste lo animó a instalar ahí su negocio. Otros artistas de la ciudad han empezado a colaborar.
Uribe le ofreció a Cadena dos meses de renta gratis y una mensualidad cómoda. Ambos planean hacer los arreglos necesarios para rentar el segundo piso a artistas.
“Espero que Douglas vuelva a tener la vitalidad que me cuentan que tenía en los cincuentas”, dijo Cadena. “Y espero que apoyemos a Robert, porque a veces en la ciudad se ve mucha resistencia al cambio”.
Para Uribe, el apoyo de la gente ha sido su mayor triunfo.
Una señora de 64 años le dijo mientras ponía gasolina que llevaba 24 años esperando este momento en su ciudad. Y su hija mayor, Madison, le hizo saber antes de la elección cuánto lo admira.
“Papi, si no ganas, siéntete orgulloso, porque has hecho algo muy grande, y yo como tu hija me siento orgullosa de ti”, le dijo la niña. “Lloré un poquito”, confió un Uribe conmovido de nuevo. Galiano es más pícaro, cuando su papá lo manda a bañar él responde: “OK, Mr. Mayor”.
Uribe afirmó que en esta nueva aventura no lo mueven ni el poder ni el dinero.
“A mí que alguien me diga: ‘Me voy a mudar de regreso a Douglas, porque usted ha hecho un buen trabajo y me siento orgulloso de regresar a mi comunidad’, yo con eso muero”.