Un restaurante con historia es más que su leyenda y que el peso de los años que ha acumulado.

Mi Nidito podrá ser mejor conocido por recibir a Bill Clinton mientras era presidente. Podrá haber aguantado durante 70 años y una pandemia.

Pero su longevidad se materializa en la vida de los tucsonenses: los niños que crecen yendo a Mi Nidito en ocasiones especiales, y cuando se convierten en padres llevan a sus propios hijos. El interior del famoso restaurante ubicado en 1813 S. Fourth Ave. es el escenario de décadas de reuniones y celebraciones. Una de las personas que ha creado ese sentido de pertenencia es Roberto Flores-Peña.

Cuando entras a Mi Nidito, te recibe en la caja registradora Jimmy López, propietario del restaurante, junto a su hermano Ernie López III. Su vestíbulo está cubierto con fotos de sus visitantes famosos; en una de ellas sale Roberto con un jugador de beisbol. “Normalmente no me gustan las fotos, pero hago una excepción con las estrellas del deporte”, dijo Roberto.

Detrás del muro de la fama hay asientos para quienes esperan mesa. Hay gente opta por esperar más con tal de que les toque una de las mesas Roberto, pero él no se los aconseja: podrían tener que esperar por mucho tiempo. Hay clientes habituales que lo han reconocido en sus vacaciones en Disneyland y Puerto Peñasco.

La larga espera por una mesa se vuelve parte de la experiencia en Mi Nidito, un acto de devoción, un tiempo que se regala con gusto. Roberto pasará y te preguntará cómo estás y si necesitas agua. (Guarda un montón de popotes en el bolso de su delantal).

Es la parte trasera del restaurante, en las profundidades más enredadas de guirnaldas de luces, murales tropicales y enredaderas de hojas de seda, donde encontrarás su sección. Lleva más de 30 años trabajando aquí, comenzando como lavaplatos a los 19 años. Trabaja todos los días que está abierto el restaurante, con doble turno los domingos.

“No recuerdo nunca un momento en que no lo veas”, dijo Elisa Monteverde, clienta habitual de Mi Nidito durante más de 20 años.

“Realmente no puedes pensar en uno sin el otro”, dije. “¡Exactamente! ¡Exactamente!”, dijo ella.

Mi Nidito es el tipo de restaurante a donde cada vez que regresas pides tu plato favorito del menú: Elisa siempre pide tacos de carne deshebrada. Su marido, la chimichanga de pollo. Sus hijos compartieron el enorme quesadilla crujiente, llamada en inglés cheese crisp.

En un cumpleaños (Mi Nidito es el restaurante que Elisa siempre elige para celebrar), Elisa llevó pastel y también a Roberto le tocó una rebanada.

“Suena cursi, pero es como una familia, ¿sabes?”, dijo Elisa. “No sé qué más decir aparte de que ahí uno se siente como en casa, y es gracias a la gente”.

Cuando Roberto comenzó en Mi Nidito en 1990, había una jerarquía en el restaurante: comienzas como lavaplatos, luego te conviertes en cocinero, luego en ayudante de mesero y luego en mesero. Él se unió como lavaplatos y se abrió camino.

Ser mesero es la codiciada posición en la que puedes llevarte propinas a casa. Roberto incluso recibió boletos para que su familia fuera a la Serie Mundial cuando un jugador de los Astros de Houston que comía ahí cada vez que estaba en Tucsón para un entrenamiento de primavera llegó al campeonato.

A Roberto le gusta su trabajo, porque gana bien haciendo algo que ama: conocer gente, ser parte de sus vidas, hacer felices a los clientes. “Me gusta la gente”, dijo.

Si hablas inglés o español, a él le da igual. “Pase lo que pase, no importa quién se siente en mis mesas, actúo de la misma manera”, dijo. Aunque su primer idioma fue el español, aprendió inglés durante sus 32 años en el trabajo. (Mi Nidito es un lugar perfecto para volverse bilingüe, porque los clientes hablan ambos idiomas con los meseros, igual que lo hace el personal entre ellos).

Cuando Roberto te habla, lo hace con un tono familiar, como si te conociera desde hace mucho tiempo. En cierto modo, conoce al cliente de Mi Nidito casi mejor que nadie. Fue en un tono cómplice que compartió su plato favorito del menú: las enchiladas sencilas, que ordena con una birria.

“Si tuviera que describir a Roberto en una palabra, sería: ‘eficiente’”, dijo Jimmy. “Pero si pudiera elegir una segunda palabra, sería ‘leal’”.

Cuando el padre de Jimmy, el fundador de Mi Nidito, Ernesto López, murió hace unos años, a Roberto le ofrecieron el honor de estar detrás de la caja registradora, donde está todo el dinero y solo los empleados más confiables pueden administrarlo.

Roberto se negó. Pensó: “Eso se siente como un hermano”, dijo. “Yo no soy un miembro de la familia”. Sin embargo, Ernesto le dio su bendición.

“‘Roberto, este es tu negocio; ocúpate de tu negocio’”, recuerda Roberto que le dijo Jimmy entonces. “‘Cuatro mesas, dos mesas, es asunto tuyo’. Nunca lo olvidaré.. Me dijo ‘mijo’, en español, estábamos hablando en español; ‘Roberto, esta es tu casa, tu mesa, gracias’”.

Foto 2: Roberto Flores-Peña hace algún papeleo en su servicio durante su turno en Mi Nidito el 19 de agosto.


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