Foto por Fred Wehrman

Vista de Cholla High School en 1971, durante un proyecto de expansión de 2 millones de dólares que incluyó instalaciones para la banda y el coro de la escuela, nuevas aulas y un área de bellas artes y cafetería.

Conforme caía el sol y la sombra se extendía sobre el Estadio Ed Brown, una larga fila doble de estudiantes ataviados con toga y birrete color naranja y azul marchaban el miércoles 25 de mayo por el campo de futbol americano.

Era la graduación de 251 estudiantes, la generación 2016 de Cholla High Magnet School.

Hace 42 años, yo marché por el mismo terreno, cuando Ed Brown era el entrenador de futbol de los Chargers.

Cuando la banda de la escuela tocaba “Pomp and Circumstance” –la misma pieza que mi generación escuchó en 1974– un mundo de recuerdos cayó sobre mí. Recordé algunos de los nombres y rostros de mis compañeros, maestros y administradores, y los muchos “momentos chidos” que tuve en la escuela al borde del desierto detrás del cerro Tumamoc.

En ese tiempo, la preparatoria Cholla era una escuela nueva aún y no estaba completamente construida cuando yo atravesé por el campo de futbol. Fue abierta en 1969, cuando el Distrito Escolar Unificado de Tucsón luchaba por construir suficientes escuelas para la creciente población estudiantil. En ese mismo año abrió Santa Rita High School en el este de la ciudad, cerca de la Base de la Fuerza Aérea Davis-Monthan.

El estacionamiento para los estudiantes era pura tierra y rocas. Algunas de las estructuras actuales no existían entonces. No había paredes que separaran las aulas abiertas y no había barda de seguridad que rodeara al campus.

En mi generación había diversidad étnica, racial y de orientación sexual. Había muchachos de los barrios cercanos al Cerro de la “A” y Menlo Park en el oeste de la ciudad, junto con otros de las Montañas de Tucsón y muchachos que venían desde Three Points, en el camino a Sells.

Graduamos un par de meses antes de que el presidente Richard M. Nixon renunciara en medio del escándalo político del Watergate. El país se desangraba por las heridas auto infligidas en la Guerra de Vietnam, que rápidamente llegaba a su fin, al menos para la fuerza militar de Estados Unidos.

Conforme los graduados de la semana pasada tomaban sus asientos en Cholla –entre ellos el hijo de mi esposa, Adán Joaquín Velázquez– mis pensamientos se volcaron hacia su futuro. Ver en retrospectiva es divertido, pero hacer el ejercicio a través de un futuro empañado es incómodo.

En efecto, algunos de los retos que enfrentará la generación de este año serán similares a los que encontramos nosotros: empleo, la universidad, una paternidad temprana. Y mientras mi generación tenía a Nixon y Vietnam, la del 2016 tiene Afganistán, Iraq y el ridículo espectáculo que acompaña a la política llamado Donald Trump.

Pero igual que mi noche de graduación estuvo llena de optimismo y esperanza, así mismo estuvieron los graduados de este año, que son mayoritariamente latinos. Vi en sus caras la felicidad de cumplir un gran objetivo. Escuché el equivalente al “sí se puede” en los discursos de los jóvenes que tomaron el podio en esa noche ventosa.

Cuando Corina Yvonne Oroz, quien egresó con el mejor promedio de su generación, se dirigió a sus compañeros, lo que oí fue motivación y entusiasmo. Cuando el segundo lugar de la generación, Bernardo David Moyza Portillo (no es nada mío) habló al principio de la ceremonia, en inglés y en español, agradeció sinceramente a su familia por apoyarlo.

Tanto Oroz como Moyza representan lo bueno y positivo de Cholla y de la educación pública. Egresaron con los mejores niveles, son número 1 y número 2, respectivamente. Ambos participaron en el Programa Internacional de Certificación de Bachillerato (International Baccalaureate Diploma Programme), que consiste en rigurosos cursos de preparación a la universidad que se toman en los dos últimos años de preparatoria. Ambos recibieron becas para asistir a Pomona College en California, que está entre los mejores colegios y universidades de cuatro años a nivel licenciatura del país.

Corina y Bernardo no estaban solos. Hay registros de otros graduados de preparatorias públicas que cumplieron y excedieron las expectativas.

E igual de importante, frenaron la percepción pública de que los egresados de preparatoria de hoy son unos holgazanes maleducados.

Tengo fe en que los estudiantes de preparatoria, con su conocimiento de la tecnología y sus formas creativas de utilizarlo, superarán los retos que les esperan.

Cuando la generación de 1974 de Cholla salió del campo de futbol después de la ceremonia de graduación, sus integrantes hicieron lo mejor que pudieron. No espero nada menos de la generación del 2016.

¡Vamos Chargers!


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.