Cortesía de Mike Sultzbach

Batula Abdulkadir, estudiante del Colegio Comunitario Pima, campus Desert Vista, presentó su monólogo creado en base a entrevistas a antiguos habitantes de los barrios viejos de Tucsón.

Tucson es una de las comunidades más antiguas del país. Y cómo diablos no, si en este valle desértico nuestro ha vivido gente por más de 3,000 años. Quizá más.

Apuesto a que la mayoría de los tucsonenses no conoce esta parte de la cultura general. No es enseñada.

Nuestra larga historia nos rodea. La historia, los recuerdos de la vida diaria de la gente que consideraba a Tucsón como su hogar, es un tema de cementerio de muertos para muchos. Para otros, permanece vivo.

El sábado 23 de mayo fue uno de esos días vivos.

El día comenzó con la celebración del pasado agrícola del valle en un tramo del área oeste del Río Santa Cruz. El naciente Proyecto del Jardín Misión, en South Mission Road al pie del Sentinel Peak, justo al norte de 22nd Street, es una recreación de un jardín español colonial.

Fue aquí donde los primeros colonizadores españoles hicieron contacto con los Pimas que vivían en pequeños grupos a lo largo del río que da vida. Los españoles establecieron la Misión San Agustín en la base del Cerro de la “A” a mediados de los 1700, antes de que se fundara el presidio de Tucsón a lo largo del río en 1775.

Dentro del jardín amurallado, los Amigos del Lugar de Nacimiento de Tucsón (Friends of Tucson’s Birthplace) honraron nuestro pasado histórico celebrando a San Isidore, el santo patrono de los campesinos, cuyo día conmemorativo fue el 15 de mayo. Pero el Jardín Misión es más que el reconocimiento de los aspectos españoles y europeos de nuestra historia. Los árboles frutales, algunos de los cuales son herencia de los descendientes traídos por el explorador jesuita Eusebio Francisco Kino, también reflejan nuestra herencia nativoamericana, china, afroamericana y chicana.

En una celebración multicultural similar ese mismo día, me uní a otros tucsonenses en la Casa Museo Sosa-Carrillo-Frémont en South Granada Avenue, en los terrenos del Centro de Convenciones de Tucsón. Estábamos ahí para oír las historias de personas que alguna vez vivieron en los barrios del centro de la ciudad, pero cuyas vidas y hogares furon arrasados para construir ese frío complejo de ladrillos a finales de los años sesentas.

Las historias de los más viejos fueron contadas por las voces de nueve jóvenes estudiantes del Programa Trio Upward Bound del Campus Desert Vista del Colegio Comunitario Pima: Idaena Castro, Monica Tan, Karelia Gil, Ruth Ballesteros-Sáenz, Diana Vega, Haredo Mohamed, Mana Abdi, Batula Abdulkadir y Amina Shiwoko.

Las estudiantes, latinas, asiáticas y musulmanas, recitaron monólogos creados de entrevistas que ellas realizaron a personas que vivieron en los barrios Viejo y El Hoyo.

“La historia hablada tiene poder”, dijo Milta Ortiz, de Borderlands Theater, quien imparte en Pima la clase “Teatralizando historias habladas”.

Aunque las historias orales, pasadas de generación en generación, poseen el poder que han adquirido con el tiempo, están ausentes de las conversaciones históricas convencionales, dijo Ortiz.

La historia oral de las comunidades de minorías étnicas de Tucsón fue ignorada, y a penas en los años recientes han habido intentos por documentar esas historias.

“Los monólogos honran esa historia’, agregó Ortiz.

Mucha de la belleza de esa tarde en el patio de la casa Sosa-Carrillo, que fue construida en la década de 1870, ocupada por generaciones de familias tucsonenses, y ahora administrada por la Sociedad Histórica de Arizona, era la diversidad de los rostros de estudiantes que presentaron las historias habladas.

Cuatro de las estudiantes son nacidas en África. Una estudiante es hija de refugiados comboyanos y las otras cuatro eran chicanas cuyas raíces se extienden al Sur.

Aunque su origen es variado, las estudiantes se unieron a través de su exploración de la historia de las vidas de personas y de sus recuerdos familiares, de vecinos y negocios que formaban la calle, nombre que algunos residentes dan al barrio. Esta experiencia estimuló el interés de las estudiantes por explorar las historias de sus familias.

Ortiz dijo, “ellos en realidad no se conocían ni nada sobre Tucsón, y esta clase los unió, creando nuevas amistades”.

Estas historias de barrio no terminaron al finalizar la presentación. Los monólogos, que se espera que incluyan las voces de los residentes chinos y afroamericanos que también vivían en los barrios, serán la base de una obra de Borderlans Theater el próximo año.

Esa es una historia viviente de tucsonenses para ser tomada y compartida, y para impulsar a otros a que descubran la suya.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.