Club Duette

Cortesía de Esther Torres

Betty Lara Carrillo, izq., y Alva Bustamante Torres son integrantes originales del Club Duette, un grupo de mujeres tucsonenses que celebró el 60 aniversario del grupo el domingo 8 de noviembre.

Ahí estaban, esparcidas en el salón de baile, con sus esposos, familia y amigos, recordando, riendo, abrazándose. Las mujeres, muchas de ellas amigas de toda la vida, celebraban seis décadas de participación comunitaria y compromiso.

A su red social la llaman Club Duette.

Las mujeres del Club Duette se habían reunido el domingo 8 por la tarde en El Casino Ballroom en Sur Tucsón, donde han realizado muchas de sus reuniones, para celebrar el 60 aniversario del grupo. Las mujeres del Club Duette eran parte de una red de grupos similares de hombres y mujeres que emergieron en la escena social de Tucsón antes y después de la Segunda Guerra Mundial. Había otros grupos, como Club Mavis, Los Universitarios, Little Flower y Monte Carlo.

Pocos de esos clubes han sobrevivido.

Club Duette ha sido parte de mi vida y de la de mis tres hermanos. Crecimos con el grupo, pues nuestra madre, Julieta Bustamante Portillo, y nuestra tía Alva Bustamante Torres han sido miembros durante los 60 años. Había bailes del Club Duette (a los que no podíamos ir) y había días de campo entre las familias Duette (donde yo podría conocer a las hijas de los miembros del club).

El club reunió 20 mil dólares a lo largo de los años para varias instituciones de beneficencia, así como para ayudar a mujeres del grupo que habían perdido a sus esposos o algún familiar. ¡Su primer donativo en 1962 fue de 20 dólares!

Pero mientras recorría con la mirada el salón de baile decorado en color azul cielo, vi algo más que un grupo de amigas celebrando su amistad y bailando mambos, cumbias y boleros.

Para mí, el Club Duette, las mujeres y sus esposos, algunos de ellos hijos e hijas de inmigrantes, representan esa vital generación de familias mexicoamericanas de antes y después de la Segunda Guerra Mundial.

La mayoría de las integrantes del club se dedicaron a su hogar. Muchos de los esposos eran obreros, pero algunos eran militares o bomberos o vendían carros.

Criaron a sus hijos, iban a la iglesia, pagaban sus impuestos. Celebraban bodas y se reunían en funerales. Y aunque la mayoría de las integrantes del Club Duette llegaron sólo hasta la preparatoria Tucson High, algunas estudiaron después en la Universidad de Arizona, muchas vieron a sus hijos graduar de la universidad y hacer carreras profesionales.

Dentro de las paredes del salón de baile no había ni un político ni funcionario de alto rango. No había ex atletas profesionales ni nadie “famoso”. El Casino estaba lleno de gente normal que formaron la columna vertebral de Tucsón.

Las mujeres del Club Duette, que están ahora en sus 70 y 80 años, fueron niñas que crecieron en la fragilidad de la Gran Depresión económica. No tuvieron mucho, la escasez abundaba. Las familias escatimaban y ahorraban.

La gran mayoría creció en Tucsón en hogares mexicoamericanos, en lo que era entonces una ciudad muy pequeña.

Para 1940, la población de Tucsón era de poco más de 36 mil personas, de las cuales unas 11 mil eran mexicoamericanas, alrededor del 30 por ciento, según el censo de la ciudad. En la cúspide del conflicto global, 75 por ciento de las familias mexicoamericanas eran de clase obrera. De los tucsoneneses anglos, el 35 por ciento eran obreros, de acuerdo con “Los Tucsonenses: La Comunidad Mexicana en Tucsón, 1854-1941”, de Thomas E. Sheridan.

Cuando la guerra llegó a nuestro país, los hermanos mayores de algunas familias del Club Duette fueron a prestar servicio. Las familias mexicoamericanas de Tucsón en el frente nacional eran tan patrióticas y valientes como cualquier otra, aun cuando se les negaban algunas oportunidades en Tucsón. Las mujeres mexicanas, también, se convirtieron en Gold Star Mothers, un grupo especial para quienes habían perdido a un hijo en la guerra.

Cuando la guerra terminó, las muchachas del Club Duette entraron a la preparatoria. La mayoría usaba calcetines de niña y disfrutaba de salir a comer al downtown. Pero se sentían igual de cómodas cuando escuchaban a un trío tocar una canción de amor mexicana.

Pero cuando la guerra regresó, esta vez en la península de Corea, las muchachas volvieron a despedirse de hermanos y novios, algunos de ellos en servicio con Easy Company, una reserva de los Tucson Marine Corps creada con los chicos del barrio. Algunos no regresaron.

Cuando terminó la guerra de Corea, las familias empezaron a crecer, junto con Tucsón, esparciéndose a los cuatro puntos cardinales. Amaban su pueblo y trabajaron para hacerlo mejor.

En el salón de baile vi los fundamentos, el músculo, los valores con los que se construyó el Tucsón de la post guerra.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187. En Twitter: @netopjr.