Perla Barraza tiene muy claro que es una persona afortunada.

Ella ha vivido en Tucsón casi toda su vida pero sin autorización legal. Pero eso no le impidió graduarse de preparatoria ni tomar clases en Pima Community College ni actuar en el escenario con Teatro Borderlands ni ser un miembro activo de la comunidad ni ser madre, hermana e hija.

Y también ha podido trabajar. Tiene el estatus de DACA -Acción Diferida para los Llegados en la Niñez, programa que fue posible bajo el mandato del ex presidente Barack Obama en 2012- el cual le concede un permiso legal temporal para trabajar y protección ante la deportación.

Aunque ha podido lograr mucho en sus 25 años, su objetivo de asistir a una universidad estatal se le ha esfumado. La matrícula está fuera de su alcance. Incluso si le permitieran pagar el costo como residente estatal.

Pero un tribunal de apelaciones estatales dictaminó que Barraza y otras personas como ella deben pagar matrícula como si vivieran fuera del estado, que es más del doble de lo que pagan los residentes estatales para asistir a las universidades y colegios de Arizona. Aunque la Junta de Regentes de Arizona votó el viernes 30 de junio para mantener la matrícula como residentes del estado a los “soñadores”, el tema pasará a la Corte Suprema estatal.

Pero incluso pagar la matrícula estatal es una gran carga para los estudiantes DACA, porque la ley estatal les prohíbe recibir cualquier tipo de ayuda financiera del estado.

Barraza, sin embargo, podrá evitar este dilema legal asistiendo a la universidad fuera de Arizona. Va a Mills College, una pequeña escuela privada de artes liberales en Oakland, California. Estudiará con una beca, pero necesitará dinero para vivir.

La semana pasada, familiares y amigos de Barraza asistieron a una cena en el Centro de Justicia Global en el sur de Tucsón para recaudar dinero para enviarlas a ella y a su hija a Oakland. Si bien ella está profundamente agradecida por la beca, lamenta que los recursos para que los estudiantes DACA puedan asistir a la universidad en Arizona sean pocos y las barreras muchas.

“Es un poco decepcionante”, dijo. “El estado no me quiere, las escuelas no me quieren. No sólo a mí, sino también a la gente de mi comunidad, independientemente de su estatus legal”, dijo.

Mills College pagará el 80 por ciento de su matrícula y el resto será pagado por becas adicionales y ayuda de amigos. Se propone estudiar teatro y estudios étnicos.

Como resultado, la escuela cara es la alternativa más barata para asistir a la universidad en su propio estado. “Eso dice mucho sobre las universidades privadas”, dijo. “Creen en los Soñadores e inmigrantes”.

A pesar de su condición como beneficiarios de DACA, los Soñadores creen que las cosas no han cambiado mucho para ellos. Sus familiares siguen con el temor a ser descubiertos y deportados. Y DACA no los protege a ellos de los interrogatorios invasivos de los agentes de la ley.

Francisco Salcido, quien es indocumentado y afiliado a DACA, dijo que su condición legal no lo protege de un trato injusto e intimidante.

“Todavía soy uno de los ‘inmigrantes malos’”, dijo Salcido sarcásticamente.

Salcido, quien trabaja en la preparatoria Baboquivari en Sells, en la Nación Tohono O’odham, dijo que con demasiada frecuencia lo detienen e interrogan vigorosamente en el puesto de control de la Patrulla Fronteriza en Arizona 86, a pesar de que les hace saber que está protegido por DACA.

Dijo que los agentes han rodeado su vehículo. Le hacen preguntas. Lo ven sospechosamente. Lo mandan a inspección secundaria. Los agentes no le dan el pase con señas de la mano como lo hacen con los coches llenos de turistas bronceados que regresan de Puerto Peñasco tras un viaje de fin de semana.

Ha habido un cambio notable en los puestos de control de la Patrulla Fronteriza: La presión ha aumentado desde la elección del presidente Trump, dijo.

Al igual que su amiga Barraza, Salcido espera asistir a una universidad de cuatro años. Después de graduarse de Sunnyside High School, Salcido se inscribió en Pima Community College con una beca completa. Pero después de un semestre le quitaron la beca porque es indocumentado. Posteriormente se reinscribió, pero las dificultades familiares le obligaron a retirarse. Es el único de su familia que puede trabajar legalmente.

Salcido está feliz por Barraza. Como debemos estarlo todos los que estamos empeñados en contribuir a una vida mejor para los demás y para nosotros mismos. Barraza y los miles de soñadores están trabajando para lograr oportunidades para ellos y sus familias. Se benefician ellos. Nos beneficiamos nosotros.

Esto no tendría que ser un sueño.

Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.


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