En Palomeando celebramos el mes patrio. Como recordará, la semana anterior hablamos de "El Norte" (1983), la película de migración por antonomasia y obra maestra del mexicoamericano Gregory Nava.
Ahora toca el turno a "Sonora" (Alejandro Springall, 2018) que, aunque no alcanza el nivel artístico del filme de Nava, sí posee lo suficiente como para entretener y aportar buen material de discusión a la mesa.
El primer tema que salta a la vista es el del racismo. Y es que, cuando un pueblo quiere combatir la discriminación, inmediatamente habla de libertad y de derechos humanos.
Es por eso que resulta interesante ver la cinta de Springall, en donde podremos atestiguar cómo, ese mismo pueblo que reclama igualdad en un país ajeno y acusa a otros de racismo, fue en una época el que actuó de la misma forma en contra de otra minoría.
La cinta, que en USA ostenta el llamativo título The Devil’s Highway, tiene una premisa simple: un grupo de pasajeros debe cruzar en pleno año de 1931 el hermoso pero desolado paisaje del desierto de Sonora para llegar a Baja California; todos montados en un vehículo para 6 personas que terminó transportando a 12.
Entre los pasajeros va la familia Wong, un matrimonio interracial formado por un hombre de ascendencia china (Jason Tobin), su mujer mexicana y una pequeña de rasgos asiáticos. Van también un mexicano racista (Juan Manuel Bernal) que odia a los chinos, un joven de ascendencia tarahumara (Harold Torres) pero absorbido por la cultura del vecino país del Norte, un viejo exrevolucionario y una bondadosa abuela (Dolores Heredia) que cuenta haber rechazado a su hija por haberse metido con uno “más prieto que el indio que nos guía”.
El mencionado indio es Emeterio, un tarahumara encarnado por Joaquín Cosío, quien es el único del grupo que conoce la ruta para no perderse en el camino, aunque también tiene demonios propios que combatir: el alcoholismo.
Basada en la novela La ruta de los caídos de Guillermo Munro y con el guion del semilegendario John Sayles, la historia maneja temas bastante interesantes, como los sueños de sus personajes, sus angustias y su manera particular de ver el mundo.
Cada quien tiene distintos motivos para intentar la travesía y cada uno posee una mirada particular con respecto a sus compañeros de asiento; es precisamente eso lo más interesante de la propuesta de Springall, pues deja al desnudo la discriminación que existía entonces (y sigue existiendo aún) entre los distintos grupos raciales y sociales de México.
Son los inicios de los años 30 y México ha declarado la expulsión de los chinos del país; ¿los argumentos?: Ellos han traído enfermedades, se han adueñado de nuestros trabajos, son sucios, criminales, etc. Por cierto, pocos recuerdan el genocidio de más de 300 chinos en Torreón, Coahuila, a manos de un ejército maderista, ¿verdad?
Resulta bastante peculiar y contradictorio que por esas mismas fechas en que México mostraba su xenofobia abiertamente, experimentaba al mismo tiempo y en carne propia una deportación masiva ordenada por el presidente Herbert Hoover, la cual regresó a México a miles de mexicanos indocumentados.
Lo sobresaliente de la cinta es cómo la furgoneta y sus pasajeros son una analogía perfecta del México de entonces; porque hay de todo: el gringo oportunista, el rico que siente que deben servirle, el pocho, el indígena que ha perdido sus raíces, el mexicano que es racista con los mismos mexicanos, la minoría que sufre discriminación por ser de otra raza, etc.
Es verdad que el traslado deberá sortear los peligros naturales del sinuoso camino, pero será quizá la convivencia de los pasajeros la mayor dificultad a sortear.
Lo malo es que no hemos encontrado esta cinta en carterela por el sur de Arizona. Esperemos que pronto se pueda ver por streaming. Donde sí se puede ver ya es en cines de Nogales y Agua Prieta, del otro lado de la frontera.
Hasta la próxima.