Rosa Robles Loreto veía a su alrededor en el callado patio de la Iglesia Presbiteriana del Sur el pasado viernes por la mañana y señaló a un cuarto con un letrero blanco grabado dentro de él. Cientos de los letreros con la leyenda “We Stand With Rosa” (Estamos con Rosa) se veían por todas partes de Tucsón el año pasado, y algunos aún permanecen.

“Cuando los veo, me emociono”, dijo Robles Loreto. “Sigo apreciando el gran apoyo que recibí”.

El viernes 11 de noviembre fue un día especial para Robles Loreto. Se cumplió un año del día en que familia, amigos y personas que la apoyaban llenaron ese patio para acompañarla en su salida después de 15 meses refugiada dentro de la iglesia activista.

Robles Loreto, casada y con dos hijos, buscó refugio el 8 de agosto de 2014, luego de que el Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) emitió una orden de deportación en contra de ella derivada de una infracción de tráfico por haberse cambiado de carril de forma incorrecta.

Tomando una difícil decisión familiar, ingresó a la iglesia, la cual había reiniciado el movimiento nacional de santuario para proteger a las familias inmigrantes evitando que sean separadas. Su familia fue separada de alguna forma, pero sus hijos podían visitarla y pasar tiempo con ella y ella pudo permanecer en Tucsón y convertirse en un símbolo nacional.

“Todo pasó tan rápido. Parece que fue ayer cuando salí”, dijo Robles Loreto, quien abandonó el santuario luego de que su abogada, Margo Cowan, defensora de muchos años de los derechos civiles, lograra un acuerdo confidencial con el ICE de no deportar a Robles Loreto, quien ha vivido en Tucsón desde 1999.

“Pero cuando vengo a la iglesia los domingos, recuerdo la desesperación que sentí durante los 15 meses que viví aquí”, dijo.

En los pasados 12 meses, Robles Loreto ha regresado a una vida tranquila. Se dedica a su casa, su familia y su trabajo.

Pero esa paz ahora se ve amenazada con la elección de un nuevo presidente, cuyas estridentes promesas de campaña de trato duro a las personas indocumentadas han generado nuevos miedos en su vida, como en la de mucho otros que viven en este país sin autorización igual que Robles Loreto, quien ya solicitó la residencia legal.

Ella trabaja 40 horas a la semana en una tortillería, en el turno de noche, y llega a su casa en las mañanas para ver a sus hijos Gerardo, de 13 años, y Emiliano, de 10, irse a la escuela. Los fines de semana, los niños y su papá están ocupados con las prácticas y los juegos de beisbol. Ellos son fans de los New York Yankees y de los Naranjeros de Hermosillo, Sonora, estado del que Rosa y su esposo son originarios.

“Nuestra vida es trabajo y beisbol. Es todo”, dijo.

Pero en la pasada Serie Mundial la casa estuvo dividida. Su esposo le iba a los Cleveland Indians y sus hijos a los Chicago Cubs, quienes resultaron campeones.

“Había mucho ruido y muchos brincos por toda la casa”, dijo Robles Loreto.

Hace un año, esta familia no pudo disfrutar junta de la Serie Mundial ni de ninguna otra actividad. El domingo pasado, la familia estuvo en un torneo de beisbol, en el que los Warriors, el equipo de Emiliano, jugó por el campeonato. Dijo que los niños seguido expresan lo felices que están de que ahora hacen cosas que no podían hacer cuando ella estaba en Southside.

A pesar de que su caso de deportación está cerrado, el ascenso de Donald Trump le está afectando profundamente. El Presidente electo ha prometido terminar con la orden ejecutiva del presidente Barack Obama, la cual brinda a jóvenes indocumentados un alivio temporal de la deportación y un permiso de trabajo. Su hijo mayor esperaba poder entrar al programa.

Ahora, no están seguros de qué pasará. El miedo y la incertidumbre se han reinstalado en sus vidas.

Robles Loreto se mantiene en contacto con otros inmigrantes que estuvieron en santuario. Platican, desarrollan estrategias, se dan apoyo emocional unos a otros.

Aunque Obama es peyorativamente llamado el “Deportador en Jefe” por el número de deportaciones en sus ocho años de administración, él no ha sido mezquino ni se ha expresado despectivamente de los inmigrantes. Trump sí. Él hizo una campaña xenofóbica y mostró sentimientos antiinmigrantes.

“Es duro escucharlo hablar de deportar gente”, dijo ella.

Robles Loreto espera que Trump le baje a su retórica y que demuestre humanidad ante los inmigrantes. Dijo que se mantiene positiva y saca fuerza emocional de su fe en Dios.

Durante el último año, desde que volvió a ver la luz de la libertad, Robles Loreto se siente en paz cuando está en su casa o en la iglesia con su familia.

Pero con el inminente cambio en el campo de la política nacional, dijo, “la realidad será distinta cuando salga de casa”.


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Ernesto “Neto” Portillo es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 520 573-4187.