Tucsón, por fortuna, no es como Murrieta, California, donde los lugareños se envuelven en la bandera norteamericana mientras exhiben su ignorancia. Nuestra comunidad tampoco es como League City, Texas, el suburbio de Houston que votó por el odio.

Mientras los residentes de Murrieta y de League City levantaron sus brazos en protesta por la llegada a sus comunidades de niños y madres centroamericanas, residentes de Tucsón se han remangado sus camisas para ofrecer comida, un trato amable y palabras de aliento a los cansados y confusos viajantes que diariamente llegan a la estación del Greyhound en el centro, tras varios días de un angustioso viaje desde su lugar de origen.

“La gente está un paso delante de la placa”, dijo Sabrina López, voluntaria de AmeriCorps VISTA que trabaja con Servicios de la Comunidad Católica. “Hay mucha gente con un gran corazón”, dijo López, coordinadora de los voluntarios que están en la estación todos los días de la semana.

En la terminal de autobuses, la tarde del pasado jueves 10 de julio un pequeño grupo de voluntarios daba la bienvenida a los refugiados que fueron dejados ahí por la Patrulla Fronteriza. En un pequeño cuarto separado de la sala de espera, los fatigados viajeros, algunos de ellos deshidratados, pueden comer comida casera, agarrar ropa, cepillos de dientes, otros artículos de higiene personal y juguetes para los niños, todo donado por generosos tucsonenses.

“Hay muchísimo amor dentro de ese cuarto”, dijo Pat Klein, una voluntaria que recibe a los migrantes.

Desde hace tres años, inmigrantes que entran al país sin autorización son llevados a la terminal de camiones Greyhound y se les permite viajar para reunirse con algún miembro de su familia. Pero en los meses recientes, miles de centroamericanos, muchos de ellos menores de edad que viajan solos, han dejado su casa movidos por la pobreza y la violencia y atravesado México para cruzar a Estados Unidos.

Superado por la crisis humanitaria, el gobierno federal ha batallado para encontrar albergues para los centroamericanos. Para quienes tienen parientes en Estados Unidos, a los refugiados se les permite viajar, pero su estatus sigue siendo de indocumentados y se deben reportar a la oficina de inmigración más cercana.

Sin embargo, en algunas comunidades los ciudadanos ponen resistencia. En Murrieta, una pequeña comunidad del Condado Riverside, gente del pueblo con bandera en mano impidió el paso de camiones que llevaban a refugiados hacia las instalaciones de la Patrulla Fronteriza. League City, Texas, votó la semana pasada por “prohibir la entrada al municipio de niños indocumentados,”, de acuerdo al Houston Chronicle.

En contraste, Tucsón ofrece cuidados y ayuda. Y es una de las pocas comunidades fronterizas haciendo lo correcto, dijo John Heid, quien recientemente viajó a lo largo de la frontera. Es voluntario del Proyecto de Restauración, el cual ha estado ayudando a los extranjeros en la terminal de camiones.

Hasta Tucsón, los centroamericanos tiene que viajar una distancia muy larga y más adelante tendrán que cambiar de autobús en lugares donde no hay ayuda disponible. Los voluntarios aquí les explican lo que pueden esperar durante su viaje.

Juan Alvarado y su hijo de 15 años esperaban un camión que los llevaría a Carolina del Sur, donde se reunirían con alguien de la familia. En Guatemala dejaron a la esposa de Juan y a otros cuatro hijos. Él y su hijo salieron de su casa “porque no hay vida allá”, dijo.

María Baltazar había viajado durante una semana con su hija de 3 años cuando fue detenida en la frontera. No supo ni dónde. Pero en Tucsón, los voluntarios Mike Wilson y Susan Ruff invitaron a la madre guatemalteca y a su hija a comer, darse un baño y descansar. Baltazar iba a Orlando, Florida, para encontrarse con un familiar.

Sebastian Quinoc, nativo de Guatemala y radicado en Tucsón, estaba en la estación realizando un censo para el gobierno de Guatemala de quiénes pasan por ahí. Dijo que la mayoría de los guatemaltecos están huyendo de la violencia relacionada con la guerra contra las drogas.

Peg Harmon, directora ejecutiva de Servicios Comunitarios Católicos del Sur de Arizona, que coordina el esfuerzo de ayuda y recibe las donaciones, atribuye la actitud de los tucsoneneses a los líderes comunitarios que han impuesto un tono positivo. Considera que las muestras de apoyo revelan mucho acerca de nuestra comunidad donante.

Tucsón no es una comunidad mezquina ni resentida. Afortunadamente.

Se necesitan voluntarios bilingües y donaciones de artículos para niños y mujeres. Los voluntarios pueden llamar al 591-6390 o escribir a volunteercoordinatorgreyhound@gmail.com.

Las donaciones se pueden entregar de lunes a viernes en la oficina del concejal de Distrito 6, 3202 E. First St. o en la entrada del lado norte de Catholic Community Services, en el 140 W. Speedway Blvd.




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Ernesto Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.