Cortesía de la familia benton Eugene Benton fue educador y administrador escolar en el Distrito Escolar Unificado de Tucsón.

El Barrio Anita está de luto.

Tres de sus hijos fallecieron en un mes. Tres tucsonenses que ayudaron a hacer de Tucsón un lugar más fuerte impartiendo clases, asesorando, ayudando. Los tres apreciaban sus fuertes raíces con el barrio, el cual los forjó en el amor de familia y comunidad, la dedicación a los demás y las ganas de triunfar.

Primero, monseñor Arsenio Carrillo, a quien homenajeé en una columna a principios de mayo, murió el 26 de abril. Tenía 87 años. Después, Eugene Benton, educador y administrador escolar. Él murió el 12 de mayo a los 75 años de edad. Los siguió Rudy Castro, maestro, entrenador de beisbol y ex concejal de la ciudad de Tucsón, quien falleció el 23 de mayo a los 87 años.

Los tres fueron alumnos de Davis Elementary School, la escuela del barrio, y Carrillo y Castro estudiaron en Roskruge Junior High School, mientras que Benton fue a John Spring Junior High School tras del gran cambio social en el barrio y en Tucsón.

Castro y Benton egresaron de Tucson High School; Carrillo hubiera hecho su preparatoria ahí también, pero se fue al seminario en Ohio después de un año en la secundaria Roskruge.

Los tres jugaban beisbol en el Parque Oury, el centro social del barrio, donde los Tigres, el equipo de la colonia, jugaban contra equipos de otros barrios y de México. Iban a misa y ayudaban como monaguillos en la Iglesia Católica de la Sagrada Familia (Holy Family Catholic Church), que era el centro espiritual del barrio, del otro lado de las vías del tren en la colonia vecina Dunbar Spring. Sus familias compraban comida en los mercados chinos y todos ellos conocían al Loco Chu, un hombre desharrapado que vagueaba por las calles del Barrio Anita.

Aunque después los tres salieron del Barrio Anita, nuca dejaron de lado a su vecindario.

“Siempre fue parte de sus enseñanzas”, dijo Linda Castro-Spencer sobre su papá, quien señalaba las casas de sus familiares y amigos cuando volvía de visita al Barrio Anita. “Para él era muy valioso y era muy importante transmitir este legado”.

Benton volvía todos los días al Barrio Anita para visitar a su mamá de 105 años de edad, Amelia Tellez Benton, quien sigue viviendo en la casa de la familia en Brady Avenue, frente a la primaria Davis.

“Prácticamente todos se conocían”, dijo el hermano mayor de Benton, Robert Benton. “Era un ambiente familiar”.

El hecho de que es un barrio pequeño, delimitado por West St. Mary’s Road y West Speedway, y por las vías del tren y el Río Santa Cruz (antes de que la carretera I-10 formara parte del barrio, incluyendo la casa de la familia Castro), ayudó a fomentar la cercanía entre las familias, que además algunas tenían parentesco. Pero fue su experiencia compartida en este barrio de clase obrera y de mezcla racial lo que moldeó sus vidas y los motivó a nunca olvidarse de las luchas y los éxitos de sus familias y sus vecinos.

“Era un barrio pobre pero orgulloso de sí mismo”, dijo Benton, un conocido cantante de la música fronteriza.

Y aunque en el barrio había una mezcla racial, la segregación gobernó. Los niños negros iban a la Escuela Dunbar, detrás de la Iglesia de la Sagrada Familia, mientras que los mexicanos, chinos y anglos iban a Davis y Roskruge. Los niños también eran segregados en la alberca del Parque Oury; los niños negros nadaban en ciertos días, los demás en otros días. Pero en la acequia que alguna vez cruzó por ahí no había distingos. Todos podían nadar libremente en esa zanja de riego.

En Davis, los niños -en su mayoría hispanoparlantes- eran agredidos y castigados cuando hablaban su lengua nativa en la escuela. Probablemente fue la experiencia de la humillación y la denigración cultural lo que llevó a Benton y a Castro a ser maestros dedicados que trabajaron muy duro para ayudar, y especialmente para motivar, a los estudiantes mexicoamericanos.

Castro impartió clases en Safford y Roskruge antes de convertirse en el primer entrenador de beisbol de Cholla High School. Benton entró al salón de clases como profesor de educación bilingüe y abogó por los jóvenes del barrio durante sus años en el Distrito Escolar Unificado de Tucsón.

Incluso ya jubilados, perseveraron en su lucha. Hay una foto memorable de Castro, en 2008, frente al ex superintendente estatal de Educación Pública, Tom Horne, durante una conferencia de prensa en la que Horne criticó el programa de Estudios Mexicoamericanos del TUSD, que finalmente fue abolido por el estado.

Castro-Spencer recordó que su padre decía: “Estoy harto de ver a estos tipos venir de Phoenix a decirnos cómo manejar nuestras escuelas”.

En su papel de párroco, primero en La Sagrada Familia y más tarde en la Catedral San Agustín, Carrillo encabezó esfuerzos para ayudar a las familias que más lo necesitaban. A su modo tranquilo, el “Padre Cheno” era crítico de una sociedad que ignoraba a los vulnerables.

Carrillo, Castro y Benton tenían valores y empatías moldeados por su humilde barrio. Comprendían sus desafíos y fortalezas, sus necesidades y riquezas, sus frustraciones y sus alegrías.

El Barrio Anita pudo haber perdido a un sacerdote, a un entrenador y un maestro que motivaron a estudiantes y colegas, pero los tres inspiraron a otras personas, de calles de barrio similares, a construir y liderar.

Más como ellos vendrán.


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Ernesto Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 520-573-4187.