Vuelan, se balancean de lado a lado, se hacen invisibles, dan saltos gigantescos, tienen mirada de rayos x, poseen una fuerza descomunal, son dueños de artefactos tecnológicos o mitológicos, se mueven a una velocidad vertiginosa, se transforman a placer, son seres de otros planetas, de éste o que recibieron sus dotes de seres extraterrestres, que fueron picados por un animal, bebieron algo extraño, fueron expuestos a una desconocida fuente de poder o fueron alterados genéticamente.
Basta con detenerse un poco en las carteleras de cine actuales para darse cuenta de qué es lo que los productores y los distribuidores (dueños ya de un olfato afinado en el arte de lucrar) consideran que el público quiere ver.
Efectivamente, sólo levante la vista y diríjala hacia los carteles de los “Now Showing” y los “Coming soon” y podrá distinguir, amontonados, a extraños personajes enfundados en coloridos uniformes, enmascarados unos y con capa otros que, aunque inmóviles, luchan entre sí para captar la atención de los indefensos transeúntes.
Es verdad, las cintas sobre superhéroes nunca han pasado de moda; sin embargo, es un hecho que en la última década las salas se han poblado de aventuras protagonizadas por estos seres excepcionales cuyo principal motor de vida consiste en defender y proteger causas ajenas de distintos tamaños: un barrio, una ciudad o el mundo entero.
Lo cierto es que la compañía MARVEL ha hecho de este universo de fantasía un negocio redondo, encontrando en el cine a su mejor aliado y liderando (aunque algunos digan que no) esta encantadora invasión, dejando a DC Comics, su más cercana competidora, en un segundo lugar, con todo y que Batman y Superman, sus creaciones principales, hagan el uno-dos (según algunas encuestas) en el Top Ten de superhéroes.
El porqué MARVEL comanda esta pugna tiene varias explicaciones, pero por ahora se me ocurre una muy simple y hasta cómica: por sí solo, el sello X-Men posee lo necesario como para construir franquicias a placer, sobre todo si consideramos la nutrida población de seres superdotados que aparecen ahí.
Es más, pensándolo bien, resulta incluso hasta algo extraño que, hasta ahora, Wolverine sea el único a quien le ha alcanzado la fama para independizarse y hacerse, en solitario, de una interesante carrera en el cine.
“The Wolverine” (James Mangold, 2013) representa el sexto filme X-Men y el segundo sobre Logan, el famoso Lobezno (como le dicen los españoles), un malhumorado héroe de largas patillas, capaz de sanar de cualquier herida, que utiliza navajas como garras y cuya fortaleza le viene de un metal llamado Adamantium, cualidades que lo hacen indestructible y, por lo tanto, inmortal.
Si en “X-Men, Origins: Wolverine” (Gavin Hood, 2009), su primera película en solitario, se cuentan sus inicios, “The Wolverine” da un salto enorme y parte del final de “X-Men: The Last Stand” (Brett Ratner, 2006), con un Logan atormentado por el duro desenlace que tuvieron tanto Charles Xavier como Jean Grey, además, recordemos que Wolverine nunca ha aceptado con felicidad ni sus poderes ni su papel entre los mutantes.
Es en medio de este contexto que es rastreado por una mutante de nombre Yukio (Rila Yukushima), con quien viaja hasta Japón para reencontrarse con un personaje de su pasado, el cual le hace una oferta tentadora: librarlo de la maldición de sus cualidades de superhéroe para hacerlo mortal.
Pero… ¿será finalmente ahora que Wolverine se encuentra en este nuevo estado que conseguirá resolver definitivamente sus conflictos de identidad y acepte de una vez por todas su destino como protector del mundo?
Hasta la próxima semana.