El sueño olímpico se formó hace mucho tiempo, allá en Puerto Rico hace 14 años, cuando Rafael Quintero tenía sólo 7 años de edad.

Entonces era gimnasta, y de los buenos; llegó a estar clasificado entre los mejores jóvenes de la isla.

A los 12 años, los clavados eran su actividad secundaria, hasta que el camino olímpico agarró vuelo.

A los 15 ya se sentía llamado por la plataforma, utilizando sus habilidades en gimnasia para girar en el aire con aquella gracia y facilidad.

Y seis años después, el poseedor de numerosos trofeos y medallas –incluyendo el premio al Clavadista Varonil del 2016 de la Pac-12– y estudiante del último año de la Universidad de Arizona ha logrado la primera parte de su sueño. Quintero participó en febrero en la Copa Mundial FINA de Clavados en Río de Janeiro, donde consiguió el pase a los Juegos Olímpicos entre los ocho mejores.

“Esto definitivamente tiene un significado especial para mí”, dijo Quintero. “Es por lo que he estado trabajando desde que era niño. Ese ha sido el único objetivo: ir a las Olimpiadas”.

Ah, pero aquí viene lo difícil: Este es sólo el primer escalón.

Quintero y sus entrenadores han establecido objetivos alcanzables pero no menos admirables para los Juegos Olímpicos de este año, con la nada lejana meta de lograr la gloria dentro de cuatro años, cuando Quintero deberá encumbrarse como clavadista y como atleta. La idea este año es llegar a la final. Nada mal.

Tomemos en cuenta que Quintero es apenas el quinto clavadista de Arizona en unos Juegos Olímpicos, y sólo el segundo varón. Puerto Rico no ha tenido ningún clavadista olímpico en dos décadas. El país tiene ocho medallas olímpicas en total, dos de plata y seis de bronce. Ninguna en clavados.

“Con llegar a las finales, entre los 12 o quizá los 10 mejores, estaremos felices”, dijo. “Después de eso, nos enfocaremos en llegar al podio. Es un objetivo posible”.

Quintero entiende las dificultades del camino que tiene enfrente, admite. “Es muy difícil mantenerte entre los mejores una vez que logras entrar”.

Dice que cree que estará bien y que su motivación está íntegra.

Fue en Puerto Rico donde Quintero empezó a cansarse del rigor y la rutina de la gimnasia.

“Muchos gimnastas te pueden decir esto: Después de 10 años de gimnasia, uno quiere hacer algo nuevo”.

También se dio cuenta de que los clavados le ofrecían una ruta más clara, quizá más realista, a las Olimpiadas.

Pero, ¿qué ruta a los Juegos Olímpicos es realista? Él tenía claro que era un muy buen gimnasta. Y que sería un gran clavadista.

Lo supo a tiempo, además.

“Diría que fue un llamado”, dijo. “Tras cuatro meses en los clavados fui a mis primeros Juegos Centroamericanos. A los ochos meses, a mis primeros Juegos Panamericanos juveniles. Ahí pude ver la diferencia”.

Pudo transferir a los clavados la armonía y el movimiento que aprendió en la gimnasia, pero dice que aún tiene algunos “malos hábitos”. Aún está refinando su técnica. Y eso es algo que puede asustar a los demás. Dijo que su gran salto se dio en su primer año en Arizona.

“Después de entrenar en este ambiente de equipo, de ser más y más consistente, sentí que ‘esto es’”, dijo. “Sabía que podía llegar aquí en 2016”.

¿Y después qué?

Nadie sabe.

Pero el sueño aún no termina.


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