Era diciembre de 1983 cuando Frank O. Sotomayor, oriundo de Tucsón y quien trabajaba en Los Angeles Times, fue junto con dos colegas de la redacción a hablar con el editor del periódico. Ya se habían reunido con él en dos ocasiones anteriores con una solicitud importante, y ambas veces se las habían negado.
Pero esta vez, a los tres periodistas, entre ellos el columnista Frank del Olmo y el reportero George Ramos, no les dirían que no.
Aunque esta es una historia sobre periodismo, es en realidad más que eso. Es sobre las contribuciones hechas por latinos a la vida diaria y los retos históricos que los latinos han tenido y siguen enfrentando. Es una historia sobre hacer lo correcto aún en contra de las probabilidades y de las barreras impuestas por el estatu quo privilegiado.
Los tres habían sido parte del más innovador proyecto de noticias que el Times –uno de los cinco principales periódicos en el país- había tenido hasta ese tiempo. En una serie de 27 artículos, de 17 periodistas y fotógrafos del L.A. Times publicaron una revisión exhaustiva de los latinos en el área metropolitana de Los Ángeles.
Sotomayor, quien fue criado en el Barrio Hollywood y es egresado de la Universidad de Arizona, era uno de los tres integrantes del equipo con fuertes raíces y conexiones con Tucsón. Los otros eran José Gálvez, nacido y criado en el Barrio El Hoyo y quien fuera fotógrafo del Arizona Daily Star antes de convertirse en el primer fotógrafo chicano del Times, y Virginia Escalante, originaria de Eloy y quien pasaba los veranos cultivando en California y es egresada de la UA. Un cuarto reportero, Louis Sahagun, trabajó por varios años en el Tucson Citizen antes de integrarse al L.A. Times.
Sotomayor, que era coeditor de ese proyecto y quien ahora jubilado vive en Tucsón, ha hecho pública esa historia en “The Pulitzer Long Shot: How Our 1983 Latino Stories for L.A. Times Won Journalism’s Top Prize” (http://jourviz.com/long-shot/index.html). Ahí documenta cómo un pequeño grupo de periodistas, todos mexicoamericanos, impresionó a la élite del periodismo, originó, desarrolló e impulsó ese proyecto histórico que ganó el más grande reconocimiento entre los premios Pulitzers, el de Servicio Público en 1984. Fue el primer Pulitzer otorgado a periodistas chicanos.
“Para mí, la serie reveló el valor de la cobertura profunda a comunidades de las que casi no se reporteaba”, escribió Sotomayor. “Hasta la publicación de nuestra serie, ese tipo de cobertura solía estar subestimada y ridiculizada como ‘la nota del taco’. Nuestra serie le mostró al mundo del periodismo el enorme valor del periodismo explicativo sobre toda la gente en nuestras comunidades”.
“Latinos” fue una exploración masiva y profunda sin precedente sobre una parte significativa de la población de Los Ángeles que había sido, en el mejor de los aspectos, históricamente ignorada, o estereotipada maliciosamente, en el peor de los casos, por hombres periodistas blancos. La serie histórica, y un posterior libro que contenía todas las notas y un tesoro de fotografías, fueron muy bien recibidos por una buena parte de los angelinos y alabados por periodistas y líderes comunitarios más allá del sur de California.
Sin embargo, cuando los editores de Los Angeles Times presentaron 27 postulaciones al comité de los Premios Pulitzer ese año, “Latinos” no estaba incluída. El editor del Times dijo que la serie era buena, pero “no del tipo de las que ganan un Pulitzer”. Incluso dentro de la sala de redacción del Times, algunos periodistas eran hostiles y estaban resentidos con sus colegas chicanos.
“Todos los que estábamos en el equipo nos forzamos a nosotros mismos a hacer un periodismo que nos fuera únicamente bueno, sino extraordionario. Regularmente trabajábamos seis días a la semana y a veces siete. Todos sentimos la presión e hicimos sacrificios personales”, escribió Sotomayor.
En la publicación de Sotomayor, Escalante recordó que “La presión fue fuerte, intensa, y la atmósfera en la redacción se sentía como si el resto de los empleados estuviera esperando que fracasáramos”. Estuvieron sujetos a expresiones racistas y otros insultos por gran parte del años 1983, cuando el equipo realizó más de mil entrevistas y escribió las historias.
Después de la tercera reunión el 30 de diciembre, el editor del Times les dio a Sotomayor, Ramos y del Olmo luz verde para enviar su proyector al comité de los Pulitzer. Se encerraron en una oficina, escribieron la carta de nominación, seleccionaron 10 artículos y el libro y unos días después enviaron la nominación a la Universidad Columbia en Nueva York.
Uno de los legados de la serie y de esos 17 periodistas es que el periodismo diario empezó a revisar sus fallas en la cobertura de comunidades que había sido relegadas del reporteo balanceado y profundo. Las redacciones, que habían estado dominadas por hombres blancos, fueron abriendo lentamente sus puertas a las minorías étnicas y las mujeres. Conforme fue creciendo poco a poco la diversidad en las salas de redacción, también aumentaron las notas que examinaban de la amplitud y profundidad de la presencia de los latinos en todo el país.
Gálvez, quien salió del Times en 1992, vive ahora en Carolina del Norte, de donde documenta fotográficamente a latinos en el sudeste y suroeste de la costa. Observó que su periódico local ha puesto más atención en los latinos. Pero aún existe una gran brecha en la cobertura local, escribió en un correo electrónico.
“Creo que los principales medios de comunicación han perdido foco en la cobertura de las comunidades en estos días de Trump … que muchas veces no están reporteando sobre los problemas cotidianos como lo hicimos en el proyecto”, escribió Gálvez.
Varios de los integrantes del proyecto siguen en el periodismo diario. Algunos, incluyendo a del Olmo y Ramos, quienes fueron grandes voces en Los Ángeles, han muerto. Otros ingresaron al ámbito académico.
El legado de esos 17 periodistas quedó grabado en la historia del periodismo norteamericano. Pero su esfuerzo y el de muchos periodistas latinos que han llegado después no ha terminado.
Hay más por hacer.