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Tengo 18, soy libre, ¿y ahora qué?

From the Investigación del Arizona Daily Star: Respuestas a nuestra crisis de niños bajo el cuidado temporal series
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Donald Jayne pudo haberlo perdido todo cuando cumplió 18 años — su casa, sus amigos, los adultos a los cuales acudía buscando apoyo y guía. Criado bajo cuidado temporal (foster care) en Tucsón, el convertirse en adulto significaba que podría salir “del sistema.”

No más toque de queda. Nadie cuidando a dónde iba. Nadie preguntando si estaba bien. No más supervisión por parte de trabajadores de bienestar infantil.

Cumplir 18 años también significaría que Jayne, conocido como DJ, perdería las ataduras que lo mantenían centrado. Estaba libre de las reglas del hogar comunitario donde había vivido — no más pedirle permiso a su trabajador de caso para hacer las cosas que otros jóvenes hacían sin problemas, como ir al cine con sus amigos o al baile de la escuela.

“Sentí que me dejaron solo. En serio, te ves inundado con toda esta libertad”, dijo. “Pero no hay apoyo. No hay una transición”.

DJ extrañaba hablar con las amistades que había hecho con el personal del hogar comunitario en donde vivió, el último en una lista de asignaciones dentro del sistema de cuidado temporal.

En los últimos cinco años, entre 700 y 800 jóvenes al año en Arizona cumplieron sus 18 años estando en el sistema de cuidado temporal. Todos enfrentaron una elección:

Permanecer de manera voluntaria dentro del sistema estatal de bienestar infantil que había tenido control de sus vidas desde que alguien reportó que había negligencia o abuso en sus hogares o dejar el sistema de bienestar infantil —y los servicios de apoyo que conlleva.

Puede ser una decisión monumental.

Buscando soluciones que podrían funcionar en el estado, el Arizona Daily Star habló con más de 100 expertos en la reforma de la seguridad infantil y viajó a seis estados para observar qué funcionaba ahí. Para esta nota, el periódico visitó California para conocer un programa donde los jóvenes que alcanzan la mayoría de edad obtienen el apoyo que necesitan para convertirse en adultos saludables.

LA MITAD DECIDE QUEDARSE

Este tiempo es crucial, ya que después de años dentro del sistema, los jóvenes han desarrollado estrategias que pueden ser contraproducentes fuera del mismo. La dificultad de establecer relaciones interpersonales es consecuencia de una vida siendo reubicados de un lugar a otro, de familia en familia, de hogar comunitario en hogar comunitario.

Es duro vivir con un sentimiento permanente de impermanencia, aún más duro crecer con él. Muy poco es tuyo, los jóvenes hablan de tener todas sus posesiones dentro de una bolsa de basura, y no puedes tomar decisiones.

Arizona fue uno de los primeros estados que extendió el cuidado temporal hasta los 21 años, dijo Megan Arrigo, de la Alianza de Acción Infantil (Children’s Action Alliance). “Arizona tiene buen apoyo y servicios para gente joven”, dijo. Sin embargo, muchos aún desconocen su disponibilidad.

DJ evaluó sus opciones y reconoció que todavía necesitaba ayuda. Decidió permanecer en lo que se conoce como “cuidado temporal extendido”.

A sus 20 años, DJ sigue dentro del sistema, y piensa que más jóvenes en su situación deberían intentarlo.

Aquellos que eligen el cuidado temporal extendido deben dar su consentimiento legal para continuar en el sistema. La supervisión de la corte termina, pero los participantes cuentan con un trabajador de caso y pueden obtener ayuda para pagar renta y otros gastos.

Aproximadamente la mitad de los jóvenes que llegan a la mayoría de edad deciden quedarse en el sistema. La otra mitad se va, mencionó Arrigo.

“En parte es porque están tan cansados del sistema, están listos para ser independientes”.

Arizona tiene varios “coordinadores de vida independiente”, quienes trabajan con los jóvenes hasta la edad de 21. El número de casos es alto, y cada joven de 18 años que un trabajador de caso convence a quedarse dentro del sistema significa una carga adicional.

Permanecer dentro del cuidado temporal puede significar estar en un hogar comunitario mientras van a la escuela, vivir con una familia de crianza (la cual seguirá recibiendo dinero del gobierno), o vivir de manera independiente en un dormitorio o departamento con el estado pagando parte de los gastos.

DJ es parte de un programa de vida independiente que ayuda a pagar su renta, con una cantidad que se va reduciendo cada seis meses hasta quedar en cero cuando cumpla 21 años. Conforme la ayuda se reduce, él debe de poder cubrir la diferencia. Ser independiente no es fácil, y DJ quiere afianzarse bien antes de hacer más.

“Quería descifrar cómo ser adulto antes de ir a la escuela”, señaló. Su meta es trabajar para una agencia del orden público.

Arizona ofrece ayuda con colegiatura y entrenamiento, incluyendo pases para el autobús y vivienda, a jóvenes que siguen dentro del sistema después de que cumplen 16 años. Organizaciones sin fines de lucro ayudan con currículos, cómo solicitar empleo y otras habilidades.

Pero aún con estos beneficios, la mitad de aquellos que se quedan en cuidado temporal extendido abandonan el sistema antes de cumplir los 19.

“Cuando cumplen 18, los adultos jóvenes tienen muchas necesidades”, comentó Arrigo. “Se supone que deben de ser independientes, pero han crecido en un sistema que no les ha permitido serlo”.

Los padres biológicos de Alexei Ruiz eran “fuego y gasolina”. Cuando cumplió 18 años, Ruiz se fue a vivir con su madre. No duró mucho tiempo ahí. Ruiz sintió la presión de ser adulto sin tener las habilidades y experiencia necesaria para funcionar como tal.

“Todos esperan que de repente seamos normales cuando cumplimos 18”, dijo Ruiz. “Es el peor sentimiento del mundo”.

Si alguien deja el programa de cuidado temporal extendido, puede regresar mientras cumple los 21 años. Pero hay condiciones, y el año pasado sólo 25 jóvenes regresaron, dijo Arrigo. El joven tiene que estar en la escuela tiempo completo o trabajando por lo menos 80 horas al mes, o una combinación de trabajo y escuela.

Los jóvenes en general batallan con responsabilidades y prioridades —es parte del desarrollo del cerebro. Si a eso se añade una niñez llena de incertidumbre, viviendas temporales y a menudo la existencia de otro trauma, no es sorpresa que tantas personas que dejan el sistema se encuentren a la deriva.

Irónicamente, el programa de ayuda de Arizona termina excluyéndolos cuando se tropiezan.

“Ves a una persona joven batallando —perdieron su trabajo, están desempleados, no pueden seguir en la escuela, no llenan los requisitos, y el departamento dice: ‘Tenemos que cerrar tu caso’”, explicó Arrigo. “¿Cómo lo hacemos más accesible y exitoso?”.

A LA EDAD CORRECTA

Los sistemas de bienestar infantil tienen una falla inevitable: los niños crecen.

Sin embargo, la experiencia de pasar por el sistema no es algo que un niño puede olvidar o dejar atrás. Sus efectos permanecen aún cuando el niño regresa con su familia o sale del programa a los 18 o 21 años.

El sistema de bienestar infantil puede entorpecer el desarrollo cerebral. Etapas de crecimiento que pasan desapercibidas en un ambiente familiar —tomar decisiones sobre qué hacer después de clases, descubrir intereses en deportes o las artes, pasar tiempo con amigos en sus casas, bailes escolares, trabajos temporales, salir en la noche— requieren libertad dentro de un marco de seguridad.

El desarrollo humano requiere de la confianza, del tomar riesgos, de pensar críticamente, de tomar decisiones por uno mismo. El sistema obliga a sus participantes a obtener permiso para casi cualquier actividad. Para los jóvenes dentro de hogares comunitarios, esto es más que una molestia. Les niega el desarrollo de habilidades que necesitan para funcionar como adultos.

La vida después del cuidado temporal requiere ajustes serios, demandas que tal vez no estén listos para enfrentar. El cambio es esencial para tener éxito como un adulto joven, pero la realidad de vivir dentro del sistema y luego tener que adaptarse a una vida común es un gran reto.

Los niños entienden el mundo basados en su propia experiencia; eso es normal, aun cuando incluye abuso o negligencia. Ellos esperan que la gente se comporte de la misma manera a como se ha comportado antes. De cierta manera, sus mundos están estancados.

Pero todo cambia una vez que un niño es retirado de su hogar. Aunque se vayan a vivir con familiares, su vida ha sido puesta de cabeza.

Ruiz regresó a casa después de vivir en cuidado temporal, pero la reunión sólo duró un mes. Ahora, la falta más grande que tuvo la niñez de Ruiz dentro del sistema se ha vuelto más concreta.

“Hay habilidades que no te enseñan”, explicó Ruiz. “Nunca tuvimos eso, el saber que había por lo menos una persona que cuidaba tus espaldas, sin importar nada”.

Traducido por Luis Carrasco.


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Sarah Garrecht Gassen escribe para el Arizona Daily Star. Su columna de opinión aparece los jueves. Contáctala en sgassen@tucson.com y síguela en Facebook. En Twitter:@sarahgassen