Apellidos alrededor del mundo que de sólo mencionarlos logran que uno piense inmediatamente en el cine, sin duda alguna, abundan.

Muchos de ellos representan a la perfección lo que es una popularidad sostenida que ha mantenido vigencia a pesar del paso de los años (Roberts, Gibson, Hopkins, Cruise, Pitt, Eastwood, Downey Jr., Streep).

Hay otros que se han convertido en mitos (Gable, Delon, Dean, Monroe, Taylor, Wayne, Davies…) o podrían convertirse en uno (Ledger, Pacino, De Niro, Cronenberg, Bale, Seymour Hoffman, Nicholson, Lynch…), aunque también están aquellos que ilustran una fama fugaz, ridícula y a veces incomprensible (Pratt, Berry, Sandler, Hemsworth, Aniston…).

Sin embargo, son realmente pocos los que remiten a la historia del cine, a la concepción y confección del mismo; para eso hay que apellidarse Hitchcock, Mellie, Lang, Bergman, Kubrick, Ford, Lucas, Fellini, Kurosawa, Lean, Renoir o incluso Coppola, Scorsese o Mamet.

A la lista del selecto grupo anterior hay que sumar el de Spielberg.

Y es que desde su ópera prima, Duel (1971), el ya legendario Spielbert no ha parado de darle al clavo en cuanto al gusto de masas se refiere; es más, aunque casi todo lo que ha hecho desde sus inicios ha sido sinónimo de cine de alto presupuesto y taquillero (al que los conocedores suelen hacerle el feo), la hechura de sus obras, su buen gusto y sobre todo el gran dominio que tiene del oficio, han logrado que tanto críticos como público le tengan un respeto que ya quisieran algunos directorcillos que aspiran a hacer cine de autor cada vez que se ponen detrás de una cámara.

Es así como cualquier intento académico que aborde la historia del cine pecaría de omisión si dejara fuera la ruta cinematográfica de Steven Spielberg, incluidas ahí cintas como Empire of the Sun, The Color Purple, E. T. the Extra Terrestrial, Jaws, Indiana Jones, Close Encounters of the Third Kind, Munich, Schindler’s List, Saving Private Ryan, Jurassic Park, etc.

Es por lo anterior que hay que estar atentos cada vez que este señor entrega otra película, como es el caso de la más reciente, The BFG (2016), en donde combina personajes reales con otros creados a partir de la magia del CGI (las imágenes generadas por computadora).

La cinta nos presenta a una carismática niña de nombre Sophie (Ruby Barnhill), la cual tiene la suerte de encontrar a un gigante de buen carácter (Mark Rylance) y con quien creará un lazo de amistad bastante especial.

Un primer encuentro es suficiente para que la pequeña entienda que su nuevo amigo, a pesar de su descomunal tamaño, no es más que un viejo bonachón, aunque ese mismo carácter le ha valido el rechazo de los de su especie.

Habiéndose negado a comer niños como lo hacen los suyos, BFG (Rylance), como lo llama Sophie, es marginado por los otros gigantes, quienes sí son peligrosos de verdad y quienes al enterarse de la presencia de la niña en la vida del miembro expulsado mostrarán su terrible naturaleza de monstruos.

La cinta promete asombrar en serio por sus bien coreografiadas secuencias de acción, el realismo con el que se le dio vida a estas criaturas y por el tono emotivo de la trama, un recurso que Spielberg domina a la perfección.

Por último (y por si fuera necesario un atractivo más), hay que agregar que la cinta es una adaptación del famoso libro de Roald Dahl, famoso por crear historias (pseudo)infantiles que han inspirado filmes como The Witches, Willy Wonka, Fantastic Mr. Fox, Matilda y James and the Giant Peach.

Hasta la próxima.


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