James McAvoy and Daniel Radcliffe in “Victor Frankenstein.”

Pocas presencias han sido tantas veces recreadas en el cine como lo es la aterradora criatura que tuvo su primera aparición en la obra cumbre de la literatura de horror (y hasta de ciencia ficción) que escribiera la inglesa Mary B. Shelley en 1818 y que bautizara con el sugestivo título de Frankenstein o El moderno Prometeo.

Como se sabe, la novela fue el resultado de la ya mítica apuesta surgida en una de las tertulias literarias que ella organizaba junto a su esposo (el poeta Percy B. Shelley), su médico personal (John Polidori, uno de los gestadores de la figura del vampiro) y, por supuesto, el eterno emblema de la poesía renacentista inglesa: Lord Byron; finalmente, de los cuatro, sólo el doctor y Mary cumplieron con la encomienda.

Luego de eso, la figura de este ser, que con el tiempo fue conocido por los lectores con el apellido de su creador, comenzó a ganarse un lugar especial en el panteón de seres sobrenaturales que suelen recrear las pesadillas de casi toda la civilización occidental, como lo son la momia, el vampiro, los zombis y el hombre lobo.

En el cine, el popular Frankie (como se le llama amistosamente) ha tenido un recorrido muy interesante, y las tramas que lo han acompañado han sido de todo tipo, desde las que intentan recrear fielmente (o con breves variantes) la anécdota de la obra original, así como aquellas que colocan al monstruo en las situaciones más improbables.

Títulos tan inverosímiles como “Bikini Frankenstein” (2010), “Carne para Frankenstein” (1973), “La Figlia de Frankenstein” (1971), “Frank Enstein” (1991), “Baby Frankenstein” (2016), “Army of Frankensteins” (2013), “Billy Frankenstein” (1998), “Frankenstein Cat” (2007), “Frankenstein Meets the Spacemonster” (1965), “Frankenstein’s Bride” (2015), la reciente y mala “I Frankenstein” (2014) y hasta la Mexicana “Santo vs. la hija de Frankenstein” (1972), son la prueba del uso (y a veces hasta abuso) que ha sufrido el personaje en su paso por el Séptimo Arte.

“Victor Frankenstein” (Paul McGuigan, 2015) es una versión más que se suma al numeroso grupo, teniendo esta vez el atractivo de utilizar los avances más recientes en lo que se refiere a efectos especiales y las presencias de Daniel Radcliffe en el papel de Igor, el fiel sirviente del científico, y James McAvoy encarnando a Víctor.

El otro atractivo consiste en que la historia esta vez está contada desde la perspectiva de Igor, quien es testigo cercano y asistente directo de la asombrosa misión que se ha impuesto un científico ambicioso, a quien conoce desde que sólo era un joven estudiante de medicina.

A diferencia de otras versiones, esta vez Igor no es un sujeto deforme, un tipo casi tonto ni mucho menos está totalmente sometido a la voluntad de su amigo (no amo); todo lo contrario, pues posee una visión crítica sobre las acciones que éste emprende, luego de que sus ambiciones desmedidas provoquen que el experimento tome una dirección opuesta del objetivo motor que la originó.

Es así como lo que empezó como un proyecto que se proponía beneficiar a la Humanidad se transforma muy pronto en una situación que podría poner en peligro la existencia de la misma. Será sólo Igor quien podrá salvar al mundo y al propio Víctor de tal monstruosidad.

Dirige el mismo cineasta que sorprendió tan agradablemente con su cinta de historias cortas llamada “Acid House” (1998) y la excelente “Lucky Number Slevin” (2006), uno de los mejores ejemplos de cine negro moderno.


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