Ron Medvescek / La Estrella de Tucsón

Eleazar Castellanos, derecha, coordinador del Centro de Jornaleros del Sur (Southside Worker Center) habla con Ángel Soto, un estudiante universitario, el martes 6 de diciembre de 2016. Los trabajadores que se reúnen en el estacionamiento de la Iglesia Presbiteriana del Sur para buscar trabajo están preocupados por los cambios migratorios que ha prometido Donald Trump.

Es una mañana nublada de viernes y unos cuantos hombres deambulaban por el estacionamiento de la Iglesia Presbiteriana del Sur. Es ahí donde los jornaleros, muchos de ellos inmigrantes indocumentados, se reúnen con la esperanza de que alguien llegue a ofrecer trabajo por ese día.

Aunque diariamente tienen la preocupación de si trabajarán o no, si uno platica con ellos se da cuenta de que hay algo que los mortifica aún más: su futuro. Específicamente, están preocupados sobre qué pasará después del 20 de enero, cuando Donald Trump toma posesión como presidente de Estados Unidos.

“Trump tiene a la gente asustada”, dijo el jornalero Humberto López Robles.

Las preocupaciones entre muchos inmigrantes son inequívocas. ¿Irá a ser el mismo Trump que vimos como candidato? ¿Aumentarán las deportaciones, que ya de por sí han sido una preocupación? ¿Los agentes de la policía local incrementarán las paradas a los automovilistas latinos basados en una política migratoria más agresiva? ¿La retórica racista que Trump utilizó durante la campaña se convertiráen un arma habitual de sus seguidores dentro y fuera del gobierno?

López Robles intenta reducir un poco la tensión, por ahora. Este trabajador inmigrante nacido en Sonora piensa que Trump no podrá hacer todo lo que dijo porque él cambia de un día para otro. Pero Trump sigue siendo incierto, y ello preocupa a los inmigrantes, agregó López Robles.

“Me preocupa que me detengan”, dijo.

Para aliviar las preocupaciones entre los inmigrantes mexicanos y responder a sus muchas preguntas, una coalición de grupos comunitarios realizó un foro el pasado sábado 14 de enero en el Centro Juvenil John D. Valenzuela, en Sur Tucsón, a unas cuantas cuadras de la Iglesia Presbiteriana del Sur.

“Queremos que la comunidad conozca sus derechos”, dijo Belem Chagolla, integrante de Paisanos Unidos, uno de los grupos que forman la coalición. “Con los cambios en la presidencia, queremos dar un poco de calma a la gente y responder a sus preguntas”.

Desde las perspectivas de Chagolla y de López Robles, sus preocupaciones son reales y válidas.

Trump inició su entonces poco probable campaña insultando a los inmigrantes mexicanos y prometiendo construir un gran muro a lo largo de las 2,000 millas de la frontera entre México y Estados Unidos. Y con el pasar de los meses, sus belicosas promesas de ser más duro con los inmigrantes mexicanos, así como con los musulmanes, y derogar el alivio temporal conocido como DACA que otorgó el presidente Obama a jóvenes indocumentados alimentaron su campaña ultranacionalista.

Al principio, quizá muchos inmigrantes mexicanos y latinos se reían de la campaña presidencial de Trump mientras hacían fila para darle a las piñatas con la figura del candidato, pero conforme su campaña tomó impulso en las primarias republicanas, sus palabras fueron formando una nube negra sobre las familias inmigrantes.

En agosto, un día después de reunirse con el presidente de México, Enrique Peña Nieto, un tempestuoso Trump aterrizó en Phoenix y emocionó a su base de seguidores con su compromiso de cerrar la frontera. Y desde su victoria mediante el Colegio Electoral –recordemos que Trump perdió el voto popular- no ha dado marcha atrás en sus promesas.

“¿Qué pasará con los Soñadores?”, cuestionó Chagolla en entrevista telefónica, refiriéndose a los jóvenes inmigrantes que fueron traídos sin documentos a este país siendo niños y que pudieron obtener un permiso de trabajo y de residencia temporal durante el gobierno de Obama.

Chagolla se toma muy en serio las palabras de Trump. Él ha hablado de una “fuerza de deportación”, la cual ha infundido una amplia incertidumbre entre familias y personas que tienen muy poca protección legal.

Pero, de hecho, los inmigrantes indocumentados sí tienen derechos, aunque muchos no lo saben.

“Tengo miedo, pero tengo derechos”, dijo Chagolla, quien no es residente legal, a pesar de que su esposo tiene su residencia legal y sus hijos son ciudadanos estadounidenses. Entre esos derechos legales está el de una audiencia ente un juez de inmigración, lo cual puede evitar que una persona sea deportada de inmediato y le permite ser liberada bajo fianza.

“La Constitución y las leyes me protegen”, agregó Chagolla.

Esos pocos derechos legales otorgados a los trabajadores indocumentados pueden ser un muro suficiente de protección. Ese es el hermoso muro que el nuevo Presidente tendrá que escalar.


Become a #ThisIsTucson member! Your contribution helps our team bring you stories that keep you connected to the community. Become a member today.

Ernesto Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo al 573-4187 o en netopjr@tucson.com.