Rosa Robledo tiene una respuesta simple y humana de por qué apoya el esfuerzo que brindaría santuario a los inmigrantes indocumentados en Tucsón.
“Protegería a mujeres y a niños del abuso doméstico. Podrían reportar los delitos a la policía”, dijo Robledo, promotora de la YWCA. Ella trabaja en los barrios de inmigrantes latinos asesorando a las familias sobre cómo enfrentar la violencia doméstica.
Si Tucsón se convirtiera en ciudad santuario (es decir, una ciudad que brinda refugio a inmigrantes indocumentados con la tranquilidad de que las autoridades locales no los tratarían de detener y deportar sin motivo adicional a la falta de papeles), la policía de Tucsón tendría prohibido reportar el estatus legal de las personas involucradas en casos de violencia doméstica a los agentes migratorios, quienes probablemente se los llevarían, iniciarían procesos de deportación y harían que las familias se separen.
“Las familias no llamarán a la policía y seguirán viviendo en un mundo de violencia”, dijo Robles. “Esa es la razón por la que Tucsón debe ser una ciudad santuario”.
Fernando Nájera, de 22 años y egresado de la Universidad de Arizona, también quiere ver que Tucsón se convierta en una comunidad realmente amigable con los inmigrantes como una ciudad santuario. Los miembros de su familia indocumentados, quienes han vivido aquí desde el 2001, claramente entienden por qué eso es crucial.
En dos ocasiones, la policía de Tucsón detuvo al papá de Nájera por infracciones de tránsito. Y ninguna de las dos veces los oficiales llamaron a agentes de inmigración cuando su papá no pudo demostrar su residencia legal mediante identificaciones.
“Esa no es la historia de todos, pero es la nuestra”, dijo Nájera, beneficiario de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) desde el 2015, lo que le da cierta protección contra la deportación y puede trabajar con un permiso temporal.
Muchas otras familias indocumentadas no han contado con la misma suerte luego de ser parados por infracciones de tráfico, por razones desde traer vidrios demasiado polarizados hasta una luz que no funciona.
Si Tucsón se convierte en una ciudad santuario, los papás de Nájera y otros inmigrantes indocumentados dejaría de vivir con el miedo constante a tener algún contacto con policías que podrían llamar a las autoridades migratorias.
“Si no podemos estar de acuerdo en que la vida humana es valiosa”, dijo Nájera, “es por la inaceptación de la humanidad”.
Los lectores regulares de esta columna saben cuál es mi postura sobre el santuario: lo apoyo.
Se trata de derechos civiles. Se trata de derechos humanos. Se trata de dar cierta comodidad y protección a algunos de los residentes de Tucsón más vulnerables y más temerosos.
En enero, People’s Defense Initiative (Iniciativa por la Defensa de la Gente) lanzó su campaña llamada Tucson Families Free and Together (Familias de Tucsón Libres y Unidas) para reunir aproximadamente 9,200 firmas válidas de electores de Tucsón y así incluir la iniciativa de santuario en la boleta electoral de noviembre.
A la fecha, los organizadores han reunido unas 12,000 firmas y tienen el objetivo de llagar a 20,000 en las próximas cuatro semanas. Tienen confianza de que la iniciativa logrará entrar a la boleta una vez que las firmas sean validadas.
Si no hay desafíos legales, la parte más difícil de la campaña va a comenzar al ayudar a los electores de Tucsón a comprender el valor de la iniciativa y obtener su aprobación en la elección.
“Estamos hablando de que estamos utilizando democracia directa”, dijo la directora de la iniciativa, Zara Livier.
Si gana la aprobación de los votantes, la iniciativa de Tucsón será referente nacional de un esfuerzo ciudadano para una política de santuario. Aunque algunas ciudades y condados del país ya tienen santuario, Livier dijo que fueron creadas y aprobadas por gobiernos locales, no por la gente.
Y la política propuesta por Tucsón es más fuerte que otras.
Esta iniciativa es en gran medida una respuesta a la ley estatal SB 1070 aprobada hace 9 años. A pesar de que una buena parte de esa ley fue derogada en cortes federales, la estipulación denominada “show-me-your-papers” (muéstrame tus papeles) permanece intacta. La policía local puede interrogar a la gente sobre su estatus legal.
La propuesta de Tucsón volvería muy difícil, casi imposible, que los policías de locales funcionen como agentes migratorios, dijo Livier.
“Está específicamente diseñada para Tucsón”, dijo Livier.
Tucsón tiene una historia de ayuda a inmigrantes indocumentados. Durante la década de 1980, un ferrocarril subterráneo internacional ayudó a los migrantes centroamericanos a escapar de la guerra en sus países de origen. Ese movimiento de santuario resurgió durante la administración de Obama a medida que los números de deportación aumentaban rápidamente. Y hoy, los grupos de la comunidad y los residentes de Tucsón están colaborando para aliviar la carga de migrantes centroamericanos que están siendo detenidos en grandes números y después liberados. En 2012, Tucsón también se declaró a sí misma como una ciudad que acoge a inmigrantes, pero eso no estableció ninguna política importante.
Como ciudad santuario, habría reglas definidas claras para los funcionarios locales y las instituciones. Esto daría un respiro a las familias y personas indocumentadas, aunque permanecerían en el limbo. El santuario no legalizaría a los inmigrantes indocumentados ni les permitiría trabajar legalmente.
Lo que sí haría el santuario sería reducir las separaciones de familias. Alentaría a los inmigrantes indocumentados a confiar en la policía de Tucsón, sabiendo que los oficiales no los entregarían a los agentes del ICE. El sanctuario les diría a otras comunidades de Arizona y al país que todas las vidas son importantes, incluidas las vidas de inmigrantes indocumentados.
Es la acción correcta.