Venían de los barrios de Tucsón. Otros llegaron de pequeños pueblos mineros o pequeñas comunidades agrícolas. Y todos ellos se unieron como estudiantes de la Universidad de Arizona.

Eran primordialmente mexicoamericanos y lo más probable es que fueran los primeros de sus familias en entrar a la universidad. La mayoría de ellos hablaban poco o mucho español en casa y eran hijos de inmigrantes mexicanos.

Y cuando estaban en el campus y en el aula, sentían que estaban solos.

Por allá en la década de los cincuenta, la UA era un lugar solitario para los estudiantes mexicoamericanos. Eran apenas unos doscientos en un campus de unos 5 mil alumnos. Y aunque todos los estudiantes mexicoamericanos tenían raíces en Arizona y todos vestían el rojo y el azul como Wildcats, se sentían como gente de fuera.

Sintiéndose aislados, los estudiantes mexicoamericanos encontraron una fuerte conexión entre ellos mismos. Querían sentirse parte de una comunidad universitaria. Tenían la necesidad de compartir sus experiencias comunes de crecimiento en la UA, contar su historia familiar y presumir los tamales de sus abuelas.

A principios de los cincuenta crearon Los Universitarios, eran jóvenes mexicoamericanos pioneros en la universidad que hicieron lo que sus detractores de aquellos tiempos decían que no podrían: estudiar y graduar de la universidad. El país estaba cambiando y junto con él lo hacía la UA, dijo John Huerta, miembro fundador de Los Universitarios. Para documentar su experiencia en la UA, la Sociedad de Ex Alumnos Hispanos de la Universidad de Arizona, la cual surgió de ese grupo estudiantil, grabó en video sus testimonios.

“No nos sentíamos bienvenidos ni parte de lo que pasaba en la universidad”, dijo Evangelina Valdez, quien creció cerca de Miles Elementary School en el Barrio San Antonio y graduó de la UA en 1955 para después dar clases de administración en Pueblo High School.

Los Universitarios se unieron para así poder apoyarse unos en otros. Entendían los retos académicos a los que cada quien se enfrentaba e, igual de importante, los desafíos culturales en una universidad abrumadoramente blanca.

Para Guadalupe Guerrero Romero, quien creció en Bisbee, las tensiones de la soledad se suavizaron cuando alguien en el grupo sacó una guitarra y cantó una canción de Jorge Negrete.

“Eso me dio un sentido de pertenencia. Me dio el espíritu”, dijo una animosa Romero, quien egresó de la UA en 1967 y tuvo una carrera de 37 años en el campo de la educación infantil, incluyendo 13 años como directora de Davis Bilingual Elementary Magnet School.

Cuando Esperanza Burrell Bejarano, criada en Sonoyta, Sonora, del otro lado de la frontera con Lukeville, entró a la UA a principios de los sesenta, se sintió segura y confiada en sus habilidades. Había aprendido inglés en Pueblo High School, donde conoció a quien sería su futuro esposo, Rudy Bejarano. Pero en el campus universitario, parte de esa confianza erosionó. Era un mundo completamente distinto para ella y para los otros Wildcats mexicoamericanos.

“No nos sentíamos aceptados”, dijo, recordando aquellos días en que algunos de Los Universitarios se reunían en Louie’s Lower Level en el viejo Student Union. Ese grupo de apoyo sostuvo a Bejarano, quien se convirtió en pionero de los maestros bilingües en Mission View Elementary School en Sur Tucsón.

Aunque con el tiempo el grupo Los Universitarios se disolvió, su legado aún se siente.

Los Universitarios tuvieron la visión de crear un fondo de becas para estudiantes latinos. La primera beca -de 250 dólares y otorgada a Julie Ortega, de Douglas- hizo posible la fundación de la Sociedad de Ex Alumnos Hispanos de la Universidad de Arizona, la cual se creó en 1982 por algunos integrantes de Los Universitarios.

Desde entonces, el grupo de ex alumnos “ha otorgado millones de dólares a miles de estudiantes”, dijo Jim García, presidente de la mesa directiva del grupo de ex alumnos. La organización tiene una dotación de 1.4 millones de dólares más otros fondos, los cuales se utilizan para dar becas a unos 100 alumnos por año.

Algunos fondos provienen de donativos privados, pero la mayor parte del dinero se recauda en su cena anual, que este año se realizará el 7 de abril en el Tucson Museum of Art.

Otro de sus legados es el creciente número de estudiantes latinos en la UA, que actualmente representa aproximadamente el 25 por ciento de los casi 45 mil estudiantes de la universidad.

Los Universitarios formaron familias e impulsaron a sus hijos, nietos y sobrinos a ir a la Universidad de Arizona. Y Los Universitarios, muchos de ellos maestros, doctores, abogados, militares y funcionarios públicos, han compartido con los jóvenes a lo largo de los años la importancia de estudiar una carrera y tener un título universitario.

Es un legado que la Universidad de Arizona debe exaltar.


Become a #ThisIsTucson member! Your contribution helps our team bring you stories that keep you connected to the community. Become a member today.

Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@yahoo.com o al 573-4187.