Las Posadas (copy)

Archivo.- Nayeli Romero, de rojo a la izquierda, Iris Lee y Jasmine Gómez cantan en Las Posadas de la escuela Carrillo K-5 Magnet del 2017. Se llaman posadas, porque eran la representación de María y José buscando en Belén dónde pasar la noche en que nacería el niño Jesús, escribe en su columa el cónsul Rafael Barceló Durazo.

Estamos en el mes que cierra el año del calendario y que nos trae dos grandes oportunidades: la primera es celebrar la vida con la gente más querida; la segunda, replantear los propósitos a los que les invertiremos energía el próximo año. La llegada de estas fiestas es también la promesa de disfrutar algunas tradiciones y, hay que decirlo, de comidas o antojos que hacen casi obligado que uno de los propósitos de año nueva sea cuidar mejor la alimentación.

Las personas mexicanas celebramos en esta época algunas tradiciones que hemos conocido desde la infancia y que las hacen más entrañables. Una de ellas es la realización de las alegres posadas. Originalmente eran celebraciones equivalentes a una novena previa a la Navidad, que se hacían todos los días desde el 16 hasta el 24 de diciembre. Ahora, se usan de manera indistinta para referirnos a las reuniones para encontrarnos y celebrar estas fiestas con amigos, colegas de trabajo, vecinos o ex compañeros de la escuela.

Rafael Barceló Durazo.

Se llaman posadas, porque eran la representación del tiempo en que María y José buscaban en Belén dónde pasar la noche en que nacería el niño Jesús. La pareja pedía ser recibida en varios lugares en los que eran rechazados, hasta llegar a la casa que les abriera sus puertas, donde se armaba la fiesta en celebración. Ni tardos ni perezosos, los mexicanos nos quedamos con el gran pretexto de festejar el cierre del año con los grupos que más nos importan.

Tanto durante las posadas como en la propia noche de Navidad, otra tradición mexicana que traspasó las fronteras fue quebrar la piñata. Este artefacto forrado con los más alegres y brillantes colores solía tener una forma de estrella y estar hecho su centro con una olla de barro. Luego de ser quebrada, brotaban de su interior abundantes dulces y golosinas, aunque no faltaban en ocasiones las desilusionantes naranjas y cacahuates que costaban más barato.

El origen y significado de las piñatas es también religioso: era una estrella que representaba el pecado y sus picos los siete pecados capitales. Al romperse o vencerse el pecado aparecía la gracia en forma de dulces. Algunas cosas tuvieron que cambiarse (como hacerse de ollas de barro, probablemente después de varios accidentes infantiles en los que se rompió alguna frente antes que la propia piñata) y ahora son de materiales más inofensivos. La forma de estrella también cedió a una diversidad de figuras infantiles que no sólo alegran las fiestas decembrinas, sino también los cumpleaños de niñas y niños.

Antes de hablar sobre otra tradición mexicana de esta temporada, permítanme hacer una reflexión sobre algo que ahora damos por sentado, pero que en realidad ha sido muy diferente durante la mayor parte de la historia de la humanidad: que casi la totalidad de las personas sepan leer y escribir.

Durante la segunda mitad del siglo XX las tasas de alfabetización en México crecieron de manera impresionante, al igual que ocurrió en la mayoría de los países. Pero antes de esa época, lo más común era que las personas no supieran hacerlo, por lo que existían formas orales o visuales de transmitir el conocimiento. Las grandes pinturas y vitrales en las iglesias no eran decorativas, sino formas de enseñar pasajes de la Biblia o de la vida de los santos. El muralismo en edificios públicos mexicanos también tuvo como propósito principal educar a la población sobre la historia e identidad nacionales. Tampoco existía el cine, por lo que se hacían representaciones teatrales callejeras o en escenarios improvisados como forma de enseñanza.

Así surgieron las pastorelas, una tradición de siglos en la que se hacía representar la lucha entre el bien y el mal. Se llaman así pues eran los pastores yendo a adorar al niño Dios los personajes principales de los dilemas entre actuar bien, escuchando al angelito portavoz de la bondad, o seguir al diablito representante de la maldad. Luego de situaciones más o menos cómicas, solía vencer el bien, con el sólido deseo de que lo mismo ocurra en el mundo. El propósito moral y religioso de las pastorelas no fue impedimento para que la picardía nacional hiciera múltiples apariciones en estas comedias.

Ninguna gran fiesta o tradición mexicana está completa si no viene acompañada de deliciosos platillos que la identifiquen sensorialmente. Los tamales y el pavo, en el norte de México; el bacalao y los romeritos, en el centro y sur, con el ponche o champurrado que calientan las frías noches decembrinas dan el toque de familiaridad en las mesas en las que nos reunimos a celebrar con nuestros seres queridos. Hagámoslo este año siguiendo todas las medidas para evitar los contagios por Covid-19. Vacunarse y recibir el refuerzo, si así corresponde, es por ahora la mejor herramienta disponible para cuidarnos entre todos y tener muchos años más para gozar de las tradiciones de esta bella temporada.

¡Felices fiestas!


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Rafael Barceló Durazo es abogado y diplomático mexicano de carrera, oriundo de Sonora.