Después de enterarse de la ejecución de Frank Atwood, una emotiva Brandy Bock, a la derecha, mejor amiga de la hermana mayor de Vicki Lynne Hoskinson -la niña de Tucsón asesinada a los 8 años en 1984-, abraza a sus compañeras de apoyo Stacy Davis (centro) y Jayme Sabo (izquierda).

FLORENCE — Después de pasar más de la mitad de su vida en el corredor de la muerte, Frank Jarvis Atwood fue ejecutado el miércoles por el secuestro y asesinato en 1984 de una niña de Tucsón de 8 años.

El hombre de 66 años fue declarado muerto a las 10:16 a.m., 12 minutos después de que le inyectaran una dosis letal del sedante pentobarbital en la prisión estatal de Florence.

Atwood estuvo tranquilo durante todo el proceso, agradeció a su esposa, a su párroco y a su equipo legal, pero no se hizo responsable del crimen.

Foto sin fecha de Vicki Lynne Hoskinson, quien fue asesinada por Frank Jarvis Atwood en 1984.

Atwood fue condenado en 1987 por secuestrar y matar a Vicki Lynne Hoskinson, estudiante de tercer grado, quien desapareció de su vecindario de Flowing Wells el 17 de septiembre de 1984, mientras salía a andar en bicicleta después de la escuela.

Sus restos óseos fueron encontrados siete meses después esparcidos en el desierto en el extremo oeste de Ina Road.

La madre y el padrastro de la niña, Debbie y George Carlson, y varios otros miembros de la familia, estuvieron presentes el miércoles para presenciar la ejecución.

Atwood fue el segundo condenado a muerte por inyección letal en Arizona desde que el estado reanudó el uso de la pena capital el mes pasado, después de una pausa que duró casi 8 años.

El 11 de mayo, Clarence Dixon fue ejecutado por el asesinato en 1978 de Deana Bowdoin, estudiante de 21 años de la Universidad Estatal de Arizona.

La última ejecución de Arizona antes de eso se produjo el 23 de julio de 2014, cuando el doble asesino condenado Joseph Wood tardó casi dos horas en morir después de recibir 15 dosis de una combinación de dos medicamentos que el estado ya no usa.

Se suponía que esa ejecución terminaría en 10 minutos, pero se prolongó tanto que la Corte Suprema de Arizona convocó una audiencia de emergencia para decidir si detener el procedimiento.

A Atwood se le dio la opción de morir en la cámara de gas de Arizona, que fue renovada en 2020. El estado seleccionó la inyección letal para él cuando no eligió entre las dos opciones disponibles.

Arizona es el único estado con una cámara de gas en funcionamiento y el último estado en usar una para una ejecución en los Estados Unidos en más de dos décadas.

Atwood era el duodécimo hombre más viejo entre los 109 hombres y tres mujeres que actualmente enfrentan sentencias de muerte en Arizona. Solo dos presos actuales han estado en el corredor de la muerte más tiempo que Atwood, según Judy Keane, portavoz del Departamento de Correcciones, Rehabilitación y Reingreso de Arizona.

Atwood pasó los últimos 35 años de su vida tras las rejas en Florence. Inicialmente estuvo recluido en la Unidad Central de la prisión estatal de Florence, que albergaba el corredor de la muerte de Arizona en el momento de su sentencia. Fue trasladado al complejo de Eyman cuando se inauguró en 1991 y se convirtió en el nuevo hogar del estado para los reclusos varones condenados a muerte.

Durante su tiempo en prisión, Atwood se unió a la iglesia cristiana ortodoxa griega, obtuvo varios títulos universitarios y escribió varios libros sobre religión, justicia penal y su caso.

En 1991, se casó con una mujer que comenzó a escribirle cartas después de su condena en 1987. Frank y Rachel Atwood escribieron y publicaron juntos un libro en 2018 llamado “Y los dos se convertirán en uno”, sobre su relación y sus creencias religiosas.

En el momento de la desaparición de Vicki Lynne Hoskinson en 1984, Atwood estaba en libertad condicional después de cumplir menos de cuatro años de una sentencia de cinco años en California por el secuestro y agresión sexual de un niño de 8 años.

Fue arrestado en Texas el 20 de septiembre de 1984, según las pistas que su propio padre y un entrenador de la escuela primaria de Vicki dieron a las autoridades, quienes vieron a alguien sospechoso cerca del campus el día que se llevaron a la niña y anotaron el número de placa del hombre.

En una entrevista a comienzos de junio, George y Debbie Carlson hablaron sobre cuánto el secuestro y asesinato de su hija afectó no solo a su familia sino a Tucsón en general.

“Cambió la forma en que la gente creció”, dijo George Carlson.

“Les quitó la inocencia a nuestros hijos: ser niños y poder salir y jugar libremente”, agregó Debbie Carlson. Atwood “trajo el verdadero sentido de la palabra coco a Tucsón, realmente lo hizo. Cuando alguien decía boogeyman (coc, cucuy, un ser imaginario que ataca a los niños), pensaban en él”.


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