Conozca a Alejandra Salazar.

Es hija y hermana. Es egresada de la preparatoria Amphi y estudiante en el Colegio Comunitario Pima (PCC), con deseos de transferir sus estudios a la Universidad de Arizona. Trabaja como vendedora en una tienda.

Salazar es además una inmigrante indocumentada. Aunque su estatus legal no la define como persona, es ese estatus legal el que impide su participación plena en la comunidad.

Pero algún día ella será ciudadana de Estados Unidos, porque la historia y los vientos demográficos y políticos soplan de su lado.

Salazar, de 22 años de edad, quien tiene una protección temporal contra la deportación bajo la iniciativa de la Acción Diferida, misma que también le permite trabajar, no ha dejado de buscar justicia para ella y para otros miles de Soñadores, entre ellos su hermano menor.

“DACA (siglas en inglés de la Acción Diferida para los llegados en la Infancia) es un alivio temporal, pero no es la solución”, dijo Salazar la semana pasada, mientras platicábamos en la cafetería del PCC Campus Oeste.

La conocí en enero cuando la escuché hablar en un foro sobre inmigración y educación en la YWCA de North Bonita Avenue, en el Barrio Menlo Park. Salazar me impresionó con su elocuencia y su pensamiento. Es como la mayoría de los Soñadores que he conocido, del tipo de personas de las que necesitamos tener más.

Sus padres los trajeron hace 10 años desde Guaymas, Sonora, a ella y a su hermano Manuel, quien ahora tiene 19. Salazar y Manuel son dos de las más de 430 mil personas que han recibido la Acción Diferida en el primer año desde que el presidente Obama aprobó el programa en agosto del 2012, según datos del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de E.U.

Y aunque Salazar y su hermano están protegidos de ser deportados a un país que nos es su casa, sus padres no lo están. Sus papás, al igual que millones de indocumentados, viven una vida en sigilo. Más aun, DACA es una directriz presidencial que puede ser revertida por un nuevo presidente.

Los Soñadores se han convertido en uno de los grupos más activos en la lucha por una reforma migratoria. Son enérgicos y tienen de su lado un argumento moral convincente. Salazar trabaja con Scolarships A-Z, organización que provee información y herramientas a los estudiantes indocumentados.

Políticamente, Salazar ve al creciente número de votantes latinos como un factor crítico que podría ser determinante en futuras elecciones. Un número cada vez mayor de esos electores tiene a familiares que han sido víctimas de nuestra política migratoria disfuncional.

Aunque el programa DACA es el primero en su tipo en nuestra historia de inmigración, no es la primera vez que Estados Unidos ha abierto sus puertas a los inmigrantes indocumentados, dijo la abogada migratoria Margo Cowan.

Cowan, quien ha defendido a inmigrantes desde los años setentas y quien también fue oradora en el foro de la YWCA, dijo que la primera legalización se dio a finales de los veintes. Una segunda sucedió en los cuarentas, durante la Segunda Guerra Mundial. “Queríamos decir ‘gracias’” a los inmigrantes indocumentados que ayudaron a sostener la economía de E.U. durante la guerra, dijo Cowan.

Pero en 1986, la política de “acogida” se transformó cuando la administración de Ronald Reagan implementó el programa de amnistías.

Cowan dijo que esa fue la primera política radical que se alejaba de una bienvenida a los inmigrantes, toda vez que la amnistía implícitamente decía “tenemos que perdonar tu transgresión porque vienes a limpiar nuestros escusados y a recoger la fruta”.

Según datos del Instituto de Política Migratoria, un centro de estudios, más de 3.7 millones de inmigrantes indocumentados han sido legalizados en Estados Unidos desde 1986. Entre 1929 y 1986, el estatus de más de 1.5 millones de personas fue arreglado por el Congreso.

Alguna forma de legalización está en camino, a medida que aumentan las presiones políticas y económicas. Los republicanos en la Cámara de Diputados insisten en que no habrá reforma migratoria en este año, pero la historia dice que es inevitable.

“Es el siguiente paso generacional” que tiene como su base a la historia, dijo Cowan.

Salazar esperará. Se siente segura, pero sabe que al igual que millones de personas que como ella también apoyan una reforma migratoria tiene mucho trabajo por hacer para responder al “último aliento” de esos que se oponen a cualquier tipo de reforma y que, agregó Cowan, “hacen todo lo posible porque esto sea tan miserable y crear tanto sufrimiento como puedan”.

Este es un momento transitorio para Salazar. Lo es también para nosotros.

ENGLISH VERSION

Meet Alejandra Salazar.

She’s a daughter and a sister. She’s a graduate of Amphi High School and a student at Pima Community College, with hopes of transferring to the University of Arizona. She works in retail.

Salazar also happens to be an undocumented immigrant. While her legal status is not what defines her as a person, it’s her legal status that prevents her from being a full participant in our community.

But someday she will be a U.S. citizen because history, demographics and the political winds are on her side.

The 22-year-old Salazar, who has a temporary reprieve from deportation under the Deferred Action initiative, which also permits her to work, is not deterred from seeking fairness for herself and thousands of other Dreamers, including her younger brother.

“DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals) is temporary relief but is not the answer,” said Salazar, while we talked in the PCC West Campus cafeteria last week.

I first met her last month when I heard her talk at a forum on immigration and education at the YWCA on North Bonita Avenue. Salazar impressed me with her articulateness and thoughtfulness. She’s like most of the Dreamers I’ve met, individuals whom we need more of.

Her parents brought her and Manuel, her 19-year-old brother, to Tucson 10 years ago, from Guaymas, Sonora. Salazar and Manuel are two of the more than 430,000 individuals who received Deferred Action within the first year after President Obama approved the program in August 2012, according to the U.S. Citizenship and Immigration Services.

While Salazar and her brother are safe from being deported to a country that is not their home, their parents are not. Her parents, like the millions of other undocumented immigrants, live stealth lives. Moreover, DACA is a presidential directive that can be reversed by a new president.

Dreamers have become some of the most active groups in the fight for immigration reform. They are energetic and they have a persuasive moral argument on their side. Salazar works with Scholarships A-Z, which provides information and resources to undocumented students.

Politically, Salazar sees the growing number of Latino voters as a critical potential factor in determining future elections. A growing number of these voters have family members who have been hurt by our dysfunctional immigration policy.

Although the DACA program is the first of its kind in our immigration history, it’s not the first time the United States has opened its doors to undocumented immigrants, said immigration attorney Margo Cowan.

Cowan, who has defended immigrants since the 1970s and who spoke at the YWCA forum, said the first legalization came in the late 1920s. A second occurred in the 1940s during World War II. “We wanted to say ‘thank you’” to the undocumented immigrants who helped sustain the U.S. economy during the war, Cowan said.

But in 1986, the “welcoming” policy turned when the Reagan administration implemented the amnesty program.

Cowan said it was the first radical policy departure from welcoming immigrants, as amnesty implied “we must pardon you for your transgressions, for coming to clean the toilet and pick the fruit.”

According to the Migration Policy Institute, a think tank, more than 3.7 million undocumented immigrants have been legalized in the United States since 1986. Between 1929 and 1986, more than 1.5 million individuals’ legal status was fixed by Congress.

Some form of legalization is coming, as political and economic pressures mount. The Republicans in the U.S. House insist there will be no immigration reform this year but history says it is inevitable.

“It’s the next generational step that goes back decades,” Cowan said.

Salazar will wait. She’s confident but she knows she and millions of others like her and who support immigration reform have a lot of work to counter the efforts of the “last gaspers,” those opposed to any kind of reform and, as Cowan said, who are “doing everything they can to make it as miserable and create as much suffering as they can.”

This is a transitory moment for Salazar. For us as well.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo al 573-4187 o en netopjr@azstarnet.com.