Guillermo Huerta, beneficiario de DACA, trabaja en su computadora desde su casa cerca de la Universidad de Arizona, de donde graduará como psicólogo en mayo. Huerta, de 23 años, fue traído a Estados Unidos por su familia a los 5 años.

No hace ni cinco años que Guillermo Huerta Molina empezaba a llenarse de esperanza.

Huerta era estudiante del Colegio Comunitario Pima en 2013 cuando recibió su estatus de DACA.

Un año antes, el ex presidente Barack Obama había creado el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, DACA, por sus siglas en inglés, ofreciendo a los jóvenes inmigrantes una protección temporal de la deportación y un permiso de trabajo por dos años con opción a ser renovados.

Ese fue un manantial de esperanza para Huerta y para casi 700 mil más como él en todo el país. Empezaron a ser conocidos como “soñadores”. Jóvenes traídos por sus padres a su nuevo país siendo niños.

Ahora, ese manantial de esperanza se está secando rápidamente.

El presidente Trump canceló el programa DACA y lo lanzó al Congreso, donde el Senado y la Cámara de Diputados controlados por los republicanos no han creado un camino para que los soñadores como Huerta se conviertan en residentes legales. Es un juego político de futbol el que están jugando Trump y el Congreso, el cual crea más caos futuro y daña las vidas prometedoras de jóvenes que son, por experiencia, educación y cultura, norteamericanos.

La mayoría de los norteamericanos apoyan a los soñadores. Aun así, Trump y la mayoría republicana en el Congreso permanecen inamovibles en su oposición a liberar a los receptores de DACA de la amenaza de la deportación a países que ellos no conocen.

El tiempo se acaba para Huerta, ahora en su penúltimo año en la Universidad de Arizona con especialización en psicología. El próximo año terminará su estatus de DACA y no sabe si habrá de volver a solicitarlo, ni siquiera sabe si podría hacerlo. Quizá ya no haya programa DACA, puesto que ha sido impugnado en la corte federal. Y la expectativa de acción en el Congreso es, en el mejor de los casos, poco probable.

“Se trata sólo de cruzar ese puente cuando llegue a él”, dijo Huerta, de 23 años.

Me reuní con Huerta la semana pasada en su departamento en el área de la UA. Huerta, quien llegó a Tucsón a los 5 años de edad, ha tenido una vida llena de estrés, incluso antes de septiembre pasado, cuando Trump canceló DCA.

Desde pequeño aprendió que no podía decirle a la gente dónde había nacido ni compartir su historia de inmigración con sus amiguitos o compañeros de clase.

Fue en la primaria cuando tuvo la primera noción de que era un tema tabú. “Me dijeron que no se lo dijera a la gente”, dijo. Pero después, en Sabino High School, en el noreste de la ciudad, fue cuando los crecientes ataques verbales a los inmigrantes mexicanos se volvieron físicos.

En 2010, cuando la ex gobernadora Jan Brewer firmó la estricta ley antiinmigración comúnmente llamada SB 1070, unos muchachos en Sabino arrinconaron a Huerta contra la pared y le exigían que les enseñara “sus papeles”. Sus atacantes no sabían nada del estatus migratorio de Huerta, pero sabían que no se veía como uno de ellos.

Aunque Huerta no ha vuelto a ser agredido físicamente desde el incidente de Sabino, los ataques verbales hacia los soñadores e inmigrantes en general desgarran a Huerta, quien ha sido una voz activa a favor de los receptores de DACA.

Escuchar al presidente mezclar la desinformación sobre DACA con demandas para terminar el muro fronterizo que mantenga “segura” a Norteamérica y para acabar con el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, le parte el corazón, dice Huerta.

“Trato de dormir, pero no puedo”, dice Huerta, citando su preocupación por qué pasará con DACA y la incertidumbre sobre su futuro. Esto ha afectado también su desempeño en clases, agregó.

Pero se mantiene fuerte. Está en vías de graduarse, dijo.

Después de la graduación, si Huerta logra conseguir becas –los soñadores no son elegibles para la ayuda financiera del gobierno– quiere buscar un postgrado en psicología para enfocarse en un área de la que no se habla mucho: la salud mental de los jóvenes indocumentados y soñadores.

“No nos vamos a ir”, dijo Huerta sobre los soñadores como él.

¿Lo culparías? Después de todo, este es su país.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.