Por Johanna Willett

La Estrella de Tucsón

No mucha gente sabe cómo llegar al abandonado cementerio judío de Douglas.

La valla fronteriza entre Estados Unidos y México se vislumbra a unos 100 metros del Cementerio Judío de Bisbee-Douglas. Fuera de un camino de tierra, vidrios rotos y maleza del desierto rodean las lápidas que susurran los años de abandono y vandalismo.

Pero esos días podrían haber terminado. Unas cuantas flores azules artificiales y una pequeña bandera israelí atadas a un poste en la entrada del cementerio sugieren una nueva vida para uno de los cementerios más antiguos de Arizona.

Por fin, alguien tiene un plan para este lugar.

Abe Villarreal y unos 10 voluntarios más se reunieron en el cementerio hace más de un mes para hablar sobre restaurar el lugar.

Entre ellos estaba Barry Friedman, ex presidente y miembro actual de la directiva del Museo de Historia Judía de Tucsón.

“Cuando fui, me pareció claramente hermoso, aun con su abandono y sus tumbas volteadas”, dijo.

El Museo de Historia Judía es dueño de esta propiedad desde finales del 2014, cuando le fue donada.

“Es una posibilidad muy interesante el pensar en él como una forma de ampliar nuestra exposición de la comunidad judía en Tucsón y llegar a una parte del estado a la que históricamente hemos volteado, pero en la que no tenemos mucho más”, agregó Friedman.

El cementerio tiene 13 lápidas identificables y 19 tumbas conocidas con fechas que van de principios de los 1900s a los 1960s. Villarreal cree que hay más tumbas escondidas, específicamente en puntos del cementerio donde fueron clavadas en el suelo unas estacas de madera. Calcula que la propiedad sea de aproximadamente medio acre, es decir, unos 2,000 metros cuadrados.

“Es importante que investiguemos, porque podemos llegar al punto en el que toda la información se pierda en la historia”, dijo Villarreal. “Si hay algunos descendientes en el área … queremos contactarlos”.

Además de investigar, su plan consta de tres partes: Instalar un cerco y portón de entrada, limpiar y hacer lucir mejor el terreno y reparar y remplazar lápidas dañadas o faltantes.

La misión de Villarreal de resucitar el cementerio lleva apenas unas cuantas semanas. Ahora de 34 años, Villarreal creció en Douglas y vive en Nuevo México. En un viaje reciente a su ciudad, fue en busca del cementerio del que había oído, y lo encontró. Villarreal no es judío, pero la historia de este lugar del suroeste resonó dentro de él.

“Es mi ciudad, y es un cementerio, así es que es un lugar sagrado”, dijo, y agregó que algunas de las personas enterradas en el cementerio podrían haber desempeñado papales fundamentales en la fundación de Douglas en el año 1901. Por esas fechas se creó el cementerio.

Es la última morada para Berkowitzes, Greenbergs, Ilitzkys y otros.

Nathan Cohen, padrastro de los hermanos Levy, fundadores de la tienda departamental nacida en Douglas, también está enterrado ahí.

Cindy Hayostek, historiadora de la Sociedad Histórica de Douglas, cree que la comunidad judía de la ciudad alcanzó su mayor crecimiento durante la Primera Guerra Mundial y planeaba construir una sinagoga. Nunca sucedió, y ahora no hay una población judía significativa en Douglas.

Jorge Ilitzky, ranchero del estado de Chihuahua, México, tiene familia enterrada en ese cementerio. Él nació y creció en la Ciudad de México.

“Mi familia, teníamos una tienda en Douglas, y de eso vivíamos”, dijo Ilitzky, de 52 años. “Así es que esa gente hizo historia en esa parte de Arizona”.

Ilitzky, junto con Richard F. Rosen, miembro de la Comunidad Judía de Tucsón, fue dueño de la propiedad por unos 10 años antes de donarla al Museo de Historia Judía.

Rosen, de 72 años, e Ilitzky adquirieron la propiedad en 2005 de la Congregación Anshei Israel de Tucsón. Rosen, quien tiene doble nacionalidad como israelí y estadounidense, se sintió movido por la conexión personal de Ilitzky hacia el lugar.

Larry Westbrook, de 53 años, vive en Chandler pero planea regresar a su ciudad de origen, Douglas, para ser voluntario en la etapa de limpieza. Él recuerda las historias: cuentos sobre sesiones de espiritismo y fiestas entre las lápidas, escondidos en la oscuridad de la noche.

Bryan Davis, director ejecutivo del Museo de Historia Judía, está empezando a hablar con arquitectos y curadores sobre “qué podemos hacer para definir mejor los límites de la propiedad y marcarla realmente como un sitio sagrado”.

Davis dijo que el museo podría organizar viajes formales al cementerio, y que el tema de la posibilidad de reanudar los entierros ahí “sigue siendo un debate abierto”. El mantenimiento de esa última opción sería un reto, subrayó Friedman.

Villarreal ha creado una cuenta en GoFundMe para reunir 5 mil dólares, pero el proyecto aparentemente costará más y por varios años. El Museo de Historia Judía también planea financiar una parte.

Aunque Villarreal no se ha reunido con toda la directiva, tiene pensado trabajar con el museo en cada paso del proceso.

“Es a la vez infructuoso y hermoso ver la iconografía judía en este tan desolado desierto, con la cerca fronteriza justo ahí en el fondo”, dijo Davis.

“Es simplemente un lugar sorprendente”.

Westbrook dijo que en lo que él recuerda, el terreno del cementerio nunca ha sido limpiado. El desierto siempre ha prevalecido.

Aunque tampoco es judío, Westbrook planea realizar viajes mensuales para los encuentros de voluntarios en Douglas.

“Simplemente es retribuir con algo a la comunidad”, dijo. “Es la pequeña ciudad en la que crecí. Amo ese lugar”.


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